Quién hubiera dado un duro hace cien años por una profecía que vaticinara que en cada pueblo almeriense de mar y montaña habría un concejal responsable del Medio Ambiente; o de Iguadad: o de la Mujer; o incluso si apuramos, de Cultura. Las concejalías de los pueblos en los que vivían nuestros abuelos eran concejalías de fomento, de urbanidad, de epidemias, de abasto. Primero el estómago y la salud, después todo lo demás. Pero ya no es ciencia ficción que un edil a sueldo se ocupe del bienestar ambiental de los vecinos de Almería que viven en Regiones o de los de Serón o de Padules, pongamos por caso. Por eso, a la vuelta de los años, lo que se imagina a veces se cumple. Había un entrañable personaje en la Garrucha de los años 40 al que llamaban Ginés el Místico, quien murmuraba por las calles, como un émulo de Julio Verne, que el hombre llegaría a vivir en la luna. De hecho él -aseguraba con ojos de profeta del Viejo Testamento- ya había estado e iba todos los días a ver a sus hijos.
No lo conozco, ni sé a lo que se dedica Perfecto Herrera, que por su foto tiene aspecto de buen samaritano, de Gabilondo a la almeriense. Solo recuerdo que compitió con Adriana Valverde, la actual portavoz socialista del consistorio capitalino, por ser el candidato del partido de la rosa en las últimas elecciones municipales, aunque terminó retirándose antes de que principiara la batalla. Perfecto, he leído en un mensaje de redes sociales, ha propuesto crear en el Ayuntamiento de Almería -o en el que se tercie- la concejalía de la Felicidad. Se imaginan ustedes quién sería en la capital el candidato a 'concejal Feliz'.
Perfecto se dio una vuelta hace unos días por La Molineta y, ahíto de belleza como Stendhal en el Duomo de Florencia, reflexionó sobe lo que supondría la conservación de esa especie de bosque proletario para los almerienses, ese pulmón espléndido para los vecinos que puede sucumbir -sucumbirá, Perfecto- ante el hormigón. La felicidad, creo entender a Perfecto, se mide también por espacios, por horizontes abiertos, no solo por metros de centros comerciales. Además, Almería, debe pensar también Perfecto, puede encontrar la ecuación, perfecta como su nombre de pila, de juntar breñas con muebles suecos, restos del acueductos como el de San Indalecio, con estanterías de pino Canadá, casonas fantasmales como el Cortijo Góngora rodeada de arbustos retorcidos donde zumban las avispas y corren las hormigas, con toalleros de caoba importados de Estocolmo.
La felicidad existe, debe pensar Perfecto, y a veces es pequeña, pero es felicidad al fin y al cabo , y puede estar ahí, a un tiro de piedra del asfalto, en La Molineta, para convertirla, salvando las distancias -soñar es gratis- en un Hyde Park indaliano. Podría ser, además, la primera propuesta de programa electoral del próximo concejal de la Felicidad en Almería. Quién podría ser un buen candidato a concejal Feliz en Almería. El primer pueblo almeriense que se apunte a crear una concejalía de la Felicidad, se podría apuntar un tanto mediático. Hace cien años nadie habría imaginado un concejal de Medio Ambiente, ¿verdad Margarita Cobos?
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