La vida de José González Canet era un torrente continuo. Sus ocupaciones profesionales no le impedían seguir con su carrera política y mantener un firme compromiso con la sociedad almeriense de aquella época. Formó parte de las comisiones que trabajaban para la construcción del ferrocarril y de la que se puso en marcha para que la provincia de Almería tomara parte en la Exposición Histórico Americana de Madrid, con motivo del cuarto centenario del descubrimiento de América.
En política alcanzó uno de sus grandes anhelos, en 1891 fue nombrado Senador electo del reino por la provincia de Almería. Siendo Senador le tocó vivir los graves sucesos de la inundación del once de septiembre de 1891, cuando en apenas dos horas, la tragedia se cebó con la provincia y especialmente con la capital, que marcó aquella fecha como una de las más tristes de su historia. La inundación dejó su rastro en todas las calles de Almería y en cada familia.
Fue muy estimada entonces la colaboración de José González Canet, que como banquero movió todos los hilos para conseguir que el Banco de España donara la cantidad de diez mil pesetas para socorrer a los vecinos más necesitados, y que como político mantuvo un contacto permanente con el Ministro de la Gobernación para que el Reino no se olvidara de la provincia.
En uno de los telegramas que el señor González Canet envió al ministro, le pedía: “Me dirijo a V.E. llamando su atención sobre necesidad absoluta e imperiosa acudir mañana mismo a reparar provisionalmente destrozos ocasionados en carreteras que tienen capital aislada, impidiendo transporte frutos en esta época de continuos embarques. Como esta interrupción ocasionaría perjuicios mayores todavía que la catástrofe, como Senador por esta provincia le ruego encarecidamente dé órdenes oportunas por telégrafo para habilitar carreteras sin perder momento”.
Como se puede entender por el contenido del telegrama, el señor Canet defendía a la vez los intereses comerciales de los almerienses y los suyos propios, que estaban puestos en gran medida en que la uva de Almería pudiera acabar en los destinos habituales. Las dos suscripciones más importantes que se abrieron después de la riada fueron una por iniciativa del periódico ‘La Crónica Meridional’ y otra que puso en marcha de forma particular la Casa de José González Canet, con una cantidad inicial de 250 pesetas donadas por el propio empresario. También fue promotor de la suscripción de la Cámara de Comercio para socorrer con prendas de ropa y en efectivo a los que habían quedado sin recursos.
En aquellos años la ciudad de Almería peleaba por dos grandes proyectos: el encauzamiento de las ramblas que terminara con las temidas inundaciones, y la definitiva llegada del ferrocarril, que se esperaba como la panacea para terminar con el aislamiento secular de la provincia. Desde que se puso la primera piedra para la llegada del tren, en el verano de 1890, hasta que por fin llegó el primer vagón a la estación, cinco años después, José González Canet fue uno de los personajes que más apoyó el proyecto. Colaboró económicamente, donando treinta y cuatro mil quinientas pesetas, para la construcción de la avenida principal hacia la estación y apoyó todas las iniciativas tomadas por Ivo Bosch, considerado como uno de los padres de nuestro ferrocarril. Por fin, en el verano de 1895, los almerienses vieron venir la primera máquina anunciando nuevos horizontes. Fue un caluroso 25 de julio, una fecha que quedó grabada para siempre en la memoria de la ciudad.
Al día siguiente de la llegada del primer tren, José González Canet, en nombre de la Cámara Agrícola, ofreció una comida a los miembros de las comisiones que habían llegado a Almería para inaugurar el ferrocarril. El escenario escogido fue su espléndida finca de la vega llamada ‘El Consuelo’, donde los invitados disfrutaron de una jornada inolvidable, no solo por la comida, sino por un suceso que ocurrió después, que estuvo a punto de marcar trágicamente la jornada festiva. Sucedió que cuando Ivo Bosch regresaba a la ciudad en un coche de caballos, al dar una vuelta rápida en la entrada de la Rambla de Alfareros, el cochero salió volando. El carruaje, con los caballos desbocados, atravesó a toda velocidad la Puerta de Purchena, el Paseo, la calle Gerona y el puerto. Ivo Bosch, ante la posibilidad de estrellarse, optó por saltar del coche en movimiento, acto que le salvó la vida.
La actividad de González Canet era frenética. Estaba comprometido en cien empresas sin dejar a un lado la actividad política y su vinculación permanente con la cultura y la sociedad de su tierra. Los mejores alambres de acero y el mejor sulfato de cobre se vendían en sus almacenes de la calle Álvarez de Castro, donde además se despachaba el bacalao recién importado de Noruega y la cebada de mayor calidad que había en el mercado. En el verano de 1897 trajo un cargamento de cebada desde el puerto de Marsella, procedente del Mar Negro, en un barco con cincuenta mil fanegas que fueron recibidas como un tesoro debido a la mala cosecha de ese año.
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