Redescubrir los edificios que componen el Hospital Provincial pero convertidos en el Museo del Realismo Español es el objetivo de los trabajos que con minuciosidad y cariño ejecuta la Diputación Provincial en la que es una de las mejores intervenciones de recuperación del patrimonio que se recuerdan en Almería. Y es que más allá del estudio previo, de la idea preconcebida sacada de los libros y los planos, son las propias paredes del inmueble las que a cada paso de la obra van contando su historia y cambiando la idea inicial con la que se sentó a trabajar el arquitecto provincial encargado de esta rehabilitación, Alfredo Garrido.
Que un edificio con 500 años de vida cuente su propia historia suena hasta poético, pero a nivel ejecutivo supone tener que ir cambiando el paso continuamente para respetar al máximo cada hallazgo. De hecho, en muchos casos esto supone una mayor inversión económica y un incremento de los plazos. Esto ha ocurrido esta misma semana en la que la Junta de Gobierno de la Diputación Provincial aprobaba “una inyección de 700.000 euros más a las obras, que cubrirá la propia institución supramunicipal en solitario, para intervenir en la sala de San Rafael y modificar las fachadas del edificio del siglo XVIII”, según anuncia el diputado provincial de Presidencia, Fernando Giménez.
El cambio más perceptible que se recoge en este modificado es el tratamiento elegido para las fachadas ubicadas en la zona sur y que serán las que sirvan de entrada al nuevo museo a través del Paseo de San Luis. Un exterior que diseñara en 1778 el arquitecto Juan Antonio Munar, que fue enviado desde Madrid por la Real Academia de San Fernando para ejecutar la ampliación del Hospital de Santa María Magdalena por encargo de Carlos III, y que inicialmente iba a contar con un revestimiento sencillo en tonos blancos teniendo en cuenta que se trataba de una instalación cuyo uso había sido sanitario.
Fue en febrero de 2021 cuando tras la demolición del edificio del hospital infanto-juvenil y con ella, la eliminación de los cuartos de baño que lo conectaban con el inmueble del siglo XVIII, se descubre tras el alicatado un pequeño tesoro, apenas un metro cuadrado del revestimiento original del edificio. “Se trata de restos de un esgrafiado, es decir, un mortero de cal al que luego se le dibuja el ladrillo y se pinta con pintura bermellón” explica Garrido.
Grabado
El encontrar este revestimiento supone repensar el tratamiento para esas fachadas. Utilizando también un grabado realizado por Nicholas Chapuy sobre el bombardeo en 1873 de dos fragatas del Cantón de Cartagena durante la I República en la ciudad, comprueban que se ve que esa fachada sur cuenta con tonos rosáceos. Con esta base, y teniendo en cuenta que “realizar un esgrafiado en toda la fachada no tiene sentido tal y como se entienden las rehabilitaciones en el siglo XXI” se abogó por usar un revestimiento rosado que aúne el blanco y el rojo de ese dibujo.
Una vez elegidos los tonos, se realizó la modificación del proyecto original consensuándolo con la Delegación de Cultura de la Junta de Andalucía. Este cambio ha supuesto que las tres fachadas que terminan en esta zona sur cambien de imagen y que se tenga que invertir un total de 250.000 euros en ello.
El diseño que no variará será el de la fachada principal que aún a día de hoy se encuentra oculta bajo los andamios y que, probablemente, permanezca así hasta que concluya toda la rehabilitación. Y es que habrá que dejar alguna sorpresa para el día que se corte la cinta inaugural.
Columnata
El segundo de los puntos fundamentales de esta modificación del proyecto original se encuentra en la intervención en la Sala de San Rafael. Se trata de una sala ubicada en la ampliación del siglo XVIII cuyo techo se encontraba en muy malas condiciones. Al retirarlo las columnas de piedra de gran porte que lo soportaban “comenzaron a asentarse, algo que no es muy normal”. Fue entonces cuando se inician unos sondeos arqueológicos y se detecta que se había intentado realizar un sótano en esa sala, de hecho los cimientos de los muros bajan hasta tres metros. No se sabe muy bien el motivo que llevó a que se arrepintieran de su realización, pero lo cierto es que se volvió a rellenar el suelo con el mismo material que se había retirado y se realizó la obra sin pensar en que no era competente. Con este contratiempo se toma la decisión de “desmontar todas las columnas y hacer un cimiento para cada una de ellas” además de colocar un gran andamio que soportara el techo de la segunda planta. En estos momentos las columnas ya han vuelto a su lugar tras colocar un micropilote de acero de 12 metros de profundidad y una base de hormigón en cada una de ellas.
Esta ‘columnata’ de la sala de San Rafael llama mucho la atención. Lo hace por el importante grado de deterioro que sufre a pesar de que se habían hecho algunos remiendos en yeso que se han retirado en la restauración. Pero lo más curioso es que estas columnas son diferentes entre sí. Varían los capiteles, los tamaños, algunas formas, lo que ha llevado a sospechar al equipo encargado de la rehabilitación que se trate de pilares “reutilizados” de otro edificio que se hubiera demolido en la ciudad. Esto plantea un misterio: ¿de dónde llegaron las columnas?
Evidentemente estos cambios suponen además de una mayor inversión económica, un incremento del tiempo que se tiene que emplear en la obra. A pesar de ello, las previsiones que maneja el diputado provincial de Presidencia, Fernando Giménez, es que “a finales de año, posiblemente en Navidad, se puedan culminar los trabajos”. De esta forma, será “a lo largo del año 2022 cuando pueda abrir sus puertas el Museo del Realismo Español, una vez que la Fundación Ibáñez Cosentino haya culminado la musealización. Un proyecto que ya está en manos de la institución provincial.
Una cubierta para un artesonado único
El artesonado mudéjar del siglo XVI del Real Hospital de María Magdalena es la gran joya de la corona de esta rehabilitación. Un trabajo que ya está muy avanzado y que ha marcado las ‘vistas’ del barrio porque para permitir el acceso de los restauradores r a la cara superior de estos techos de madera sin que el artesonado corriera ningún peligro por el sol, la lluvia o el viento, se apostó por colocar una cubierta metálica provisional de 40 metros de largo y 15 de altura.
El trabajo que se ha realizado bajo la protección de esta cubierta ha consistido en aplicar un tratamiento anti insectos, anti hongos, para evitar la humedad y se está cubriendo con cera natural de abeja. Una vez que se concluya toda la intervención se volverá a construir sobre el artesonado, para no cargarle peso a la madera, “una estructura metálica pero que no llegue a tocarla”. Esta estructura será sobre la que se colocará el tejado.
Esta sala del artesonado, la más noble a los ojos actuales, fue la encargada de acoger a los enfermos cuando el inmueble empezó a funcionar. Este uso supuso que, a pesar de que el proyecto original contemplara que fuera una gran habitación corrida, “ya en el mismo momento de su construcción se decidiera dividirla en cuatro ante las importantes dificultades para mantener el calor en un espacio tan grande”. Esto significa que cuando se concluya el proceso de restauración de este espacio será la primera vez en la que se puede disfrutar del artesonado en toda su magnitud.
Hay que tener en cuenta que estas salas que datan del siglo XVI están construidas con tapial, una especie de tierra prensada que si bien es de fácil manejo para su uso, dificulta su restauración ante lo endeble de su textura. Para evitar que el uso como museo que se le va a dar a toda la instalación pueda afectar a estos muros, se ha optado por la colocación de estructuras metálicas en todas las paredes levantadas con esta técnica para forrarlas con paneles de yeso que se conviertan en las paredes en las que la Fundación Ibáñez Cosentino pueda trabajar sin riesgo para los tapiales.
La chimenea
Cuenta Alfredo Garrido, arquitecto encargado de la rehabilitación del inmueble, que esta misma semana se descubrió dentro de los trabajos en marcha en esta antigua sala de enfermos, el hogar de la chimenea que calentaba este espacio.
“Esta chimenea se desmanteló y se fue dividiendo en pequeños espacios y ahora estamos valorando la importancia del hallazgo para ver qué hacemos con él. En estas obras el edificio no para de contar su historia, los 500 años que ha estado en uso”, afirma.
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