Rafael Albertí, Serrat, Carlos Cano y tantos otros han reivindicado el sentido popular. El hijo de Oria, José Luis Masegosa Requena, periodista de Canal Sur Radio y Televisión, profesor de la Facultad de Comunicación y Documentación de la Universidad de Granada. Masego es, sin tópicos, una de las enormes personas que la provincia y quien escribe en particular tiene el privilegio de disfrutar. Extraemos y resumimos un párrafo de su pregón original que contó con sonidos y actuaciones: “En uno de mis recientes artículos me refería al último verso de don Antonio Machado, ´estos días azules, este sol de la infancia´, que fue encontrado por su hermano José poco antes de morir en el desvencijado gabán con el que abrigó sus últimas horas en el exilio de Colliure.
El malogrado poeta rememoraba tal vez así, en la antesala de la muerte, sus días de sosiego y felicidad. Al amparo de este prisma voy descubriendo el relato de la Semana de Pasión, en la búsqueda de la infancia espiritual, tan certeramente plasmada por Leopoldo Panero en su invocación: ¡Como el último rezo de un niño que se duerme y con la voz nublada de sueño y de pureza, se vuelve hacia Ti el silencio, yo quisiera volverme hacia Ti, y en tus manos desmayar mi cabeza. Los preámbulos de la Semana de Pasión se escriben con trasiegos hogareños. Hay nervios, inquietud, deseos. El primer atuendo nazareno, que es doble: Túnica negra con corazón rojo, fajín, capa y capirucho azules, para mí, y túnica morada, cíngulo amarillo, capa y capirucho blancos para mí hermano. Los dos en las dos hermandades de Penitencia, aunque yo usé más el negro que el morado hasta su ausencia. ¿La artífice? Quiteria Moreno, “La Tartamuda”, costurera de larga trayectoria y maestra de la aguja, a la que seguiría en la confección de nuestros postreros trajes Ramona Carrión, que con el tiempo dejaría la impronta de su arte costurero en las filigranas de un corazón hecho manto durante años, el de Nuestra Virgen de los Dolores.
Las pruebas de la confección acrecientan la ansiedad. Hay prisas porque llegue el día anhelado: La primera salida, el primer desfile con aquellos hombres enmascarados que tanto se parecían a los fantasmas tan temidos, que en noches de tiniebla, dicen, deambulaban por las calles y a los penitentes de suculento caramelo que nos traía mi padre de Murcia. Aquellas dulces figuras que engullíamos desde el capirote a los pies sabían a una Pasión lejana, a una Semana Santa de ensueño, a unos cristos y a unas vírgenes en blanco y negro que nos dejaban embelesados en los reportajes que el NODO nos regalaba durante el tiempo santo antes de la proyección de la película de turno (para todos los públicos, por supuesto, que para algo existía la censura) en el mítico cine parroquial de la agónica Ermita Vieja, que hoy lanza a todos los vientos una urgentísima llamada de socorro antes de desaparecer bajo sus propios despojos…Este no es un Pregón de Semana Santa al uso, (ya lo adelanto) sino acaso una íntima y sentimental confesión en voz alta de algunos retazos de mi vida que os quiero compartir. Por eso, yo invito esta tarde a cerrar los ojos, a volar en el tiempo y a soñar entre emociones, sentimientos, olores, sabores y sonidos. En mi forzado sueño dibujo la silueta de una calle empinada en cuya cima asoma siempre la cúpula semiesférica con la que tal vez quisieron imitar el Cielo. Y una esbelta torre coronada por una veleta que acompañó constantemente la nostalgia de mi temprana ausencia.
Parece invierno, hace frío. Huele a fresca noche cerrada. Y hay quien se preguntará a qué huele el invierno que no es invierno. Nosotros sabemos que Oria huele a chimenea, a leña quemada, a pan recién ornado, a tierra mojada, a magdalenas doradas (como las que siempre hacía mi madre.) ¡Cuánto la extraño en esta, su iglesia!. Huele al verdor de las sementeras húmedas. A la estela caramelizada de las extintas flores de almendro. Huele a esas tardes dormidas en sueños infinitos. Huele a aquellos paseos clandestinos, Carrera abajo, con el primer y exclusivo amor, a besos furtivos y juegos de enamorados junto al Goterón, en el Calvario o en San Gregorio. En las calles sinuosas de ´Oria la vieja´ huele a los años de estrecha convivencia. A cuentos y leyendas de princesas recluidas, a tesoros escondidos y misteriosas galerías. A Villa de rancio abolengo, querida, mimada, predilecta, elegida hasta por el Señor como pueblo para recordar al mundo su Pasión, su Muerte y Resurrección, pues convirtió a Oria en su Gólgota particular, en el plató soñado donde revivir su martirio, su Vía Crucis.
Oria huele y sabe a mucho más. Los olores y sabores evolucionan desde el Miércoles de Ceniza al Domingo de Ramos, y al de Resurrección. El paisaje culinario es relevante y diverso. Oria sabe a picatostes –el origen de las torrijas- a roscos y leche fritos, a pestiños, a buñuelos, a canutos y galletas rellenos…Pero estas jornadas del alma también saben a bacalao al ajoarriero, a sopa de ajo, a patatas con bacalao… y sobre todo saben al potaje de vigilia, el de garbanzos y pelotas, que siempre ha sido el rey de la penitencia.
Y es que nos encontramos en una encrucijada donde confluyen Religión, Arte, Cultura, Turismo y Antropología, si bien la batuta de toda esta polifacética y popular manifestación la dirige la inquebrantable mano de la FE, sin la que nada de cuanto vivimos, vemos y sentimos existiría. Y a esa mano la siguen otras que proveen el contenido y el contexto de cuanto es la Semana Santa”, retazo del pregón de Masegosa.
Al pregonero de la Semana Santa de Almería, Antonio Salmerón Gil, le hablé anoche en el Kiosco Amalia del Masegosa humano, literario, profesor de periodistas, abogado, impulsor del vino Los Mandocas. Les dije a Salmerón y José Ramón Suárez, mientras me recordaron cómo aposté por ellos en Canal Sur Radio y Televisión de comentaristas, que con Masegosa podrían afrontar nuevos proyectos innovadores. Amigos tenemos muchos, pero siempre hay una pequeña gavilla que está con un nivel alto para lo bueno y lo malo de la vida, produciendo energía positiva. Los que no conozcan a Masegosa, la palabra y pluma del Almanzora, ya tienen motivos, para aproximarse a una de las mejores personas que pisan la tierra. No me sonrojo, para nada, de utilizar esos merecidos adjetivos para un grande.
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