La conspiración fallida: Historia de una acción revolucionaria

D. César de Medina Bocos, nació el 11 de agosto de 1873 en Pedrajas de San Esteban, Vallladolid

A la izquierda, Cesar de Medina Bocos, a la derecha Ángel Ossorio y Gallardo.
A la izquierda, Cesar de Medina Bocos, a la derecha Ángel Ossorio y Gallardo.
Manu Artero
09:00 • 17 jul. 2022

D. César de Medina Bocos, nació el 11 de agosto de 1873 en Pedrajas de San Esteban, un pueblo de Valladolid.



Ejerció su profesión de abogado criminalista y en 1918 fue gobernador de Murcia. 



El destino le trajo a la ciudad de Almería como gobernador en el año 1921. Y digo el destino porque a los pocos meses de su llegada a Almería asistió a uno de los hechos más dramáticos ocurridos en la ciudad, como fue el asesinato de Concha Robles en el Teatro Cervantes. César de Medina, no solo estaba presente como espectador o como gobernador aquel fatídico día en el teatro, también estaba en calidad de escritor y poeta, ya que Concha Robles iba a recitar una de las poesías que él había escrito, titulada, “Genara”. Tras el asesinato, César de Medina, escribió de su puño y letra todo lo acontecido aquella noche del 21 de enero de 1922. Pero esa es otra historia, ya contada.



Nicomedes Sanz y Ruiz de la Peña, compañero, admirador y amigo de don César, le definía así: 



Casado con, Ulpiana de Castro Rueda, tuvo trece hijos, a los que inculcó la pasión por la poesía y las artes plásticas y literarias. Su pasión por la escritura era tan grande que el 25 de marzo de 1915, recita poemas de su libro “Espigas y Racimos” en el Ateneo de Madrid, en un acto al que acudieron importantes personalidades. Aquel libro, que él había escrito para sus hijas, le consagró como poeta.



En septiembre de 1921, César de Medina es nombrado Gobernador Civil de Almería.  Unos meses antes, el 24 de junio de 1921, uno de sus hijos, Antonio de Medina Castro, teniente de Artillería, había muerto heroicamente defendiendo la posición «A», en Melilla, en una de las peores derrotas que sufrió el Ejército Español en las diversas campañas desarrolladas en Marruecos durante la guerra del Rif, conocida como Desastre de Annual. Por tal acción se le puso una placa homenaje en Valladolid.



El día 12 del mismo mes se traslada en tren desde Valladolid a Almería. En el tren coincidió con un conocido suyo, Ángel Ossorio y Gallardo, un abogado y político, que al enterarse de que iba a Almería le dijo que allí había un segundo jefe de policía de muy buena reputación llamado, Francisco Alcaraz, que le ayudaría en cualquier cosa que necesitase.



La conspiración

A las seis de la tarde llega a la estación de ferrocarril almeriense, dónde es recibido por Baldomero García Blanes, Francisco Rico Pérez y el comisario, Don Miguel López Aranda. Desde la estación se dirigió al Hotel Simón, se aseó y salió a dar un paseo por el bullicioso bulevar. Entró en un café y en una mesa, tras de él, se encontraban algunos hombres que mantenían una conversación. Don César, sin poder evitar oír lo que hablaban, quedó sorprendido por una de las frases que escuchó. Uno de ellos dijo: “mira que eso es muy grave. Si te cogen te fusilan”. En ese momento concentró su atención en lo que estaban hablando y pudo entender que a uno de ellos le habían propuesto servir y ayudar a otro que tenía previsto ir a Madrid para llevar a cabo una labor revolucionaria. Decía que todavía no había consentido en ello pero que aceptaría la misión. Los otros le advertían del peligro, pero la decisión ya estaba tomada.


Don César salió y se fijó en el tipo aquel y sin alejarse, para no perderlo de vista, desde cerca de la puerta del café llamó a una pareja de guardias que pasaban por allí y recordando el nombre que, Ángel Ossorio, le dio en el tren les dijo: “¿Está por aquí Don Francisco Alcaraz? “Vengo de Madrid y traigo un recado para él”. Dijeron que por allí estaba paseando y les dijo que me lo mostraran cuando pasase por allí. 


Al momento pasó Francisco Alcaraz. César de Medina se acercó y le dijo: “Soy el gobernador; he llegado esta tarde sin avisar; no haga usted ninguna demostración y escúcheme. En ese café hay un tipo que está con dos, junto a la ventana. Vea usted si le conoce”. Sí, le dijo Francisco –¿Quién es?, Preguntó don César – “Un periodista republicano que no tiene periódico y vive de milagro”. 


Plan para abortar la acción revolucionaria

César de Medina le ordenó a Francisco Alcaraz que, al día siguiente, por la mañana temprano, fuese con dos agentes, para detenerle. Una vez detenido le llevarían a un calabozo en el Gobierno Civil. El objetivo era amedrentarle diciéndole que no sabía por qué, pero que la orden de detención había llegado de Madrid y que la cosa debía ser muy grave. César de Medina, tomaría posesión del cargo de Gobernador Civil esa mañana, a las diez. Tras el nombramiento llamaría a su despacho a Alcaraz y le diría de lo que se trataba el tema. 


De momento no quiso contarle nada más, porque si el primer jefe de policía, es decir el superior de Francisco Alcaraz, le parecía bien, era a él a quien debía encomendar el asunto y no quería postergarle. 


Le dijo que estaba en el hotel Simón y que avisase al secretario y al jefe de policía para que le viesen con el fin de disponer lo necesario para tomar posesión del cargo al día siguiente.


Tal y como estaba previsto, tras tomar posesión del cargo, llamó a Alcaraz y le dijo lo que había escuchado en el café y que era todo lo que sabía. Le preguntó acerca del estado del detenido y le dijo que estaba anonadado, temblando de miedo. Convinieron en seguir presionándole hasta conseguir convertirle en confidente. Le sacaron del calabozo y le hicieron subir a su despacho y lograron que confesara acerca de quién le solicitaba la misión; las notas que había cambiado con él; los proyectos que tenía, y que estaba esperando su aviso para ir a Almería para terminar de darle las instrucciones. Con la promesa de salvarle a él, y ya convertido en confidente, le hicieron que avisase al otro, que estaba en Madrid para que se trasladase a Almería. 


El confidente les fue dando todas las notas, documentos y listas de comprometidos que el otro le entregaba para que las guardara. Había comprometidos en el Ferrol, Zaragoza, Barcelona y muchas poblaciones de Cataluña y Andalucía 


Se comunicaban por notas en clave que llevaban los revisores de muchos trenes, pero también por el correo. Montaron una oficina clandestina para mandar circulares y consignas que recibían de un ruso o por un conducto suyo. 


Entro los planes que tenían, trataban de sublevar a los soldados y les aconsejaban que en los combates en Melilla procuraran, cuando pudieran, tirar contra los oficiales aprovechando la confusión de la lucha.


Una vez que el cabecilla llegó a Almería, pusieron en marcha el plan, junto al confidente, para que todo siguiera tal y como estaba previsto, y así poder neutralizarlo en el momento preciso, y detener a todos los implicados. 


Como necesitaban una imprenta, César de Medina movió los hilos para conseguirla, y se la entregaron al confidente. En ella iban a imprimir manifiestos y octavillas para repartir a los soldados del Regimiento de Infantería Jaén num.72 que fue desde Barcelona a Almería con la intención de enviarlo a Melilla si fuese necesario. Estuvo el regimiento en Almería tres meses, pero no fue a Melilla porque los soldados no eran de confianza; tanto que el Estado mayor ya los vigilaba por algunos soldados de cuota, decidiendo finalmente sacarlos de Almería y enviarlos de nuevo a Barcelona.


Empezaron a imprimir los manifiestos y octavillas. Los originales los enviaba el ruso y estaban escritos en tinta roja.  

Alcaraz, el segundo jefe de la policía, quería dejarlos tirar muchas octavillas y prenderlos cuando quisieran repartirlas. César de Medina se opuso y dijo de prenderlos cuando las estuviesen imprimiendo. Como el confidente advirtió que el que había venido de Madrid tenía siempre cargada una pistola y decía que estaba decidido a no dejarse detener, se tomaron precauciones. En la imprenta había una puerta que comunicaba con un cuarto oscuro donde se escondieron dos agentes. Alcaraz, con otro, se apostó en la Casa de socorro, que estaba enfrente, y acordaron en que asaltarían la imprenta cuando César de Medina, que pasaría en el auto diese un bocinazo. 


Así fue. César de Medina pasó, y escuchó el golpeteo de la máquina de imprimir, dio el bocinazo y a un tiempo les sorprendieron los cuatro policías. Esposados los dos, porque uno era de cuidado y el otro (el confidente) había que simular que lo era, los llevaron a los calabozos del gobierno. Allí, César de Medina, les tomó declaración y entregó al revolucionario a la autoridad militar que se hizo cargo de él y le formó sumario. Al confidente le tuvieron en la cárcel quince días. Transcurrido ese tiempo, no quería salir porque tenía miedo, aunque creía que el otro no se había enterado de su traición. Luego, cuando al fin salió, muchos días le decía a Alcaraz, que le seguía algún forastero y temía que le querían matar. 


Una vez acabado todo el proceso y recopilados todos los datos necesarios, César de Medina dio cuenta al ministro y al director de seguridad, de todo lo que había hecho informándole que tenía las listas de comprometidos de todas las poblaciones. El director de seguridad le pidió a César de Medina, que se lo comunicará a los Gobernadores de las provincias telegrafiándoles las listas a lo que éste contestó, que lo hiciese él, que podía mejor hacerlo y mandar detener a los que le pareciera. 


El 15 de marzo de 1922 se hace oficial su dimisión como Gobernador Civil de Almería. Tras abandonar el cargo, decide quedarse unos días hospedado en el Hotel Simón, hasta el día 17 que embarca desde Almería a Melilla, con el fin de inquirir nuevos detalles acerca de la muerte de su malogrado hijo. Vuelve a Almería el 31 de marzo, y aquí permanecerá unos días para poder hablar con su sucesor en el Gobierno Civil, Don Tiburcio Martín Pich. El 2 de mayo el ayuntamiento de Almería, recibe un comunicado del comandante general de Melilla, interesando se diga a Don César de Medina Bocos, que ha sido elevado a resolución del Alto Comisario de España en Marruecos, el expediente instruido a favor de su hijo el teniente de Artillería, Don Antonio de Medina Castro, para la concesión de la Cruz Laureada de San Fernando.


César de Medina Bocos falleció en Valladolid el 24 de marzo de 1959, a los 85 años de edad. Está enterrado en el cementerio de Serrada donde pueden leerse unos versos de la cristiana décima compuestos por él.


Mi agradecimiento a José Luis de Medina Martín, escritor y autor de la novela “Las aventuras del bobalicón Chasman Capra”. José Luís es nieto de César de Medina, y me ha facilitado parte de esta información extraída del cuaderno que comenzó a escribir su abuelo, César de Medina el 18 de octubre de 1952 y que tituló: Anécdotas y Recuerdos escritos “A vuela pluma”.


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