La conocí cuando aún era una becaria y me encargaba de asuntos varios durante los veranos radiofónicos. Desde entonces Carmen Crespo, cabeza de lista de los populares almerienses al Parlamento andaluz, siempre ha estado en mi imaginario político pero reconozco que el destino no me había brindado la oportunidad de conocerla tan de cerca hasta el momento de realizar este perfil.
Crespo, que empezó su trayectoria profesional como administrativa en una empresa hortofrutícola, llegó muy pronto al mundo de la política. Era muy joven, demasiado, cuando perdió a su padre y el alcalde de Adra, ejerciendo de amigo, la convenció para que se uniera a las Nuevas Generaciones del PP. Entró sin demasiada pretensión pero lo cierto es que su carrera política despegó pronto. Primero entró en la lista de los populares en el Ayuntamiento abderitano en el que estuvo en la oposición, y después dio el salto a la Diputación Provincial de la mano de Luis Rogelio Rodríguez-Comendador. Allí llegaría a ser vicepresidenta.
Su relación con Sevilla, ciudad que casi ha ejercido de segunda casa, arranca en el año 1998 cuando consigue un sillón en el antiguo Hospital de las Cinco Llagas. Pero quiso el destino que regresara a casa para convertirse en la alcaldesa de Adra durante ocho años. Pero un día Mariano Rajoy, por entonces presidente del Gobierno, aconsejado por algún líder andaluz, decide reclamar su presencia como delegada en Andalucía de su trabajo en Moncloa. Sin lugar a dudas ese es el gran salto profesional de una Crespo que ya se quedaría en la política autonómica. Regresaría al Parlamento andaluz en 2015 y en 2018, con la llegada de Juanma Moreno a la Presidencia, se convertiría en la consejera de los almerienses. Vamos, esa era la intención cuando le dieron el área de Agricultura.
Carmen Crespo es una mujer de gustos sencillos. Ella se siente feliz con un día libre en Adra, paseando con sus amigos y haciendo un par de paradas para echar unas cañas, seguramente acompañadas de pulpo seco (bueno, eso creo yo). Aunque también le vale coger la mochila, las botas, la gorra y el bastón para marcharse a la Alpujarra a hacer alguna ruta de senderismo. Si se la encuentran por la ruta de la Hidroeléctrica sepan que anda limpiando cuerpo y alma para retomar la actividad.
Y es que llevar la vida en la carretera pendiente de mil frentes no es fácil. No se queja. A ella lo que le gusta es la gestión, mucho más que la vida interna de los partidos aunque sabe que de todo tiene que haber en la vida de un político. Precisamente ese ajetreo, ese ir de aquí para allá, no lo quiere para sus hijas. “Es una vida muy dura, hay que renunciar a muchas cosas”, asegura mientras asume todo lo que se ha perdido a lo largo de estos años, pero sabe que es la vida que ha elegido y que su familia está acostumbrada porque siempre ha sido así.
En esta campaña electoral la cabeza de lista de los populares almerienses compagina, como puede, sus labores de consejera en funciones y de candidata. Lo mismo te vende su libro en Roquetas que se marcha al puesto de mando en un incendio. Aunque asegura que tiene fuerzas para seguir tirando del carro hasta el domingo, sí que reconoce que ya está pensando en tener un par de días libres en los que escaparse a alguna playa. Aún no ha decidido el sitio (o prefiere guardárselo y hace bien. Los periodistas somos muy indiscretos) pero tiene asumido que ni entonces su móvil dejará de sonar. Estamos en plena ola de calor y los incendios forestales, que son su competencia como mínimo hasta que haya un nuevo gobierno, se suceden en una tierra castigada por la sequía y en la que cada verano se sufre viendo a sus pulmones, sus bosques, sucumbir bajo las llamas.
Sea como sea Crespo sabe que tiene asegurada su presencia en el Parlamento el 20-J pero es consciente que el domingo se juega qué pieza será del ajedrez político andaluz. Hasta entonces le queda trabajar mucho hoy y reflexionar el sábado sobre lo que vendrá. Alea jacta est.
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