“Estamos muy sensibilizados con el medio ambiente y la economía circular”, afirma Santiago Hernández Blasco. “Lo que para unos son residuos, para otros son materias primas. Todas las actividades deberían tener previsto desde el principio qué residuos producen, y cómo aprovecharlos, o buscar partners que puedan hacerlo”.
Hace una pausa y mueve las manos. “Además”, añade, “en muy pocos años no se va a poder tirar casi nada el vertedero, y las empresas que empiecen a preparase desde hoy tendrán la ventaja. De momento, este año que entra está previsto que se ponga en marcha el impuesto sobre residuos, entre 20 y 40 euros la tonelada”.
Santiago es cofundador y CEO/CTO de CircularCrop, un proyecto almeriense en el que “reciclamos residuos agroindustriales por medio de la bioconversión mediante insectos”, explica. “Reciclamos, por ejemplo, productos que no llegan a calidad comercial: destríos, aclarados..., incluso las plantas al fin de la cosecha”. El concepto de bioconversión es muy interesante, recalca, “porque alimentamos a las larvas de la mosca soldado negra con residuos que no tienen ningún aprovechamiento (salvo, quizá, el compostaje) y obtenemos proteínas, grasas, fertilizantes y otros productos funcionales muy interesantes. Es decir, convertimos un residuo que era un coste para el agricultor, o el transformador, en una fuente de ingresos”.
Entrelazados
Santiago es de Teruel, pero ha vivido en Zaragoza, el Reino Unido, Madrid... y desde 2006 en Huércal-Overa. Estudió Administración de Empresas en ICADE y en la Universidad de Humberside, y ha trabajado en la banca y otras empresas. Pero el amor por la tecnología le viene de siempre. “Aprendí a programar en BASIC a los 12 años”, sonríe, “y desde entonces he podido tener unos 20 ordenadores...”.
En estos años ha aprendido muchos lenguajes de programación, y ha desarrollado apps para IOS y Android. “También me gusta programar microcontroladores, y enlazar el mundo virtual con el real a través de sensores, motores, etc. Ahora la impresión3D y los microcontroladores de bajo coste abren posibilidades infinitas, sobre todo para desarrollar máquinas...”.
Ya en los años 90 trabajaba como freelance de programador, y siempre ha ido compaginando varios emprendimientos. Ahora, en CircularCrop, “utilizamos intensivamente microcontroladores para nuestra maquinaria e instalaciones”, explica. “Todos los elementos están enlazados entre sí, y con la nube, incluso con nuestro software de gestión. Y, en el plano industrial, utilizamos protocolo MODBUS sobre una red física RS-485”.
Todo el software lo desarrollan ellos. “Intentamos que la parte física de los diseños sea muy genérica, y lo que no se adapta a nuestras necesidades, lo rediseñamos en CAD y lo imprimimos en 3D”. Los módulos de reproducción de insectos que han desarrollado tienen la temperatura, la iluminación y la humedad controlada. Y los módulos de engorde están totalmente automatizados, “y requieren controlar muchos sensores de todo tipo, especialmente para la ventilación”, afirma.
Sensibilidad
Santiago reconoce que ha habido un cambio de sensibilidad en todas las administraciones en el ámbito del interés por el medioambiente y la economía circular. “Y esto hay que celebrarlo. Los residuos son un problema no solo porque contaminan. También son un desperdicio de los recursos que se emplearon para producirlos”.
Por ejemplo, para producir tomates utilizamos agua, fertilizantes, mano de obra, instalaciones, energía, hay transporte, almacenamiento... Y, si al final se tira al vertedero porque no tiene calidad comercial, estamos tirando todos esos recursos ya empleados. Y, además, tenemos que transportarlos al vertedero, a veces pagar tasas de vertido, el impuesto de residuos... En fin”.
Pero, además de la parte económica, está la climática. Todos los residuos orgánicos que van al vertedero terminan emitiendo metano, y una tonelada de este gas tiene la capacidad de generar efecto invernadero en la atmósfera, equivalente a 25 toneladas de CO2. “La bioconversión que hacemos en CircularCrop, en cambio, actúa al revés, como un sumidero de carbono”, afirma Santiago. “Por cada tonelada reciclada, se evitan las emisiones de cinco toneladas de CO2 equivalente, pues las larvas se comen el residuo tan rápido que no llega a descomponerse y emitir metano”.
“Además, uno de los productos finales es un fertilizante orgánico que vuelve a introducirse en el suelo, capturando efectivamente ese carbono que antes acababa en la atmósfera”, añade. “Y, además, en toda nuestra estrategia industrial está el uso intensivo de energía solar fotovoltaica y termosolar...”.
Pioneros
CircularCrop nació en 2018, y ya han participado en varios eventos y aceleradores: Unlimited Spain, Unilever, el Instituto de Tecnología e Innovación Europeo..., incluso con Airbus. “La pandemia nos frenó mucho”, admite Santiago, “pero esperamos volver a velocidad de crucero en 2022. Hemos pasado de la prueba de concepto, y ahora tenemos una ronda de financiación abierta, para llegar a una escala industrial. Nuestro objetivo para el año que viene es llegar a reciclar 5.000 toneladas de residuos al año”.
“El 100% de la producción agrícola almeriense debería ya ser orgánica”, afirma. “Y debería haber una estrategia de economía circular y de residuo cero. Eso es lo que nos puede distinguir del resto de países competidores. Debemos dar ejemplo al mundo de cómo hacer bien las cosas”. La demanda de productos sostenibles ya existe, y tiene una tendencia al alza. Ya somos pioneros en aspectos como el control biológico de plagas, “sólo tenemos que dar el siguiente paso y ser pioneros en la agricultura circular”.
Para ello es necesario desarrollar un plan estratégico de sostenibilidad, explica, “y que la financiación y las ayudas a la agricultura y la ganadería estén supeditadas a estrictos controles del destino de los residuos, y de qué se hace luego con ellos”.
SURFEAR LA OLA, O DEJAR QUE TE ARRASTRE
“Se avecinan tiempos muy interesantes, soy optimista”, dice Santiago Hernández. “En la actualidad internet hace que la difusión de la información sea abierta e instantánea, y que todo se mueva mucho más rápido. Lo que antes tardaba diez años en desarrollarse, ahora se hace en pocos meses, y con costes menores”.
La tecnología, además, se ha democratizado. “Si no se hubieran desarrollado entornos de programación de microcontroladores abiertos, como Arduino; si no hubieran aparecido impresoras 3D de bajo coste para desarrollar nuestra maquinaria; o no hubiera una diseminación de conocimiento de procesos y métodos, a través de internet, nunca hubiéramos podido desarrollar nuestra línea de producto, siendo, como somos, una pequeña startup”.
“La tecnología ha ido solucionando los problemas que nos hemos ido encontrando, como especie, a través de la historia. Es una ola que solo te deja dos opciones: o te subes y disfrutas surfeándola, o dejas que te arrastre...”.
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