1876. Martes, 1 de agosto. Un tal médico, Manuel Sáenz de Tejada, catedrático de la Universidad de Córdoba, firma un anuncio en la Crónica Meridional para persuadir a los almerienses. Compren Revalenta Arábiga, viene a decir. ¡Se habla de más de 75.000 curaciones!: cosas veredes. Algo menos valía una cama de matrimonio con dos cabeceros y de caoba, que alguien, por ausencia del hombre (…), ponía a la venta por 50 duros.
Todo eso pasaba en Almería el día en que aquel diario avanzaba que el coste de las secciones 1 y 3 del futuro ferrocarril Linares-Almería iba a ser de 81 millones de pesetas; o sea, 324 millones de reales, según le habían presentado al Ministro de Fomento.
Valga la perla siguiente. Situémonos en el 4 de enero de 1880. Era domingo, en la calle Méndez Núñez alguien daba razón de la venta de dos yeguas y la imprenta del autodenominado diario liberal echaba humo al enterarse de que la promesa del ministro de que la línea con Almería iría antes que la de Calatayud a Teruel y la de Teruel a Sagunto no se había cumplido. En esas, la Diputación de Almería pedía al Gobierno que actuara con urgencia porque, de no aprobarse, “tendríamos que esperar de nuevo otros dos o tres años”. “¿Es que se nos quiere postergar hasta en eso?”, gritaba el periódico.
La cronología nos recuerda que el 22 de noviembre de 1879 se aprueba el proyecto en el Congreso, que el 16 de diciembre se nombra en el Senado la Comisión encargada de refrendar un dictamen favorable y que el 29 de diciembre el rey firmó el proyecto de Calatayud a Teruel, pero se olvidó del de Almería.
El 16 de enero de 1880, El Minero de Almagrera arengaba con una frase muy actualizable: “No extrañamos esta conducta (…). Es la marcha normal de las cosas de nuestra desgraciada provincia, huérfana y, como siempre, desheredada”.
En marzo, la primavera incipiente no aminora el espíritu combativo de la prensa provincial con la idea de “que el Sr. Ministro de Fomento vea que aquí existe una provincia que tiene 349.854 almas que esperan con ansia el momento anhelado”, aireaban.
El ferrocarril de Linares a Almería
Sin redes sociales con las que presionar, el 19 de mayo de 1889 -diez años después de la rúbrica de Su Majestad- se informa, con signos de admiración (“¡Por fin!”), de la publicación de la concesión del ferrocarril de Linares a Almería, tras tres intentos de subasta fallidos. El argumentario crítico del diario llamado independiente podría ser análogo al que exhibiría, hoy, el big data -pongamos- de la Cámara de Comercio. Miren, si no: “Esta provincia, que figura entre las primeras por su comercio de exportación e importación; que produce por el primer concepto un total de 20 millones de reales y unos 12 millones por el segundo; que da 153 millones cada año al Estado; que embarca 76.000 quintales de azufre, 8.000 de calaminas, 52.000 de mineral ferruginoso, 17.300 de plomo argentífero y 16 millones de kilogramos de esparto; una provincia que produce 600.000 hectolitros de cereales, 80.000 de legumbres, 6 millones de kilogramos de hortalizas, 1.500.000 litros de aceite, 2 millones de litros de vino y 800.000 barriles de uva de embarque, ¿es posible que permanezca en el estado en que se encuentra actualmente, aislada del mundo (…)?”.
Sin embargo, los espartos de Guadix y Fiñana tardaban dos días y medio en llegar al Puerto y para visitar Granada había que emplear tres horas en marzo de 1899 -en año en que se inauguró la línea con Linares-, cosa que no cambió mucho en un siglo hasta la construcción de la A-92 (para Almería, A-2002).
Si sustituimos los datos de 1889 por estos tres indicadores de 2021, el resultado es que las exportaciones han sido de 3.253 millones de euros (más de la mitad de los envíos de frutas y hortalizas de Andalucía al extranjero), que somos la segunda provincia española en crecimiento poblacional y la que disfruta de la mayor tasa de mujeres emprendedoras de Andalucía, una realidad-macro de liderazgo económico y social.
Pero aunque la sensación de aislamiento ferroviario nos ha perseguido desde hace, al menos, 150 años, sí parece hijo de nuestro tiempo el retraso sistémico, transversal a todos los gobiernos habidos, en la ejecución del trazado de la futura línea de alta velocidad entre Murcia y Almería. Un día de los 90 emergió el Euromed como metáfora de los sueños que no habrían de venir y, años más tarde, nació la idea-aventura de aquello que apellidaron AVE, cuyas obras empezaron hace, ojo, casi 14 años.
Han pasado inviernos de diatribas e involuciones, la crisis del ladrillo y de las subprime, Zapatero, Rajoy y Sánchez en Moncloa y, pandemia aparte, la inauguración no será antes de cuatro o cinco años, aunque, esgrime la Mesa del Tren, es más realista el intervalo 2027-2030.
Y, al cabo, aconseja a los cuarentones un viejo ferroviario un ejercicio de prevención: no tomar en serio el futuro enlace del AVE Granada-Almería hasta que los futuros nietos no empiecen a pedir quién sabe qué tecnología disruptiva.
Acogiendo como válido el optimista escenario de 2026-2027 para el AVE con Murcia, la hemeroteca dice que habrán pasado dos décadas desde la piedra primera. O sea, el doble de tiempo que invirtió el Estado en construir aquella soñada primera gran revolución Linares-Almería: 9 años. En eso, en la creencia de alguna dirigencia de que el almeriense medio es, en esencia, un tipo infantilizado, podría titular igual El Minero de Almagrera que La Voz de Almería.
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