Son pocos los que conocen el origen de este día. Sin embargo, con la intención de no extendernos demasiado, recordaremos que su origen es variado. En primer lugar, tiene un origen pagano donde, durante la Lupercalia (festividad que se llevaba a cabo del 3 al 15 de febrero), se le rendía culto a Luperca, diosa mitológica que amamantó a Rómulo y Remo (fundadores de Roma). En esta festividad, donde Roma se llenaba de hombres y mujeres desnudas, se realizaban comidas en abundancia acompañadas de una alta ingesta de alcohol, orgías y sacrificio de animales e incluso, en muchas ocasiones, azotaban a las féminas para “comprobar” su fortaleza, fertilidad y aliviarles futuros dolores en el parto, entre otras razones. Esta festividad fue abolida por la iglesia católica en el año 494 d.C.
Así mismo, es más extendida la historia del mártir San Valentín, quien fue condenado a muerte un 14 de febrero por el emperador Claudio II. Este emperador prohibió todo tipo de matrimonio con la intención de que sus soldados no se distrajeran con todo lo que gira en torno a la familia. Sin embargo, el sacerdote y médico Valentín seguía casando a las parejas en la clandestinidad. Finalmente, es el Papa Gelasio I quien lo nombró santo mártir.
San Valentín, ¿consumo excesivo?
Hablamos con el maestro y sexólogo, Jesús Alonso sobre todo lo que conlleva ‘el día del amor’. “Personalmente, creo que no debemos caer en la frase demagógica “San Valentín es todos los días”. Seamos realistas, claro que debemos nutrir nuestra pareja todos los días, sin embargo, ¿eso es incompatible con dedicar un día del año en nuestro calendario a ser un poquito más “especiales” en este sentido? Creo que para nada es incompatible”.
Tenemos muchas celebraciones en nuestro calendario y cada persona la vive, la celebra como mejor le parece. Igual deberíamos juzgar menos en este sentido y tolerar más, ya que hay una cosa que está clara y es que vivimos en una sociedad de consumo. Ahora bien, otro tema sería debatir si estamos educados en un consumo responsable o no. En lo que al ámbito de la pareja o relaciones sentimentales se refiere yo diría que el problema está cuando nos tomamos este tipo de fechas como un cumplimiento de la obligación. Y me gustaría recalcar la palabra cumplimiento, donde “cumplo y miento” es decir, cuando nos tomamos por obligación tener que regalar para cumplir y como se dice comúnmente “quedar bien” en definitiva, porque es lo que toca, olvidándonos de decir un te quiero todos los días, por ejemplo, comenta Jesús.
¿Estamos tan ocupados y somos tan violentos que tenemos que dedicar un día para el amor?
Bueno, realmente es el día de los enamorados y no el día del amor. Quizás sería más correcto decir día del amor, es posible. No obstante, yo me decantaría más bien por llamarlo DÍA DEL ENCUENTRO, ¿por qué? porque veo una sociedad carente de, precisamente, aquello que yo llamo el encuentro vivo. Se ha demostrado científicamente que aquellas personas que sufren algún tipo de enfermedad tumoral mejora su estado de salud cuando se activa potencialmente la hormona del encuentro, la oxitocina.
Por otro lado, hoy en día, contamos y retransmitimos todo en nuestras redes sociales, nos comunicamos con una facilidad asombrosa, pero no somos capaces de identificar, interpretar, transmitir y gestionar determinadas emociones, o lo que es lo mismo, a practicar una escucha activa, lo cual nos lleva a enfermar la mente y, por consiguiente, tener relaciones tóxicas, dependientes o cargadas de incomodidades, sean de pareja o no.
De la misma forma y no menos importante, nos lleva a ser más violentos, entendiendo este concepto no sólo como una agresión física hacia el prójimo, sino a ser violentos desde la envidia, el rencor, la rabia o utilizando un arma tan poderosa como la palabra de forma no muy adecuada.
Por tanto, si, debemos dedicar no sólo un día, sino todos los que podamos a romper nuestras cadenas y quitarnos esa coraza como la que describía Robert Fisher en su libro el caballero de la armadura oxidada la cual nos impide amar incondicionalmente. Y no me refiero a amar sin límites, donde este todo lo puede, no. Me refiero a entender que al final del camino, todos desembocamos en una misma orilla y, por tanto, no podemos perder nuestra vida anhelando, envidiando o rivalizando (no confundir con la competencia), sencillamente porque esto nos enferma.
El amor, según la ciencia, sana
Para mí, como sexólogo especializado en asesoramiento y educación sexual, resulta de vital importancia transmitir esta información y es que la fuerza del amor transformador, ese que te escucha, ese que demuestra que no quiere estar en ningún otro sitio nada más que contigo, sana. Es en ese punto donde la tristeza, los dolores del pasado y las ansiedades del futuro comienzan a mitigar y mejora tu nivel de bienestar.
Y es que el amor interfiere tanto a nivel mental como nivel corporal. Ya lo decía el gran Antonio Damasio, demostrando mediante estudios en personas con tumores y hemorragias cerebrales que los procesos mentales son corporales y viceversa.
Sin embargo, este concepto, como buenos hijos de Descartes, no termina de encajar del todo en nuestra sociedad y, por consiguiente, en nuestras relaciones emocionales. De este modo, Descartes hablaba de la mente dualista, de la red cogitans y la red extensa, separando cuerpo y mente. Hoy se ha demostrado con estudios de resonancia funcional magnética como el amor tiene la capacidad de sanar. Una persona que no se siente escuchada, que no experimenta el encuentro, en definitiva, no se siente querida, se ha podido observar que en ella se activan zonas del cerebro similares a cuando se produce un accidente con daños físicos.
Sin embargo, tal y como describe el Dr. Mario Alonso Puig con un ejemplo muy representativo; cuando éramos pequeños y nos dábamos un golpe, nuestra madre o nuestro padre nos decía “sana sana culito de rana, si no sana hoy sanará mañana”, el dolor mitigaba, ¿por qué sucedía esto?
De lo contrario, cuando nos decían “eso te pasa por asuntero/a”, “te lo estaba diciendo, te lo mereces…” el dolor era el mismo o más porque te sentías culpable.
Por ello, ese sentirse acogido/a mejora consustancialmente la salud de las personas y lo que es más fascinante, ¡sana!. Ya lo dijo Hipócrates: “las fuerzas naturales que se encuentran dentro de nosotros son las que verdaderamente tienen la capacidad de curar enfermedades. Y si, debemos dedicar tiempo a atender sin preocupación, es decir, sin estar ocupados antes de. Si para ello tenemos que dedicar un día a amarnos, ya sea en pareja, a nuestros amigos, a nuestra familia, a nuestra mascota, ¡hagámoslo!. Ojalá pudiera ser con la misma intensidad todos los días.
¿Es nuestro objetivo en la vida enamorarnos?, ¿Qué ocurre con las personas que pasan solas este día?
Creo que, en determinados casos, nos autoimponemos el tener que vivir en pareja. Son muchas las presiones sociales que giran en torno a que el objetivo de nuestra vida es tener una pareja y formar una familia, sobre todo llegados a una determinada edad, pues todos tenemos un amigo/a que ya se ha casado o que incluso ha tenido hijos.
Yo diría que más que tener como objetivo enamorarnos si que deberíamos plantearnos en la vida el amar, en general, un poquito más. Un amor que nos permita, como hemos dicho antes, ser generoso sin esperar nada a cambio. Un amor que nos permita desarrollar nuestra compasión, entendiendo esta no como lástima, sino comprender el sufrimiento de otra persona y sentirte llamado a hacer algo para reducirlo, con lo quesea, con lo que puedas, con lo que tengas y donde estés. La compasión ha sido capaz de reestructurar el cerebro humano.
Hace algún tiempo, alguien me dijo que la soledad no existía, que era un constructo de la mente dualista una vez más, donde estás con alguien o estás solo. No obstante, el sentirse solo en días como estos nos hace mirar hacia lo más profundo de nuestro ser, siendo realmente crueles con nosotros/as mismos/as, dejando que nuestro Mr. Hyde tome el control de nuestras emociones. Pero por más que quiera esa parte más perversa de nosotros hacernos sentir como una “mierda” y perdón por la expresión, es imposible estar solos en un mundo donde hay 8.000.000.000 de personas.
Lo que ocurre que la química juega un papel muy importante en estos momentos y me explico; la sensación de sentirse encontrado, acogido, escuchado, amado y querido, en general, produce un efecto placebo que ya desde pequeños se nos viene produciendo en el seno familiar, como hemos ejemplificado antes, debido a que el cerebro genera opiáceos, o lo que es lo mismo, sustancias derivadas del opio, pero producidas por nuestro organismo.
Quizás, deberíamos trabajar desde edades más tempranas para desarrollar esa inteligencia emocional que nos ayude a manejar, de una forma más equilibrada estos momentos de tristeza, que, por otro lado, son totalmente normales y propios del ser humano.
Y sobre todo y con esto concluyo; somos buenísimos, como he dicho, juzgando y etiquetando, es lo que hace nuestra mente dualista, pero no somos tan buenos escuchando, preguntando u observando, decimos en cambio: “¿esto no será para tanto?”, “esto no entiendo cómo te ha podido pasar”…, quizás, no lo sé, deberíamos utilizar días como el de San Valentín para reflexionar sobre cuánto tiempo dedicamos al encuentro del que hemos hablado. Quizás, no lo sé, deberíamos pararnos y preguntarnos ¿demuestro todos los días a las personas que tengo a mi alrededor y que me importan que las quiero? O quizás, no lo sé, deberíamos preguntarnos si vivimos en un mundo donde compramos amor porque, sencillamente, no somos capaces de generarlo por nosotros mismos.
Quizás, deberíamos reflexionar si nuestra clase política trabaja en consonancia por un bien común de forma respetuosa y con el afecto que, por el mero hecho de ser personas nos merecemos todos, o si en nuestro puesto de trabajo intentamos siempre estar por encima del compañero/a en lugar de aprender y retroalimentarnos constantemente o si quizás en nuestra pareja estamos siendo libres en nuestro amor.
Ojalá ese San Valentín del que nos hablan nos eche una mano en este recorrido.
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