Fue el ministro de Cultura más respetado por su gestión, eficacia y saber defender los intereses audiovisuales. Defendió y promovió el flamenco, un arte al que lanzó por todo el mundo, como hizo su amigo José Ángel Valente con el que cristalizó una sólida amistad cuando el autor de El fulgor se asentó en Almería a mediados de los años 80 del pasado siglo. Desde la primavera del pasado año comencé a preocuparme por su salud cuando a un íntimo amigo suyo al que le di recuerdos para Pepe, me explicó el contratiempo. Desde entonces, esporádicamente, nos enviábamos mensajes por hechos puntuales, y siempre orgulloso de su pueblo. Cada vez que el periodista iba por Pulpí, le llamaba por teléfono para darle novedades de lo hacía como sabe el amigo común Felipe Gómez, director general de la prestigiosa empresa hortofrutícola Peregrín.
De esas conversaciones, tengo en la retina su cara y expresión de concentración con sus viajes a Barcelona, acompañando al Rey y aguantando con seriedad los habituales abucheos. Siempre le he respetado sus confidencias o su primer viaje de estreno como ministro de Cultura y Deporte, acompañando al Rey Felipe en unos partidos de la Selección. A los Reyes de España los ha respetado por su saber estar y la profesionalidad con el que preparaban todos los viajes “sabiendo incluso de cuestiones más que los anfitriones”.
Guardo el último Whatsapp: “Para Pérez Siquier, la luz de Almería era el centro del mundo…” Ha sido el ministro de Cultura más eficaz y respetado de la historia. Iba demasiado en serio para un puesto al que se va a hacer pasillos y no enredar demasiado, comentó el periodista Antonio Lucas. “Cuanto más lee un país, mejor vive, más disfruta de la vida”. Le doy la razón. Fue uno de los mejores, pero duró poco porque en la política española, sí desde los ayuntamientos hasta las comunidades autónomas, la cultura no es objetivo y ese ejemplo palmario de lo que escribo se llama el poco dinero para el presupuesto. Fue un señor, una persona que ejerció el cargo de forma profesional y respetuoso. Un día, José Guirao en calidad de ministro, visitó la redacción de As al que entrevistaron y le publicaron dos páginas centrales. Al momento, me llamó el director de As, Alfredo Relaño, que sabía de nuestra amistad para darme recuerdos. Sus amigos de Almería, siempre en el corazón. A un jovencísimo Guirao lo he visto en el Grupo Ecologista Mediterráneo. He conocido a los padres, “el hijo Mercedes y de Andrés, el de la gasolinera” y a sus hermanas. He vivido sus inicios de concejal de Pulpí y diputado provincial, vertebrando la provincia con “la movida almeriense” con aquel inolvidable encuentro en Pueblo Indalo (Mojácar), consiguiendo que jóvenes de la capital salieran de Pueta Purchena. En Bienes Culturales de la Junta de Andalucía defendió el patrimonio con dos acciones mediáticas en Córdoba y no hace mucho me explicaba que la exitosa conexión cultural Puerto-Ciudad en Málaga pasó por salvaguardar los restos de la muralla medieval en la Plaza de la Marina de Málaga.
Es una putada que se haya ido tan joven y con tantas cosas en su cabeza, sin olvidar su sentido del humor, cuando nos reencontramos hace tres años en los premios anuales del mármol con Paco Cosentino y su familia. Un día me sentí orgulloso que me invitara en Sevilla a compartir una tarde con José Ángel Valente y el periodista y escritor salmantino José Miguel Ullán, dos intelectuales, rigurosos, sarcásticos, pedagógicos, con cada frase que pronunciaban, dos grandes amigos inolvidables de Pepe. Los recuerdos se agolpan desde que, siendo un niño, alguien, me imagino que algunas de sus hermanas Ana o Bea, lo trajeron al Bar Crespo de Los Gallardos para que yo me lo llevara a Almería en mi Seat850. Evolución bestial para una persona inteligente y amigo de los amigos, aunque huyendo del populismo barato. La tarde en la que siendo director del Museo Reina Sofía al exdirector de la Cadena SER en Almería Modesto Rubio y a este autor nos mostró la exposición “Federico García Lorca (1898-1936)” que inauguró el presidente del Gobierno José María Aznar en 1998. El expresidente confesó que recibió un par de cartas “de uno de mis catetos de Almería diciendo que te destituya por ser socialista”. Ahí Aznar estuvo firme midiendo eficacia. De ahí mi titular “un ministro para todos los tiempos, sin olvidar su compromiso ecológico y social”.
Guirao dio la cara por Las Nuevas Letras, revista prestigiosa y envidiada en otras provincias. Fue impulsada por el expresidente de la Diputación de Almería Antonio Maresca y la dirección de Fernando García Lara, uno de los fieles amigos de Pepe hasta el final como fue Carmen Calvo o, al principio de su carrera política, la añorada Carmen Alborch que visitó Almería en varias ocasiones.
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