Hace muchos años que no está doña Isabel Mateos, pero La Dulce Alianza sigue siendo la referencia más notable del Paseo de Almería. Y en este café devenido en cafetería, confitería y repostería –ahí es nada, desde 1888- desayuno cada mañana en su terraza con vistas a la Puerta de Purchena cuando tengo la suerte de estar en esta ciudad donde el Sol pasa el invierno (Rodolfo Lussnigg). La Dulce Alianza se ha subido unos portales más arriba del Paseo, se ha modernizado y actualizado en su servicio de mesas, pero no ha perdido el aroma inconfundible del Glaseado, la textura del coco de las Anamarías ni la dulzura sin empalago de los Vergara. Tampoco ha olvidado la ciencia antigua de los bollos dobles, del pan griego y de los melindres, ni las exquisiteces de las mínimas empanadillas de bocado y medio. Iguales que las que nos llevábamos en la merienda de los toros al palco abonado por mi familia desde 1927. Toda una paleta de colores y sabores a las que la luz de la Puerta de Purchena rubrica en esta mañana del día de los Santos en que he quedado a tomar café con dos periodistas para hablar de lo mismo: que esto se acaba, que el periodismo que hacíamos se lo han tragado las redes sociales. Porque los viejos plumillas ya no tenemos otro tema de conversación salvo que el Rey venga a Almería a entregarle un premio a Cosentino.
Lucía Méndez ha dado en el clavo con un artículo en el Boletín de la Prensa de Madrid en el que destroza ordenadamente el nuevo estilo de crear noticias para hacer depender el futuro de los profesionales del número de algoritmos que acumulen sus informaciones, independientemente de su calidad, credibilidad y respeto al canon tradicional e invariable que debe contener el mensaje o el aviso. Es un tema que a los tres amigos nos ocupa un buen rato. Sobre todo, cuando aparece en la conversación el hecho de cómo la vieja fórmula del lead o entradilla de la información ha saltado por los aires para una perfecta fidelización del lector hasta que termine el artículo. Es decir, de toda la vida en las primeras líneas del texto era exigible condensar la esencia y el nudo de la noticia, de suerte que en un pispás el lector tuviese perfectamente sabido de qué va el resto de la información, si bien con más detalles y miramientos. Pues no, los cerebros de los digitales han reparado en que el lead evita que el usuario siga leyendo, porque ya sabe lo principal, y ha inventado este nuevo sistema de información al revés que te obliga a llegar hasta el final si quieres saber cuántos segundos duró el paseo de Biden con Sánchez. Es decir, los periodistas tenemos que reciclarnos y olvidar todo lo que bien aprendimos en las Escuelas o Facultades de Ciencias de la Información.
Ya puede el joven licenciado haber bordado una información con sus fuentes y afluentes confirmados, su texto sin que le falte un perejil y titulada de manera concreta y expresiva, que si no recauda algoritmos tutiplén será amonestado antes de ser dado de baja en la plantilla de la Redacción. Y, ojo, tampoco puede desvelar en la titulación el meollo de la noticia: la habilidad estará en despertar la curiosidad del lector e ir trayéndolo toreado hasta la última línea después de varios clips para seguir el hilo de la historia y a mayor gloria de los algoritmos. O sea…
Bueno, el café de La Dulce Alianza es excepcional, ya que del Glaseado no podemos hablar porque su sola mención engorda. Lo digo porque entrar en otros temas de esta noble profesión hoy dúctil y maleable (Miguel Ángel Aguilar) necesitaría libros enteros. Y ya lo dijo Napoleón a sus mariscales: los comunicados de prensa deben ser breves y confusos. Dicho queda que nada nos excita más a los viejos periodistas que hablar de lo nuestro, incapaces como ya somos de poner remedio a un estado de cosas que se ha ido de todas las manos para situarse en el paraíso de los algoritmos en ese inescrutable pandemonio digital al que no estamos llamados los mayores en edad, saber y gobierno.
“No podemos engañarnos. La revolución digital ha transformado no solo el contenedor, sino también el contenido; y ha alterado por completo las reglas del ejercicio profesional y las buenas prácticas contenidas en la lista de mandamientos elaborados por las asociaciones profesionales de todo el mundo”. Así lo resume Lucía Méndez en su esclarecedor artículo titulado “El algoritmo sustituye al periodismo”, publicado en el número 42 de www.cuadernosdeperiodistas.com
De esto y de las delicias de la confitería hemos hablado durante largo rato tres amigos, periodistas por supuesto, que como en toda tertulia que se precie no hemos conseguido arreglar el mundo (el mundo de la información). Y hemos quedado en seguir otro día a ver si más adelante se nos ocurre algo que devuelva a este oficio el viejo arte de hacer noticias.
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