Canta el fandango que “aunque me voy, no me voy, aunque me voy, no me ausento; porque me voy de presencia, pero no de pensamiento; aunque me voy, no me voy”. Y aunque ayer en el acto de la toma de posesión de los nuevos delegados provinciales de la Junta no estuvo Gabriel Amat de presencia, sí lo estuvo de pensamiento.
De pensamiento, obra y convicción porque el triángulo diseñado por él ha superado en Almería el cabo de las tormentas que supuso la defenestración del casadismo tras el terremoto sobrevenido en Génova 13. Crespo, Pacheco y Aureliano navegan (y conviven) con tranquilidad y los delegados que ayer tomaron posesión están ´inspirados´ por los tres políticos que, antes de su retiro a los cuarteles electorales de Roquetas, ya había dejado en el puente de mando Gabriel Amat. El espacio político del que llegan los nuevos delegados y la geografía provincial a la que pertenecen no deja lugar a dudas.
Los equilibrios internos y externos diseñados por Amat continúan sólidos. La sombra del ex presidente del PP y de la Diputación sigue siendo alargada en el funcionamiento del partido y la batalla de los nombramientos, casi siempre cruenta, no solo no ha sido violenta, sino que ha servido para acercar posiciones entre ellos.
Aureliano, Pacheco y Crespo están obligados a entenderse por encima del “pecado original” que siempre dejan las primarias en el alma de los partidos. Los tres lo saben.
Y, si se les olvida, ya estará Gabriel Amat para recordárselo. No estuvo en el acto de la delegación del gobierno. No le hacía falta. Sencillamente porque la música que sonaba en el Salón de baile seguía siendo la misma que él ya había dejado escrita.
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