Julio Marín Molina lleva ya 20 años trabajando en el departamento de Electrónica del Observatorio Astronómico Hispano-Alemán de Calar Alto. “Comencé apenas un año después de terminar la carrera, prácticamente, allá por 2002...”, dice, y por un momento se queda pensando en el tiempo transcurrido. “Y soy técnico de telescopios e instrumentación científica”, añade. “Pero, sobre todo, soy feliz aquí...”.
Julio es de Cantoria, y desde pequeño le gustaba desmontar todo lo que caía en sus manos, para ver cómo estaba hecho. Estudió Ingeniería Técnica en Electrónica Industrial, en la Escuela Politécnica de Jaén, aconsejado por su padre, que, “ya en aquél entonces, vio que la electrónica sería una buena opción de futuro”, recuerda. Luego ha hecho un máster de Gestión de Proyectos, y otro de Dirección de Empresas.
Trabajó un tiempo en electromedicina, en Murcia, y luego en otra empresa... Pero el destino se le cruzó, precisamente, a través de un anuncio en La Voz de Almería, que le envió su padre, para un empleo en Calar Alto. “Creo que todavía lo tengo guardado en algún cajón”, sonríe. Vino a hacer una entrevista personal, luego lo citaron a otra, en el propio observatorio, y al poco tiempo le dijeron que estaban interesados. “Y me vine a Cantoria”, dice. “En los primeros años iba desde allí. Hay más o menos el mismo tiempo en coche que desde Almería, donde vivo ahora. Unos 45 o 50 minutos...”.
Instrumentos
“En nuestros departamentos trabajamos, principalmente, toda la instrumentación que se pone en los telescopios”, explica. “Que depende de cada programa astronómico, de cada astrónomo que viene allí a observar. Hay un abanico de posibilidades, de instrumentos científicos, que ofrece el observatorio, y ellos eligen los que mejor se ajustan a sus necesidades, y también las noches, y las épocas del año...”.
“Nosotros, entonces, nos encargamos de cambiar los instrumentos, de la renovación de los telescopios, y su mantenimiento... Además, de los nuevos instrumentos que vienen”, agrega, “porque eso es dinámico, están en constante renovación, evidentemente. Y también los telescopios y las cúpulas. Tenemos que estar pendientes de ellos, mejorándolos, actualizándolos...”.
En el grupo de electrónica trabajan por turnos, varios compañeros, y cada cinco o seis semanas hacen turnos de fin de semana, apunta Julio. “Y una noche a la semana también nos quedamos de guardia, y dormimos allí, en las instalaciones, que tenemos habitación propia”. Julio recuerda que, principio, las infraestructuras del observatorio lo asombraron.
“Es impresionante”, dice. “Por ejemplo, todos los edificios están conectados subterráneamente por túneles. Por allí va el agua, la luz, la fibra óptica, y otros servicios; y pueden ir personas. Hay veces que la nieve es tanta, que nuestra máquina quitanieves no da abasto, y en vez de esperar para ir a un telescopio, o un laboratorio, bajamos y llegamos por allí. La verdad es que nuestras cúpulas, de por sí, son impresionantes, y grandes. Pero hay mucho más...”.
Vivir e investigar
“Está todo muy bien preparado”, continúa Julio. “Pero es que lo ha estado siempre, desde hace más de 40 años que lleva el observatorio funcionando”. La comida, las condiciones de vida para quienes deben quedarse varios días... “La verdad es que es digno de ver. Sobre todo los compañeros de Astronomía, que son los que observan por las noches, pueden estar seis, once noches allí. Son los que más viven y disfrutan esas instalaciones”.
“Y también los astrónomos que piden tiempo para observar ellos mismos, y vienen de todo el mundo. Si les han dado cuatro, ocho noches, y vienen de Estados Unidos, Francia, o China... Tienen que tener tiempo para trabajar, pero también de desahogo: hay un gimnasio, una sala de juegos, una sala de lectura, tienen internet, obviamente... Una infraestructura completa para vivir, no solo trabajar”.
Trabajar en Calar Alto, además, que se encuentra a 2.168 metros de altura en plena Sierra de Los Filabres, tiene sus peculiaridades. “En verano e invierno no hay tanta diferencia... Hombre, la hay, entre estar en la montaña y a nivel del mar, puede haber diez grados de diferencia, y hay días que menos. Pero en otoño y primavera se puede dar el caso, sin ningún problema, de diferencias de temperaturas de 20 o 21 grados. E impresiona más si te digo que allí, a lo mejor, estás a 2 o 3 grados, y bajas a Almería y estás a 24...”.
Otro ejemplo: los coches. “Las ruedas, los discos de freno... Se desgastan mucho más, o se calientan, a veces... Todos en el observatorio tenemos cadenas o fundas para la nieve, claro; pero casi todos hemos cambiado a ruedas, o mixtas, o de invierno, que nos permiten, muchas veces, conducir sobre la nieve cuando ya apenas te queda poco para llegar, sin tener que bajarte a mitad de una cuesta a poner las cadenas o las fundas... Y al bajar, igual...”.
Aplicaciones
Otra cosa curiosa que aprendió Julio cuando llegó al observatorio, fue la cantidad de aplicaciones que encuentran luego, en nuestras vidas diarias, las investigaciones y los materiales que se crean para la observación astronómica. “Por ejemplo, las cámaras digitales, las que tenemos en nuestros móviles, son gracias a la astronomía”, afirma. “Los primeros CCD, los primeros elementos electrónicos que eran capaces de convertir la luz visible en una imagen digital, se crearon para los observatorios astronómicos...”.
Julio habla con pasión de su trabajo, siempre en constante aprendizaje, con instrumentos y proyectos en primera línea de la investigación científica mundial. Explica el aluminizado, un complicado proceso mediante el cual se aplica una capa micrométrica de aluminio a los espejos de astronomía. Habla del proyecto CARMENES, de la red de sensores que están instalando para monitorizar las condiciones ambientales... “Es bueno que la ciudadanía conozca lo que hay en Calar Alto”, afirma, “pues así se conciencian de que hay que cuidarlo. Siempre doy folletos a la gente para que se organice y vaya, y vea aquello”.
UNA RED DE SENSORES METEOROLÓGICOS
Cuando le pregunto por los proyectos de futuro en que trabaja en la actualidad, Julio Marín recalca uno que llevan a cabo en Calar Alto, y que involucra a casi todos los departamentos del observatorio, pues “todos participan, en mayor o menor medida, en cualquier proyecto de mejora o actualización; somos un engranaje, es un lujo”, afirma.
“Estamos trabajando en la instalación de una serie de sensores meteorológicos en red, repartidos por todo el observatorio”, explica. “Y esta red, a su vez, está conectada a cada una de las subredes de control de cada telescopio, permitiendo cerrar las cúpulas en caso de un cambio repentino de las condiciones meteorológicas”.
“Esto surgió”, añade, “porque la máxima del departamento de Electrónica, y del resto de los departamentos técnicos del observatorio, es la de facilitar a los compañeros y compañeras del departamento de Astronomía, el que puedan concentrarse en lo que realmente les importa y les fascina, que son las estrellas”.
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