La patrulla de la Policía Local de Almería callejeaba el plano de la ciudad en una fría noche del mes de diciembre. Tiempos de toque de queda y mascarilla. Alta incidencia del virus y baja presencia en las calles. Poca cosa. Hasta que saltó la alarma.
A las 3.30 horas de la madrugada un aviso de Emergencias 112 Andalucía puso en marcha a las unidades. Un joven de poco más de 30 años había aparecido en una estación de servicio de Los Partidores asegurando haber escapado de su cautiverio en una casa de tres plantas en La Cañada de San Urbano, a unos dos kilómetros.
La patrulla municipal llegó primero. “Se encontraba preso del pánico ya que temía por su vida y la de sus familiares”, comunicarían luego los agentes en su informe sobre el primer encuentro con A. J.
Según la declaración espontánea de A. J. aquella noche del 14 de diciembre, un conocido identificado como B. P. le mantuvo retenido bajo amenazas de muerte en una vivienda convertida en refugio casero de una plantación de marihuana. “Me apuntó con una pistola en la cabeza”.
La Policía Local tomó precauciones y acompañó a A. J. hasta la calle Real de la Cañada sin una verdadera certeza de lo que encontrarían tras cruzar el umbral. Situación de riesgo.
A. J., visiblemente nervioso, aseguró que había sido secuestrado durante dos semanas por una persona violenta, que le obligaba a cuidar del cultivo de cannabis. Aquella madrugada había conseguido una llave y pudo escapar para pedir auxilio.
Con la misma llave entraron los agentes con A. J. en el inmueble. Vivienda unifamiliar. Tres alturas. En la baja, un salón y una pequeña cocina y cajones de un mueble con tabletas de hachís prensado. En la primera, un dormitorio y una habitación a la derecha con 121 plantas de marihuana. Y en la tercera, a través de una escalera portátil, 91 plantas de cannabis de gran envergadura.
En pocos minutos la Policía Nacional se hizo cargo del caso. Un secuestrado, una plantación de marihuana y el mismo tormento de violencia y criminalidad que sufren los vecinos de La Cañada de San Urbano en los últimos meses.
El Grupo II de la UDYCO se puso manos a la obra. Un dispositivo discreto en las inmediaciones de la propiedad dio resultados esa misma mañana. A las 9.40 horas, montado en un Mercedes, hizo acto de presencia en la vecina calle Manos Unidas el sospechoso B. P. de 34 años.
Los agentes arrestaron a B. P. sin estridencias y retomaron la investigación. Exactamente 15 minutos después llegó a pie J. F., de 22 años, el tercer pilar de la historia.
Un disparo
La Policía Nacional le tomó declaración en calidad de “investigado no detenido”, pero su papel tendrá que ser dilucidado en los tribunales porque aseguró trabajar bajo amenazada para B. P. Su misión era ir a regar y conservar las matas de marihuana.
Esta versión coincide con la aportada por el propio A. J. a las 8.45 horas del mismo 14 de diciembre. “También llegaba un joven a cuidar las plantas que se llama J. F, también lo tiene intimidado”.
“Bajo amenazadas de muerto, B. P. me dijo que tenía que trabajar para él dando portes de marihuana. Llegó incluso a enseñarme una pistola y a disparar sobre una pared en la vivienda de La Cañada”, relató el chico horas más tarde.
La Policía Nacional encontró evidencias del balazo en la exploración de la casa. Había un disparo contra la pared. Luego, el propio J. F. les llevó a un cortijo donde residía, les permitió entrar y hallaron una pistola del calibre 9 milímetros.
El Juzgado de Instrucción número Cinco abrió diligencias contra B. P. por presuntos delitos de detención ilegal, amenazas, coacciones, contra la salud pública y defraudación de fluido eléctrico. Luego imputó al secuestrado, que pasó de víctima a presunto colaborador en la plantación.
La violencia que alarma a La Cañada
Las barriadas de La Cañada de San Urbano, El Alquián, Loma Cabrera y sus inmediaciones se han visto salpicadas de episodios de violencia vinculadas generalmente al tráfico de drogas en los dos últimos años. La situación en el llamado Sector 4 de la capital, jurisdicción de la Policía Nacional, ha generado un enorme malestar en los vecinos, cansados de vivir estos sucesos graves. Aunque la inmensa mayoría de los episodios son esclarecidos por los agentes, la proliferación de plantaciones de marihuana siguen originando conflictividad.
Como avanzó LA VOZ, el pasado verano se detectaron dos tiroteos relacionados con intentos de robo de plantaciones legales de cáñamo industrial de cannabis en Venta Gaspar y La Cañada de San Urbano. Entre ambos sucesos (no vinculados entre sí) se lamentan un fallecido y tres heridos de bala. Unos meses antes, otro intento de asalto a un cortijo detrás de Los Partidores, presuntamente liderado por una organización criminal dedicada al tráfico de marihuana, acabó con otro tiroteo. Un padre y un hijo resultaron heridos de bala y protagonizaron una aparatosa fuga a las puertas de la finca. Luego retiraron la denuncia contra los supuestos agresores. La dificultad para acceder a las propiedades, los caminos laberínticos y la gran alfombra de invernaderos sirven de camuflaje para los violentos.
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