De entre las muchas particularidades que tiene el ser humano, una que no aparece en los libros de texto, a pesar de que es una la más llamativa en este tiempo, es sin lugar a dudas, tomar el fresco en la puerta de los hogares para hacer frente a las altas temperaturas del verano. Una práctica que, no en vano, trasciende las generaciones y logra convertir esta costumbre en algo más que un hábito cuya función va más allá que el refresco nocturno junto a vecinos y familiares.
Más común en pueblos que en ciudades, sentarse para ver el rápido saludo de los coloridos crepúsculos diarios forma parte, incluso, del verano de cada vecino. Poca gente puede decir que vive el mismo verano que su vecino. De la misma forma que las experiencias sentadas al fresco junto a la puerta de la calle son diferentes en cada casa, se puede añadir que no hay dos reuniones iguales, pero tampoco conversaciones, sillas, familiares, o hasta juguetes. En el caso de los más pequeños se consiguen habituarse junto a quienes sí tienen más experiencia.
"El Lorenzo"
Una de las características que le dan valor a estos encuentros es la espontaneidad de cada participante. Esto lo corrobora una de las vecinas que, junto a sus amistades señalan que salen cuando “el Lorenzo baja la temperatura y nos echa de casa”. Momento en el que deciden dar descanso a los aparatos de aire acondicionado y ventiladores para seguir haciendo una vida normal y esquivando las altas temperaturas de la ola de calor que con tanta fuerza ha azotado a la provincia de Almería.
Aunque ‘al fresco’ está invitada toda aquella persona agobiada por el calor en el interior de los muros de sus casas, generalmente son las mujeres quienes más lo practican. Sin embargo, nadie está excluido de librarse del calor acumulado a lo largo de la jornada.
Charlas
Otro de los ámbitos que sustenta esta práctica es la conversación porque, además de hablar del tiempo, temas como la actualidad de la vecindad del barrio, de la calle o del bloque no pueden faltar. Algunos de los grupos sentados al fresco de la tarde también se llegan a plantear batidas vecinales para limpiar el sitio donde cada tarde llevan sus sillas veraniegas para buscar el frescor del Mediterráneo, porque, según señalan “hay demasiada suciedad y no se hacen las labores públicas de limpieza suficiente”. Este hábito está más cerca de la función de un ágora griego para mejorar lo que nos une.
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