“No soy optimista, las presiones migratorias van a seguir creciendo”

Entrevista con Juan Sánchez Miranda, director general de NOESSO

El sacerdote posa para el fotógrafo Juan Sánchez.
El sacerdote posa para el fotógrafo Juan Sánchez. Juan Sánchez
Antonia Sánchez Villanueva
07:00 • 04 jul. 2021

Su nombre está asociado a varias de las mayores causas sociales en la provincia en las últimas décadas. Sacerdote comprometido con las personas desfavorecidas, natural de Tahal y querido y reconocido por toda Almería, sobre todo en el Poniente, dirige desde hace tres décadas Noesso, contra las adicciones, y cofundó Almería Acoge. 



¿Qué ha supuesto la pandemia para las adicciones? 



Ha empeorado la situación porque una parte de las adicciones que no se reconocen tienen que ver con el salón de la casa y con mujeres que no suelen estar asociadas a adicciones. 





¿Cómo es eso?



Sí, las adicciones, como todas las cosas en la vida, tienen género. Nos preocupa enormemente las mujeres que no han reconocido su adicción, que están enganchadas fundamentalmente a alcohol y fármacos. El malestar la mujer lo despacha en casa, el hombre lo saca a la calle. La mujer generalmente obtiene el repudio de su familia, porque quién va a pensar que es una adicción cuando son productos que se compran en la farmacia. Más bien se entiende que es alguien que ha dejado de arreglarse, de cumplir con sus obligaciones y que no está teniendo ayuda más allá de la que le presta el psiquiatra. Pero sin un psicólogo o un educador, que te acompaña para recuperar la confianza, es muy difícil que alguien salga. Nos preocupa la invisibilidad de las adicciones domésticas de las mujeres 



¿Se han incrementado los casos?



No sólo se han incrementado los casos, sino que, además, estas personas se están cronificando en casa. 


¿Cómo puede la red de apoyo llegar a ellas? 

El problema más gordo que tenemos es que no vienen a la red. Las mujeres no se permiten el lujo de decir estoy enferma, necesito ponerme en tratamiento. Nosotros hace ya muchos años decidimos que todos nuestros recursos y centros se convirtieran en mixtos. Eso en su día fue revolucionario. Hemos creado un ala específica para mujeres y con dolor tengo que reconocer que la pandemia nos ha fastidiado el invento, porque justamente esa zona ha sido ocupada en el tiempo de cuarentena por las personas que ingresaban y no hemos podido atender a mujeres, en los servicios ambulatorios sí, pero no en comunidad terapéutica. 


¿Hay algún tipo de adicción predominante? 

Lo que define en este momento el campo de las adicciones es que no existe una adicción, sino que hay que hablar en plural, como no existe una patología, sino perfiles generalmente pluripatológicos. Estamos hablando de personas que han desarrollado problemas de tipo orgánico y en muchos casos de tipo mental. En el caso nuestro este año la patología dual ha estado por encima del 60 por ciento. El hachís, que aparentemente es una droga inocua, tiene unos efectos sobre la atención tremendos que están ligados con fracasos académicos, por ejemplo. 


¿La adicción a la tecnología se está extendiendo?

La adicción tiene pautas y patrones que se parecen muchísimo. Pero todas tienen en común que focalizan la atención de la persona, eliminan esa capacidad para estar en el mundo. Bien poco importa que estés enganchado al móvil o a una relación patológica sexual. En la incorporación de las nuevas tecnologías, los mecanismos son muy similares, pero la forma en que se genera la adicción es diferente. Nos preocupa especialmente el juego en los chavales, todas las plataformas de apuestas te permiten apostarte lo que tú quieras, y la compensación o la frustración es inmediata. Y esa excitación y lo accesible que es a través de mi móvil, desde mi casa, encerrado en mi cuarto, sin control ninguno, está haciendo estragos.


¿Es mejor prohibir o, como piensan algunos, lo punitivo es contraproducente?

Yo pienso que la educación es fundamental, que estemos habitados por dentro por valores y por formas de actuar. Y la educación tiene muchísimo que ver con los patrones de conducta que tenemos ante nosotros y con supervisión. En la vida el control puede ser eficaz y hay determinadas etapas en las que contar con referentes que te ponen límites es lo que te salva la vida. Estamos luchando contra las casas de apuestas para que no estén cerca de un colegio, pero estamos metiendo todas las apuestas en un móvil que llevas en tu bolsillo. Las distancias y los límites habrá que establecerlos también en la accesibilidad. Es que esto [señala el móvil] trasciende todo control en el espacio y en el tiempo. Las redes es una ciudad sin ley y no se percibe el riesgo. 

¿En el ámbito doméstico tiene que haber supervisión?

Tiene que haber supervisión. Esa idea de que yo tengo mi cuarto y mi cuarto es inviolable, a mí me parece que si no ha habido una educación responsable, puedes encontrarte con que de la noche a la mañana…. a nosotros nos ha llegado alguna familia con la idea de que tienen un hijo modélico y de pronto el hijo modélico resulta que tiene dificultades importantes para interaccionar y se pasa las horas teóricamente estudiando, y cuando vienen a darse cuenta, ese niño o esa niña está viajando por un mundo donde ha encontrado su propia destrucción. 


¿Desde su experiencia, la posibilidad de la recuperación existe?

Nuestro lema es este: hay salida, y tú tienes la llave. Nosotros hemos visto salir de situaciones muy difíciles. Hace muy poquito fui a una consulta de un especialista, que yo no reconocí y de pronto me dice: tú no me conoces, pero vosotros me salvasteis la vida. Nosotros hemos tratado gente de los cuerpos de seguridad, médicos, hemos tratado todo tipo de personas.

Se demuestra que esto no se circunscribe a determinadas clases sociales. 

Cuando empezamos en los años 80, eran los niños, digamos marginales, los que caían. Luego empezó a ser todo tipo de jóvenes que buscaban experiencias sin noción de los riesgos, sobre todo el consumo de heroína, muchísimos murieron. Hay salida, pero es necesario que se den una serie de condiciones. La gente sale porque tiene un lugar al que ir, algo a qué acogerse. La complicidad, alguien que se enamora, que encuentra un trabajo, que tiene unos hijos que tiran de él... Lo peor es cuando se pierde la confianza y se da por perdida a la persona. Eso lo capta la persona y entonces se queda sin cómplices y sin razones para seguir luchando. 


El entorno es fundamental entonces. 

Es vital. Sin ti no podemos hacer nada, solo tú puedes hacerlo, pero no puedes hacerlo solo. Es un eslogan que venimos manejando desde hace muchos años, porque somos mucho más interdependientes de lo que nos creemos. Hemos exagerado la libertad y la independencia. Yo creo que están sobrevaloradas. Somos muchísimo más gremiales y dependientes unos de otros de lo que nos creemos 


¿Por qué se dedicó a este campo? 

Mira, la vida tiene muchísimo que ver con cómo se comportan los ramos de cerezas. Yo llego a Almería en el año 86 y el obispo en aquel momento me manda a El Ejido y me dice que necesitaba una persona que se implicara en nombre de la Iglesia en el Poniente. Por una parte, era muy sangrante lo que estaba pasando con las adicciones. Había una alarma social, porque las adicciones estaban vinculadas a que la gente robaba y eso generaba tensión en el pueblo. Y, por otra parte, las familias no sabían qué hacer con aquellas personas consumidoras de cocaína y de heroína, y ellos son los que nos meten en este tinglado. Y ahí empieza No estás solo, un movimiento que surge del dolor de las madres y padres del Poniente. 

También se involucró con el fenómeno migratorio. 

Paralelamente nos encontramos con una llegada de un fenómeno migratorio absolutamente desconocido. Llegan de pronto tres personajes. Una cooperante en el Zaire. La otra persona era un compañero que había estado acompañando a los emigrantes españoles en Suiza y la tercera persona es un jesuita que había llegado huyendo del Salvador. Habían oído hablar de mí, vinieron a sacarme de mis casillas y me dijeron que algo había que hacer con los asentamientos que empezaba a haber ya a finales de los 80 y bueno, mi palabra fue que si había algo que hacer y alguien con quien hacerlo, algo haríamos. Ahí empezó. 


Ahí empezó Almería Acoge.

No sólo Almería. La red Acoge empieza en Sevilla, continúa en Almería y en este momento está presente prácticamente en todo el territorio. El apellido tuvo un éxito, un gancho, era toda una definición de una manera de posicionarse ante el fenómeno. Fueron unos años apasionantes. Yo me enteré de que existía el mundo más que por la geografía que había estudiado, por las personas que recibía nuestra organización. Todos los conflictos del mundo tenían su resonancia en el punto de encuentro que era la red que fuimos creando. 


Casi 40 años después, ¿cómo es posible que no hayamos conseguido resolver este problema? 

En las migraciones se dan cita todas las contradicciones que tiene este mundo en este momento. Y una de las grandes contradicciones es que la riqueza viaje con tanta facilidad y las personas no puedan. Queremos que nuestros productos puedan llegar a cualquier rincón sin aranceles, pero tenemos unos aranceles tremendos a la hora de recibir a las personas. Cuando conoces de cerca la realidad de las migraciones, uno sabe que las acompaña un sufrimiento tan fuerte que es un desgarro terrible. Cuando la gente lo tiene todo perdido, perderse a sí mismo deja de valer algo. Por eso se arriesgan. Pero encontrar soluciones equilibradas no es nada sencillo, porque una política de puertas abiertas en un mundo tan injusto y tan desigual, sería el suicidio, no habría país que pudiera sostenerse. 


¿La solución es ofrecer oportunidades en origen?

Es imprescindible si se quieren contener las migraciones luchar contra las causas que las generan y eso se llama cooperación al desarrollo. Lo que pasa es que la cooperación al desarrollo ha sufrido un palo salvaje en estos momentos. Por tanto, no soy nada optimista. Las presiones migratorias van a seguir y van a ir creciendo. 


¿Qué sentimiento le produce cuando se utilizan los movimientos migratorios con fines políticos, diplomáticos o de presión? Por ejemplo, caso de Ceuta. 

Una impotencia terrible. Y me pregunto ¿cómo es posible que estemos sobrepasando todos los límites de la ética humana? Utilizar a unos niños como moneda de cambio a uno y otro lado. Yo creo que había un juego absolutamente sucio y cruel. Me parece que la política debe estar para buscar soluciones a los problemas humanos y no para generar odios. En psicología social se nos ha enseñado que primero hay una violencia simbólica, psicológica, mediática, verbal, pero que cuando le damos carta de ciudadanía, se convertirá en acciones difíciles de contener. Los que vivieron en los ambientes nazis lo saben perfectamente, pero parece que lo olvidamos con mucha facilidad. 


¿ Eso es lo que está pasando en nuestra sociedad?

A mí me preocupa la fragmentación de nuestra sociedad. Yo entiendo la política como un ejercicio muy noble, donde personas con distintas maneras de buscar soluciones a los problemas, aportan. Sin embargo, cuando de lo que se trata no es de aportar soluciones, sino de afirmarme con mi tribu, que luego se traducirá en votos, y para eso tengo que generar rechazo y odio al que tengo enfrente, me parece que eso no es legítimo. Y uno, cuando oye los discursos de los parlamentos, a veces tiene la sensación de que habría que salir corriendo, lo que pasa es que no sabemos muy bien en qué dirección. 


¿Qué nuevos proyectos tienen? 

Estamos implicados en un movimiento que se llama Escuelas de Segunda Oportunidad, una red educativa que ha tenido un éxito tremendo en otros países europeos, una herramienta para combatir esa doble pobreza en los chicos entre 15 y 30 años que ni estudian, ni trabajan, ni se les espera. Es un modo de trabajar con cada chaval, con cada chica, para revertir su experiencia de fracaso escolar y de ausencia de salida laboral. Nosotros hemos trabajado este año con 256 chavales en Almería. Es una de las cosas que más ilusión me genera. Creemos que buena parte de los fondos europeos necesariamente va a tener que ir a impulsar medidas, porque el desempleo es madre de otras pobrezas. 


¿Nuestro sistema deja en la cuneta a mucha gente? 

Sí, sí. Es una sociedad muy, muy competitiva, que va dejando atrás a una serie de víctimas de la competición y como sociedad tenemos la obligación de generar dispositivos que recuperen a las personas, porque, además, es que todos tenemos remedio, toda persona a la que se le dé una oportunidad, va a encontrar su sitio, va a ser portadora de riqueza para sí mismo y para los demás. Y si no permitimos oportunidades, estamos generando situaciones de tragedia individual y colectiva. 


Cualquiera podríamos ser víctimas de la competición. 

Todos podemos tener una discapacidad, desarrollar una patología, una depresión puede bajarte de la carrera y pasar de ser una persona con cierta estabilidad social a convertirte en alguien marginal. Y bueno, pues ahí estamos encontrando muchas alegrías cada vez que nos llama una empresa y nos piden que hagamos selección de personal. Trabajamos con personas que nos llegan a veces muy desanimadas porque la calle es muy dura. Hay salida, siempre hay salida. 


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