Hubo una época en un grupo de almerienses hicieron lo que ahora sería imposible: doblarle el brazo a su compañía eléctrica. Ocurrió en un tiempo remoto, pero por la misma guadaña que amenaza hoy en cada recibo a los consumidores de la provincia y de toda España: el precio del recibo de la luz.
Fue en el 1916, bajo un tiempo apacible caracterizado por las aguas mansas de la Restauración, cuando en la ciudad de la Alcazaba ya se había dado un salto importante en la electrificación de las viviendas; fue en ese momento cuando- como en una Revolución Francesa por la subida del precio del trigo- los almerienses se echaron a la calle porque la Compañía Lebón les pretendía triplicar el precio de la luz (nada nuevo bajo el sol al ver lo que sucede ahora).
La francesa Lebón, que actuaba en régimen de monopolio, pretendía subir el recibo de 0,65 céntimos el kilovatio a 1,75, alegando la carestía de carbón vegetal provocada por la I Guerra Mundial. El descontento del vecindario se había calentado también por otras razones como la supresión del fluido más temprano de lo normal (once de la noche), los apagones cada vez más frecuentes y la instalación de cada vez más postes en las vías principales.
Los cobradores de Lebón, que ya tenía la fábrica de generación en la calle Marqués de Comillas con la calle de la Vega (actual Rueda López) empezaron a pasar el recibo con los nuevos precios y Almería entera reaccionó como un resorte. La tensión se agudizó durante el verano y se creó la Liga de la Defensa en la que participaban la Cámara de Comercio, el Círculo Mercantil y los sindicatos obreros bajo el lema ‘Almerienses, la unión hace la fuerza”. Encontraron un aliado en el alcalde, Francisco Pérez Cordero, que se puso a favor del vecindario. Francisco Pérez era hijo de un preboste local, Emilio Pérez Ibáñez quien da nombre a la Plaza Circular y padre del que fue también alcalde y abogado del Estado, Emilio Pérez Manzuco. Pérez Cordero fue después uno de los primeros hombres de Franco en Almería y fue nombrado Gobernador Civil en 1939.
Otra de las grandes armas de los almerienses contra Lebon fue la prensa. Sobre todo a través de la pluma afiliada de Fausto Lagasca Rull, un inspector técnico municipal que con sus artículos, firmados con el pseudónimo Alfa, puso contra las cuerdas a la mercantil francesa. Era Lagasca un tipo honrado, de escritura vigorosa, que frecuentaba el género epistolar denunciando las chapuzas de la luz, a quien los administradores de Lebón temían como a un escalpelo.
Desde la primavera hasta finales del verano la lucha en la prensa y en los despachos municipales fue encarnizada. La mayoría de los recibos eran devueltos por los vecinos y Lebón amenazó con cortar el suministro, como así hizo en algunas viviendas particulares, no en el alumbrado público. La compañía Lebón gestionaba un mercado del que disfrutaba en régimen de monopolio en esas fechas a través de un convenio con el Ayuntamiento en el que se suponía que estaba obligado a subir precios en una proporción mínima anual. Había abonados por contrato y otros a tanto alzado, que era como ahora fijos y variables y estos últimos eran mayoría y los que se veían más perjudicados.
En la campaña de prensa entró también en liza el poeta José Durbán Orozco quien compuso unos ripios muy celebrados: “Pobre ciudad de Almería/por Lebón siempre vejada/otro gallo cantaría/ en esta ciudad desgraciada/si como al pobre coplero hiciera/no entregarle su dinero/ y usar otra luz cualquiera.
Finalmente, la casa parisina de energía eléctrica y de gas tuvo que entrar por el redil porque el ayuntamiento llevó el caso a los tribunales y comprobaron que eran más los perjuicios que los beneficios si no echaban marcha atrás con la subida de las tarifas. Fue un triunfo de los consumidores, de los almerienses unidos contra la gran compañía suministradora, con tentáculos en varias ciudades españolas. Y la ciudad lo celebró a lo grande con un banquete en el Salón Ideal, en la calle Sagasta (actual General Tamayo), esquina Reyes Católicos, donde hubo más de 500 comensales. En la presidencia estuvieron el aguijoneador Fausto Lagasca y el alcalde Pérez Cordero. El Sexteto Sánchez amenizó la celebración y el menú -paella valenciana, ternera a la macedonia, bizcocho madrileño y vinos Valdepeñas- fue servido por el Hotel Simón, Inglés y La Perla.
La Compañía Lebón estuvo casi en los inicios de la electrificación y de la gasificación de la ciudad, desde finales del XIX.
La primera fábrica de luz eléctrica fue la de La Constancia en 1890, que estaba situada junto a los aljibes del barrio de la Coca (Quemadero) y fue promovida por el fotógrafo Agustín Morales y por el médico Pascual Sánchez Rodríguez. Ellos empezaron a tender cables por las calles vecinas, aunque pronto la vendieron -en 1892- a Guillermo López Rull y a Bernabé Gómez Iribarne. En 1896 es cuando la compra Lebón, quien ya tenía en Las Almadrabillas la vieja fábrica del Gas, donde luego se hicieron las piscinas sindicales y ahora el Ego Sport Center.
La instalación había quedado muy mermada por la riada de 1891 y sus administradores decidieron dar el salto a la energía eléctrica más en boga en ese momento. Así, tras comprar La Constancia, promueven la fábrica de Marqués de Comillas que inauguran en 1898. También absorben en 1913 la compañía Mongemor, que había nacido en 1904 para el aprovechamiento de un salto de agua en Ohanes. Con Lebon la ciudad da un salto cuantitativo y de calidad de servicio, electrificando todo el centro. Hasta que los sucesos de 1916 y su empecinamiento en subir los precios la hacen una compañía muy impopular.
En 1924 deciden vender a la compañía Fuerzas Motrices del Valle de Lecrín, especializada también en generar electricidad a través de saltos de agua. Después vinieron El Chorro, Sevillana, hasta la actual Endesa.
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