Clío también estuvo aquí muestra esos momentos únicos en los cuales se advierte algo que nos lleva fuera del tiempo. Se trata de lapueblos definido por su singular técnica del realismo imposible, y Rodrigo Valero, reconocido por su fotografía intimista a la búsqueda del alma humana y del espíritu de la tierra y que en las próximas semanas disfrutaremos de su exposición en el Centro Andaluz de Fotografía. Al poeta, novelista y ensayista Pedro Felipe Granados se debe el mayor valor añadido del libro: su magnífico prólogo, hecho siguiendo el derrotero de los proemios cervantinos y de los preámbulos borgianos.
¿Por qué el título del libro y la afirmación: Clio también estuvo aquí? La respuesta del sabio José González Núñez, que se conoce piedra a piedra desde Baria a Macenas o desde el río Aguas y sus molinos en los tramos desde Sorbas-Los Gallardos-Turre, fue aclarado el pasado viernes por la noche en Los Gallardos. “Según el Cuentacuentos de la Axarquía,para evitar que fuera devorado como el resto de sus hermanos por Cronos, la divina Rea ocultó a Zeus, nada más nacer, en una cueva de la isla de Creta. Allí creció, pero, cuando ya tuvo uso de razón, comenzó a sentirse un tanto cautivo y comenzó a explorar nuevos territorios. En una de sus travesuras infantiles, quien luego sería rey de los dioses y padre de los hombres, se adentró por un laberinto de túneles y llegó hasta la Galería de los Bosques en Covadura. Quedó tan fascinado con ella que se propuso volver cada día y descubrir nuevos rincones en los que poder dar rienda suelta a sus juegos y a su imaginación. Uno de esos días, cuando ya había adquirido el arte, la fuerza y la inteligencia de los dioses, Zeus encontró en la Galería de los Cuchillos de la Cueva del Tesoro el secreto para derrotar a Cronos y hacerle regurgitar a todos sus hijos, incluida la piedra envuelta en pañales con la que su madre lo había suplantado a él. Zeus jamás desveló el misterio a nadie, ni siquiera a Hesíodo. Por eso, cuando tiempo después fue informado por los navegantes griegos de la vida y riquezas de las tierras de la Axarquía almeriense, no dudó en enviar a su hija Clío para cantar su historia. Clío se instaló en Baria (Villaricos), la ciudad en la que ya disponía de un hermoso aposento la diosa fenicia Astarté, que le ofreció su hospitalidad, pero más tarde se trasladó a Macenas (Mojácar). Allí, entre la cala de Bordenares y la del Sombrerico, su mirada quedó fijada para siempre en un horizonte donde es posible la cópula de los azules, donde se puede leer, como en un poema homérico, la historia toda del Mediterráneo. En 1860, más de dos milenios después de la llegada de la musa, se encontró en Baria el pedestal de mármol con la inscripción: Clío canta a la historia: La estela, que se guarda actualmente en el Museo Arqueológico Nacional (Madrid), atestigua el viaje de Clío, la musa de la historia, a los parajes de la Axarquía almeriense”.
El texto de Clío también estuvo aquí es de alguien que no aspira a ser un “académico de la legua” ni tampoco a ser un “académico de la lengua”, sino el de un veredero que trata de llevar a los otros vivencias propias y experiencias ajenas, dando por vivido todo lo imaginado, precisa el excelente narrador turrero…”cuando se produce la llegada con fines verdaderamente colonizadores de los fenicios al litoral de la Axarquía almeriense, si bien durante las centurias anteriores los puertos naturales del Levante pudieron servir de posada a los buscadores de metales o de refugio temporal a los audaces marinos en dirección a Tartessos. Los hallazgos arqueológicos del yacimiento de Cortijo Riquelme (Loma Blanca), entre Turre y Los Gallardos, sugieren un temprano asentamiento fenicio en la zona de la Axarquía o, al menos, un importante intercambio comercial entre los fenicios y los pueblos autóctonos. Y no solo metales: el clérigo e historiador del siglo XVII Gabriel Pascual Orbaneja, apoyándose en la tradición y en algunos textos bíblicos, comenta que el rey Salomón se llevó en sus naves para adornar el templo de Jerusalén hermosas piedras preciosas que, todavía en su tiempo, abundaban en el Cabo de Gata, el Campo de Níjar y la Tierra de Vera”.
Rumina dio nombre al lugar que eligió para residir, junto a la desembocadura del río Aguas, al otro lado del alfar de la Marina de la Torre, protegió tanto la fecundidad de estas tierras como la de sus alfares, y para que el vendaval de la historia no las arrastrara al olvido, fue alimentando la memoria de sus vecinos con nuevas leyendas acerca de los descendientes de Eneas.
Los habitantes del poblado íbero-romano de Cadima, asentado en Los Gallardos, nombre que significa “la antigua, conocían las leyendas de la diosa Rumina. Se trata de una de las más importantes poblaciones romanas de la Axarquía, ya que se encontraba situada junto a una vía principal y en el centro de unas tierras fértiles. “En este paraje, junto al lecho del río Aguas, se encontró hace unos años una villa romana, que tenía una casa señorial de época imperial con un gran patio central con columnas, a partir de la cual se distribuían las habitaciones con mosaicos de decoración geométrica o vegetal, existiendo también una alcaría donde se elaboraba el aceite y el vino. Hay un texto de Cicerón que muestra la capacidad de los romanos para sacar de la tierra el máximo provecho posible”.
Uno de los aspectos más importantes fue el de la minería, ya que se siguieron explotando el hierro, el plomo y la plata de Sierra Almagrera, pero también el hierro de la Sierra de Bédar y de Sierra Cabrera, mientras que la transparencia del Lapis specularis, un mineral de yeso especular o cristal de yeso denominado “espejuelo”, principalmente abundante en los karst de Sorbas y en los yacimientos yesíferos de Arboleas permitió el acristalamiento de ventanales y el cierre transparente de vanos, dejando pasar la luz y protegiendo la estancia de las inclemencias atmosféricas, subraya González en su amplia y detallada publicación.
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