Yo de mayor quiero ser como la mente que diseñó el espectáculo con el que quedó inaugurado oficialmente el Power Horse en la noche del sábado.
Y es extraño (e incluso está mal visto) empezar una crónica con un ‘yo’, tan censurado por la necesaria objetividad periodística, pero hay que tener en cuenta que no estamos hablando de un día más en un estadio cualquiera, sino de la extraña consecución de hechos que nos ha traído hasta aquí: con un brasileño campeón del mundo en el palco, un ministro saudí soltando billetes para quedarse con un estadio antaño municipal y luego remodelarlo y una fiesta de ‘reinauguración’ que terminó con conato de incendio en las cubiertas del propio estadio como consecuencia de la cantidad de fuegos artificiales lanzados (que ni en la mejor de las Ferias).
Todo eso, con una alcaldesa en funciones sobre el escenario y con miles de personas aplaudiendo una marca de bebidas energéticas que, no nos engañemos, hasta ahora no conocía ni la madre que la parió.
Muy normal no era nada, analizado con frialdad.
El show
Vayamos por partes. Con solo quince minutos de retraso, arrancaba un espectáculo de cinco artistas en un lugar muy cambiado: el gris del hormigón ha desaparecido, dejando paso al rojo almeriensista y, aunque las gradas supletorias de los fondos siguen ahí, lo cierto es que la cara del estadio es otra.
Arrancó el canario Maikel Delacalle, que no paró de agradecer a Almería la oportunidad de cantar ante miles de personas.
Tras él, llegó un momento histórico no exento de sinsabor: tras un largo parón en el espectáculo, llegó David Bisbal con el guitarrista Guillermo Fernández para interpretar el himno de la Unión Deportiva Almería. Y como vino, se fue. Fue, quizás, un aperitivo para el concierto de su 20 aniversario en el mes de noviembre, también en el Power Horse, pero lo cierto es que más de un fan se quedó esperando alguna que otra canción de la estrella almeriense, pero Bisbal fue por el himno y nada más.
Luego pisarían las mismas tablas Emilia, que trajo un espectáculo digno de Rosalía y que subió por sorpresa a su pareja, la estrella argentina Duki, para interpretar dos temas juntos.
Tras ellos, llegaría el momento disparatado de la noche, con el cantante egipcio Tamer Hosny. Acompañado de un amplio cuerpo de baile y con un efectista espectáculo de bengalas en el escenario, Hosny ni movía los labios para hacer ‘playback’: se bajó del escenario, dio una vuelta de honor haciendose ‘selfis’ con la afición, enloquecida como si fuera Bisbal el que se les acercaba y poco más. Eso sí, su presencia (y su música) fueron claves para animar al público como preámbulo de lo que aún estaba por llegar. La cosa estaba yendo de menos a más y quedaba el plato fuerte tras lo estrambótico del egipcio.
Porque cerró la noche un almeriense que ya es estrella: RVFV puso a la gente de pie, contó que él se colaba en el estadio para ver al Almería y ahora estaba ahí, haciendo bailar a miles de abonados e invitados. Se podría decir que aquello fue el concierto de RVFV, con tres horas de teloneros y la aparición estelar de Ronaldinho en el palco a mitad de la noche, provocando la locura en Tribuna.
Entrevistas
Conducido por Romina Belluscio (algo perdida en el guion), el acto tuvo un momento institucional tras el himno según Bisbal: intervenciones de Salvatore Caizzone, CEO de Power Horse; el responsable de la constructora, Antonio Jesús Cervantes; la alcaldesa en funciones, María Vázquez; el presidente de Diputación, Javier A. García y Mohammed El Assy. Y, ciertamente, de esas intervenciones bien merecería la pena una crónica aparte.
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