La publicación de los llamados Pandora Papers, fruto del trabajo del Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación, ha desvelado fortunas amasadas un tanto al margen de las leyes, y entre ellas la de Julio Iglesias, residente en Miami. Por azares del destino tuve ocasión, hace muchos años, de visitar al cantante español en su mansión de Indian Creek, una pequeña isla si bien unida a la península de Florida por un estrecho ismo con garita de vigilancia que solo se puede atravesar una vez identificado el viajero y autorizada la visita desde la casa anfitriona. Es el pequeño país de los magnates del mundo de los muy ricos. No más de un centenar de habitantes en esta antesala del paraíso.
Julio Iglesias es uno de los grandes cantantes internacionales y, sin duda, el español que mayor proyección ha tenido en la música moderna a decir por la varias veces millonaria cantidad de discos vendidos en todo el mundo. Es por tanto incalculable su fortuna, buena parte de la cual se ha librado de pagar impuestos en España o en estados Unidos gracias a estas triquiñuelas que el común de los mortales ni conocemos ni mucho menos practicamos. Según estos papeles, aquí publicados por el diario El País y la Sexta TV, uno de los grandes escamoteos que Iglesias le hizo al fisco fue precisamente su propiedad en Indian Creek, cuyo valor en dólares entonces y ahora es imposible de calcular sin ponerle muchos ceros a la tasación que imaginariamente pudiéramos hacer.
El cantante nos invitó a almorzar a cuatro periodistas que nos encontrábamos en Miami dentro de un programa de promoción turística de su Ayuntamiento, entre ellos Tico Medina, fallecido hace unos meses; Javier Gómez Navarro, director de la revista Viajar y años más tarde ministro de Comercio con Felipe González, y quien firma este artículo. El estupendo cámara que nos acompañaba era Manolo Fotógrafo, autor de la imagen de esta página. A mediodía vino a recogernos al Sonesta Hotel de Miami Beach, donde nos alojábamos, el Rolls Royce de Julio Iglesias que nos condujo hasta la mansión del artista, después de identificarnos en la garita de entrada, de cuyo trámite el chófer nos dijo con sorna que era más fácil entrar en la Casa Blanca que en Indian Creek. El chalet y la gran parcela con embarcadero particular –lo que en Florida se llaman cayos- eran verdaderamente paradisíacos. Y allí a la entrada estaba esperándonos el autor de tantas pegadizas canciones que venimos escuchando desde hace más de medio siglo.
Papuchi
Correcto, educado, en chándal y jugando con sus perros, Julio nos enseñó su vivienda rodeada por un terreno de unas dos hectáreas donde tenía también su gimnasio particular, sauna finlandesa, sala de ensayo, pista de pádel y una pequeña nave con los aperos del barco surto en su privilegiado y exclusivo amarre de la Florida. Por allí andaba Miranda Rijnsburger, con la que se casaría una vez lograda la separación de Isabel Preysler. Por cierto, un oficioso secretario o semejante nos pidió que no preguntásemos por el divorcio porque la madre de Julio, muy católica y practicante, no lo veía con buenos ojos. Y es que la señora, Charo de la Cueva, allí presente, no concedió el divorcio a su marido, Julio Iglesias Puga, por lo que el veterano ginecólogo nunca pudo tener pareja bendecida por la iglesia, lo cual no pareció importarle demasiado a “Papuchi”. Supimos de la presencia de la madre del artista cuando nos confió que la comida, algún rico guiso gallego y otras delicias, había sido preparada por ella.
Pero ninguno de los visitantes podíamos imaginar que aquel casoplón y otras propiedades del multimillonario cantante iban a salir muchos años después en los denominados Pandora Papers. Y que iban a salir con tanta precisión de su ilegal procedencia, incluidas fotocopias y testimonios fiables de la evasión fiscal que él y otros poco ejemplares ciudadanos españoles venían practicando a mayor gloria de su inimaginable fortuna. De ahí que como contribuyentes debemos elogiar y agradecer el trabajo del Consorcio Internacional de Periodismo de Investigación que está sacando a la luz, y con lujo de detalles, esa zona oscura y vedada de las trampas de la ingeniería fiscal sin fronteras. Julio Iglesias y quienes tales prácticas frecuentan merecen el reproche social sin paliativos
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