Las veinte chicas del CPD Kina Jiménez que el 17 de abril ponen rumbo a Portugal para participar en la primera experiencia Erasmus+ de un conservatorio de danza andaluz -es el segundo de España en lograrlo- nacieron al ritmo mucho antes de que sus padres, en un ejercicio de voluntarismo, se lanzaran a inscribirlas en las pruebas de acceso. Antes incluso de las primeras palmas y bailoteos en la cuna. El ritmo que hace humanas a estas artistas adolescentes está vinculado a los latidos del corazón en el vientre de sus madres. Ahí despiertan los sentidos, el alba del lenguaje corporal del que emana la danza, la capacidad del ser humano de transmitir belleza con el movimiento. La danza, sí, fue antes que la palabra. Y antes que la escritura.
Abril va de palabras, pero en portugués. El equipo del CPD Kina Jiménez viaja hasta Faro (Portugal), capital del Algarve. Durante dos semanas -hasta el 28 de abril-, las chicas de danza española, baile flamenco y danza clásica vivirán en comunidad con estudiantes de Danza del instituto de Formación Profesional Tomás Cabreira. “Salir y ver cómo trabajan otros alumnos fuera de nuestro país, que viven sus mismas experiencias” es la razón de ser de esta aventura de movilidad, dice a La Voz Isabel Guirado, directora del Conservatorio. En aras de ese objetivo, María del Mar Cañabate, coordinadora del Proyecto Erasmus+, y un grupo de trabajo del centro presentaron hace un año un proyecto. Sin complejos: “Nos sorprendió cuando nos lo concedieron. La experiencia abre muchas miras. Es algo que empieza. Tendremos que aprender. Estamos muy felices”, sostiene Guirado.
Se oye, como ecos en la tarde, el zapateo de las bailarinas. Una guitarra: el Niño de las Cuevas. El piano, de fondo. De repente, alguien grita: “Y… grand plié”. Los tacones de las flamencas, otra vez, se funden con el violín. Las de clásico, de puntillas: “Relevé”, el empeine elevado hasta el límite del dolor. Baja la escalinata, elegante, una señora. Le dicen Kina: “El Erasmus es algo maravilloso. Los alumnos conocen otra enseñanza. Se relacionan con otra gente. Es una satisfacción”, nos cuenta. Aún contempla, por el ojo de buey de las aulas, la adultez de aquel proyecto que un día vio nacer.
“Yo estoy pendiente, somos una gran familia”, evoca. Isabel Guirado no deja que la nostalgia empañe el baño de realismo al que la desidia ha sometido al Conservatorio durante décadas: “El primer año, a principios de los ochenta, las profesoras llegaban desde Murcia. Se daban clases en un piso del edificio Concordia. Luego se trasladaron a la calle Javier Sanz. Y, más tarde, en frente del Teatro Apolo”, recuerda. A Kina le persigue todavía la musicalidad y el virtuosismo de aquellos atardeceres. Cada pirouette, cada matiz con las castañuelas, cada palo, cada giro, cada palma, cada salto es un guiño a los orígenes: “Empezamos con pisos alquilados. En unas habitaciones ponían una barra. Cuatro alumnas en la misma barra no cabían”, recita.
Por la puerta, las chicas de Sexto. Son pocas, no todas aguantan el rigor de casi 20 horas semanales. Dos niñas de Básica, con su malla rosa, miran. Es la admiración de quienes desean llegar a la cima del sacrificio. Los padres, fidelidad prusiana. Es la historia de un sueño que comienza en los años 70. Entre la parroquia de Monserrat, cerca de la vieja ermita destruida en la guerra civil, y el IES Alborán, la JJAA decide levantar un edificio de 2.852 metros cuadrados. En 1984, el Ayuntamiento cede la parcela.
Entre 60 proyectos, gana el equipo de arquitectos Pentagrama. En el 86 comienzan las obras. 18 meses. El seis de noviembre de 1987 se abren las puertas. El 20 de enero de 1988 se crea la Escuela de Arte Dramático y Danza, Sección Danza. Y un dato: en el curso 86-87, eran 1.618 estudiantes de Música, 299 de Danza Española (solo siete hombres) y 73 de Danza Clásica (ni un solo varón).
31 años después, el 26 de marzo de 2021, Javier Imbroda, exconsejero de Educación fallecido este sábado, ponía la primera piedra del nuevo Conservatorio de Danza. Guirado no lo olvida: “Hace justo un año de aquel acto, que se hizo con mucha ilusión”. La parcela, ahora, está en la Vega de Acá. “Siempre teníamos que pedir el Auditorio para actuar”, rememora Kina Jiménez, quien, como el resto de profes, saben lo que significa el apilamiento humano en aulas hechas para tocar el piano o la guitarra. La AMPA, hoy más laxa en sus reclamaciones, galvanizó las protestas. Han sido demasiados lustros de uso de varias instalaciones a la vez. El IES Azcona, IES Alborán, CEIP Padre Méndez o el CEIP Ciudad de Almería han sido mudos testigos del aquelarre de cada día, el trasiego de sombras por los pasos para peatones, el traslado forzado de un centro a otro, el croquis de los padres para averiguar por dónde entraban y por dónde salían. En septiembre, nueva sede: aún no se lo creen. Y nueva especialidad: tampoco. Por primera vez, Almería tendrá estudios profesionales de Danza Contemporánea, otra vieja aspiración de la AMPA.
“Hace tiempo que lo estábamos solicitando”, apostilla Kina. La coordinadora Erasmus+, María del Mar Cañabate, asiente: “Abre nuevas oportunidades profesionales. Nos hace crecer como centro. Aumenta nuestra oferta educativa”. Y por si estos planes se quedan en somnolencia, otra ambición satisfecha: es el primer centro que inicia una unidad integrada entre el IES Alborán y el Conservatorio. El alumnado estudiará de manera simultánea tanto Primero de la ESO como Primero de Enseñanzas Profesionales de Danza, con una una reducción de ocho horas semanales, que los alumnos darán por la mañana. El resto, las menos, por la tarde.
Como la Aurora de la Bella Durmiente, también el Kina Jiménez pinchó con su huso: la indolencia institucional. En su apacible sueño de cien años, solo el apuesto príncipe podía despertar a la hija del rey Florestán. No fueron cien, sino 37 los años de aturdimiento. Pero, a veces, aparece un Désiré. Y el príncipe, que príncipe es, baila con Aurora un Grand pas de deus. Y una mazurca.
Como la bella durmiente del bosque de Perrault y los Hermanos Grim. Como la de Chaikovski. El Conservatorio de Danza ha despertado, claro, de un profundo letargo. Un cuento de hadas para un centro que ha sido, en esencia, una Bella Durmiente, pese a los intentos por despertarla.
El septiembre, las hadas volverán. Bailarán en amplios salones las princesas con sus damas de honor. Los músicos de Padre Méndez tocarán los violines porque se quedan solos. Carabosse, que es el tiempo perdido, perderá su trono. Aparecerá, entonces, el Hada de las lilas. O sea: el futuro.
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