Toneladas de restos de las plantaciones clandestinas de marihuana se acumulan sin disimulo en río Andarax a la altura de El Puche. Cajas, cables, aparatos inservibles, maderas, bolsas y sacos de desechos de la poda forman montañas de basuras en el cauce seco.
La fotografía evidencia la dimensión del cultivo de cannabis en el barrio y, más aún, la impunidad de los movimientos de los traficantes y los colaboradores encargados del mantenimiento de las plantaciones.
Los ‘operarios’ transportan los restos de los cultivos desde las viviendas de El Puche Sur hasta el Andarax, a solo unos metros. De este modo, cada montaña de basura crece justamente como prolongación de cada galería, como los afluentes desembocando en el mismo río.
Según datos de la Policía Nacional en Almería, en los años 2020 y 2021 los agentes aprehendieron 3.500 plantas de marihuana en operaciones desarrolladas en El Puche. Las cifras son muy bajas si se miden por los indicios descubiertos en el barrio.
En primer lugar, el volumen de los sacos amontonados apuntan a cultivos caseros más grandes, en plena producción. La droga estaría repartida sobre una superficie de apenas 40.000 metros cuadrados (menos de seis campos de fútbol).
Esto es especialmente visible desde el propio río, donde la panorámica refleja cómo las montañas están a la altura de cada galería y no en otros lugares. Dicho de otro modo, bajan y tiran la basura de la marihuana a solo unos pasos.
Sin luz
Otro indicio determinante es el fraude eléctrico. Los técnicos de Endesa visitan el barrio prácticamente cada día para reponer fusibles o reparar los transformadores sobrecargados por la producción de cannabis sátiva.
Los técnicos cortaron el año pasado más de 4.000 enganches ilegales a la red en la provincia de Almería y El Puche acumula casi un tercio de las acometidas intervenidas.
La compañía cuenta con herramientas capaces de detectar con precisión los bloques donde se realizan los enganches. Hay manzanas que consumen la misma electricidad que un polígono industrial.
Además, los cortes de electricidad han obligado a traficantes a buscar alternativas y ya se han visto en las calles de El Puche generadores de gasolina industriales (no lo pequeños que usan las familias como solución de emergencia). Estos motores intentan sostener las instalaciones el tiempo suficiente como para recuperar el suministro y no echar a perder las macetas. En El Puche se cultiva mucha marihuana, no hay duda.
Los vecinos pagan los daños colaterales. “Los daños de los cortes de luz son de toda índole. En la educación, en la falta de conservación de los alimentos, en la seguridad...”, señaló el Defensor del Pueblo Andaluz en un informe.
José Maeztu reclamó “en el más corto plazo posible, se restablezca el suministro de luz en los barrios que están sufriendo interrupciones y cortes prolongados, porque es imposible vivir sin luz”.
El humo del río
La asociación Ohana de El Puche impulsó una concentración hace un mes para reclamar soluciones al conflicto. “Mientras que ustedes las encuentran, nosotros continuaremos sin apenas comida en el frigorífico por miedo a tirarla, continuaremos gastando en linternas para poder ir a la cama por la noche, continuaremos gastando en baterías para poder poner la televisión y sus aparatos a nuestros mayores”, señaló la entidad en un comunicado.
Ahora bien, por encima de la producción de droga existen problemas de salud pública. Los traficantes lanzan las podas al río Andarax, pero con cierta frecuencia optan por prenderle fuego para rebajar las montañas de basuras, hacer hueco y borrar información sobre los cultivos indoor.
La decisión genera un caos en El Puche Sur. El humo cubre el calle Mar de Alborán y penetra en las casas empujado por el viento. Al mismo tiempo, existe riesgo de la extensión del incendio por el matorral y los plásticos de los alrededores.
El Puche es uno de los barrios más pobres de toda Andalucía. Sufre todos los males de zonas deprimidas, con altísimas tasas de desempleo y abandono escolar, carencias de limpieza y un caos urbanístico. Además, la población residente está por encima de la censada y vecinos y entidades calculan que actualmente alberga a más de 8.000 personas.
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