Baltasar Garzón tiene un tesoro que la mayoría de sus primeros pertinaces envidiosos carecen. Una madre con la que tiene el privilegio de hablar a diario. En 2016 declaró a Europa Press con motivo de la entrega de un premio a Almudena Grandes: “No voy a perdonar el dolor a mi madre”. Su madre fue feliz al conocer la inocencia de su hijo. “Ha sido muy emotivo. Me dijo que lo sabía desde el principio, pero que está bien que me lo reconozcan, que se hace justicia”. La prestigiosa periodista Natalia Junquera entrevistó el jueves a Garzón, tras saberse que el Comité de Derechos Humanos de Naciones Unidas le dio la razón, 11 años después de que el juez fuera condenado por perseguir a los malos, en el Supremo.
El dictamen del comité reclama a España “una reparación integral” y “una compensación adecuada por el daño sufrido”. “Para mí”, afirmó Garzón, “lo más importante es que pide que se tomen medidas para que en el futuro no ocurra nada semejante. Es un dictamen de protección a jueces y fiscales para el futuro. La reparación integral sería mi reposición como magistrado. El comité está pidiendo que se borren mis antecedentes penales y siguiendo esa interpretación, que considera que no se respetaron mis derechos, que no tuve un juicio justo, blanco y en botella: la reparación económica es lo menos importante. Si te han quitado tu profesión, que te la devuelvan”- Garzón es autor del libro Valientes de Natalia Junquera, editado en 2013.
Almería y el juez Garzón
Baltasar Garzón Real (Torres, Jaén, 1955), hijo de agricultores, fue titular del Juzgado de Instrucción número 3 de Almería durante el periodo 1983-1987. Llegó a Almería procedente de sus primeros destinos judiciales en Valverde del Camino, Villacarrillo y Vitoria. Con Garzón tuve al principio una relación tensa en mi calidad de periodista. Las dos veces en los más de 40 años de profesión que he tenido que declarar fueron ante Garzón y en las dos ocasiones salí airoso. En fin, batallitas. A partir de ahí comenzó una estrecha relación en la que casi todos los días conversábamos o nos veíamos cuando impartía clases nocturnas en la sede la UNED en Almería.
La primera entrevista de ámbito nacional, publicada en la contraportada de El País, llegó en 1987, cuando le informé al entonces redactor jefe Sebastián García Casado, teníamos un juez atípico y que no se achantaba. Rompía los esquemas de pisar la calle y con el que podrías discrepara “sin que te metiera en la cárcel”. Esa entrevista, recuerdo que en dos ocasiones me aseguró que le había cambiado la vida. Una en la boda de una de los hijos del juez Joaquín Navarro Estevan, autor de la columna Ciudadano perplejo en las mañanas de la SER con Gabilondo y la otra una tarde en el Aeropuerto de Almería en la que me encontré más guardias civiles que de costumbre.
Como periodista logré enterarme que el motivo de la seguridad especial era Garzón, amenazado por ETA y por el narcoterrorismo y los intransigentes de siempre. Lo saludé y me confesó que los guardaespaldas hacían su trabajo, pero la calidad de vida estaba trastocándose al no tener la libertad de poder tomarse tranquilamente un café o una caña como cualquier ciudadano. Eso de las escoltas, me retrae a la primera entrevista que le hice para El País cuando aseguraba que ni en Madrid iba a tener escolta. Uno de sus primeros puestos en Madrid para controlar a los jueces y la fama mediática que adquirió al ser objeto de persecución, publicación de libros o documentales hizo que los escoltas entraran en su vida. Siempre el periodismo amarillo ha entrado hasta en las cocinas y ha disfrutado con los conflictos familiares, como su divorcio de Rosario Molina, madre de sus tres hijos, o la relación con su actual pareja la exministra Dolores Delgado, actual fiscal general del Estado.
Cuando pasó a la política, tuvo el detallazo, que pocos hacen cuando los van a dar algún cargo, de confiar en el periodista, información que embargué unas horas en Canal Sur Radio y Televisión para no romperle el compromiso que tenía con Luis del Olmo y el propio Gabilondo. Eso me ha pasado en Almería con algunos cargos políticos de distintas tendencias a los que he respetado para cuando estuvieran ya nombrados oficialmente salir con declaraciones, grabadas horas antes. Eso es facilitar la labor profesional. Confianza que no se quebró, como ha ocurrido en infinidad de casos durante visitas de Garzón. Decenas de ejemplos como acudir a la presentación de un libro escrito por el poeta, alumno de Celia Viñas, que ejerció en Nueva York, Miguel Sáez, en el Parador de Mojácar con Juan Grima. Visitas a la Feria de Almería o encuentros con uno de sus mejores amigos en Almería el abogado Federico Soria, también personaje involuntario del “famoseo” y que es una persona tranquila que huye de los aíres de grandeza.
Ya como titular del Juzgado de Instrucción número 5 de la Audiencia Nacional, asistió en 1992 al interrogatorio del empresario cinematográfico Juan Asensio y a otras cinco personas, entre ellas el exboxeador Young Pascual, por el asesinato, en Níjar, del belga Christian Poulen, que estaba vinculado presuntamente con el negocio de la prostitución. Otra intervención de la que se hicieron eco medios nacionales fue la operación Nova (2004), que dirigió para detener en El Ejido, Almería, Málaga y otras provincias a personas que colaboraron con presuntos terroristas internacionales. Garzón es autor de varios libros. En el punto de mira, el trabajo en el que explicó el caso de corrupción política, junto Gran Wyoming y la animación de la veraz Pepa Bueno, actual directora de El País.
Ahora es el momento de pasar villano a héroe para el abogado defensor de Julián Assange, fundador de WikiLeads, del juez que se atrevió al arresto del dictador chileno Pinochet en Londres y que transformó la justicia internacional, marcando jurisprudencia como se está viendo a lo largo del mundo democrático. Resarcir ahora la figura profesional de Garzón es importante. Algo tendrán que decir, soñar es gratis, los que tanto le alababan y dejaron de saludarle, los que dudaron, los que le impusieron la eterna pena de telediario, de los envidiosos o los que le hicieron la vida familiar imposible. Todos tendrá que aliviar el dolor de su madre y, sobre todo, las autoridades judiciales.
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