De ser cierta la leyenda, Aguadulce -esa populosa urbe de recreo de los almerienses de la metrópoli- tiene su propio descubridor, un Magallanes, un Pizarro, que se apellidaba Perales Andújar y se nombraba Ginés, como aquel José Arcadio Buendía, que en el magín del nobel colombiano, fundó Macondo con barro y cañabrava. Así al menos lo juramenta su tataranieto, Ginés Rueda Perales, y lo promulga la lápida de su tumba que se puede contemplar en el cementerio aguadulcino: “Ginés Perales Rueda, fundador de Aguadulce”.
Debió ocurrir, según su descendiente, sobre 1860, cuando Ginés, un trajinante oriundo de Roquetas, abrió un ventorrillo con cuadra para caballerías junto a la primitiva fuente de agua buena que daba nombre al lugar. Se convirtió, desde entonces, el cortijillo encalado de Ginés, en refugio de arrieros donde se daba pan y vino de la Alpujarra y descanso en colchones de perfolla a los viajeros de turno; donde se refugiaban también contrabandistas que ocultaban trabucos y facas bajo mantas toledanas.
Disponía el primitivo ventero de chivatos que avisaban de la presencia de carabineros para que sus clientes estraperlistas pudieran escapar por la puerta de atrás a lomos de una mula, como lo hizo por amor aquella Paca la Coja con su primo del Cortijo del Fraile.
Para sacar el tabaco y otros géneros de contrabando que llegaban por barcos nocturnos desde Gibraltar, Ginés disponía de dos mujeres porteadoras -Rosa la de Adra y Carmen la de Felix- que llevaban la dudosa mercancía escondida en las enaguas hasta Almería o a la provincia de Granada. Contaba Bernardo Martín que en las playas de Aguadulce había casi todas las noches un misterioso movimiento de sombras agazapadas en la arena o espiando tras las fantasmales rocas de Los Bajos antes del amanecer, por donde desaparecían los alijos en recuas camino de las montañas. Así lo confirma, por ejemplo, una nota judicial de 1911, en la que los carabineros de La Garrofa sorprendieron un desembarco de tabaco de contrabando en la playa de Aguadulce procedente de Gibraltar. Dos barcas y cuatro hombres fueron detectados con el alijo huyendo entre tiros y dejando once fardos abandonados en la arena.
A pesar de que pudo ser la venta de Ginés el origen de la actual ciudad satélite de Almería, las primeras referencias toponímicas a ese lugar, según el cura Enrique Silva, datan de 1739 cuando se documenta un asentamiento de torreros que vivían en chozas de adobe junto a la Torre de la Rambla Honda con seis fanegas de tierra. El arqueólogo Hübner situa en Aguadulce la vieja costa de Turaniana. Aguadulce es hoy día, con 30.000 almas, sumando el Campillo del Moro, el quinto núcleo de población de la provincia, aunque tenga estatus de barriada de Roquetas. No siempre fue así, ya que hasta 1927 perteneció a Enix, que malvendió Aguadulce a los roqueteros a cambio de que pagaran una deuda. De Roquetas, donde nació en 1830, llegó precisamente en una yegua a Aguadulce el intrépido Ginés Perales y aprovechando el agua clara de la fuente cercana abrió esa venta origen del pueblo junto a su esposa, Rosa Rivas, con la que tuvo once hijos. Al poco tiempo fueron llegando los primeros moradores y se construyó una capilla dedicada a la Virgen del Carmen. El tal Perales falleció en 1893 y su viuda vendió la posada por quinientos reales. De esa fuente dulce y de ese ventorrillo inaugural hoy no queda nada.
A Ginés, le pusieron una plaza a su memoria a iniciativa de su descendiente, pero un año después la despojaron de su nombre para dárselo a los Hermanos Martín Escudero, propietarios de los terrenos de la urbanización colindante en Aguadulce Norte. Pero hubo otros protagonistas bajo el cañamazo de esa Aguadulce naciente. En 1889 era ya una romántica estación de veraneo coincidiendo con la temporada de baños, donde llegaban familias acomodadas en carruajes y en la prensa de la época hay quien empezaba a reclamar, como el industrial José Roda, un tranvía entre Berja y Almería haciendo parada en Aguadulce, que era también uno de los lugares elegidos por los recién casados para pasar unos días de luna de miel. En 1917 llegan excursiones de la Sociedad de Exploradores y colonias de misioneros como la del padre Vega.
Uno de los pioneros también fue el ingeniero jefe del Puerto de Almería Francisco Javier Cervantes quién se construyó un palacete y hospedó en 1929 a unos turistas franceses en esa época del charlestón que venían de Marsella en el vapor Meteor. También Amador Cuervo de la Higuera, padre del prócer del franquismo Máximo Cuervo, quien inició el desarrolló turístico de la población, según cuenta Manuel Gutiérrez Navas. Su madre Cinta Radigales, desarrolló una fecunda labor en las tierras de labor a la muerte de su esposo en 1915.
Otros nombres en el origen de Aguadulce fueron Agustín de Burgos, tío de Carmen de Burgos, quien tenía un cortijo con capilla propia; el militar Pablo Clares quien hizo estudios sobre un nuevo alumbramiento de agua; Luis Vizcaino, terrateniente que disponía de feraces fincas y los primeros motores de agua; Agustín Martínez y Josefa que abrieron el primer almacén de coloniales.
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