#BajoelManzanillo, harto de denunciar situaciones insostenibles de suciedad, dejadez o abandono en la capital, tanto desde este rincón como a través de redes sociales, resalta la importancia, para asumirlos, de modelos, que sirven de ejemplo, conservando espacios urbanos limpios y con un mantenimiento adecuado. La ciudad de Vera es un espejo donde mirarse, y la barriada de Regiones Devastadas nos da lecciones del cuidado que sus vecinos proporcionan a sus calles y a las fachadas de sus casas embellecidas con plantas. Santander es otra población similar a la nuestra que nos puede enseñar en estas materias de esmero doméstico ciudadano. Si ellos lo consiguieron, nosotros también podemos.
En una capital como la nuestra donde los almerienses y quienes nos administran tenemos una asignatura pendiente, que es la limpieza de los espacios urbanos en toda su extensión -incluyendo áreas de arbolado y jardinería, lugares para juegos infantiles, fuentes y monumentos, etc.-, siempre es bueno encontrar modelos de buenas prácticas a seguir o, cuanto menos, que nos sirva de ejemplo para mejorar. Vamos a recurrir a dos posibles referencias para imitarlas, bien cercanas: Vera, ciudad que mima sus escenarios comunes de convivencia y bienestar; y, la barriada de Regiones de Devastadas, donde los vecinos mantienen con esmero y limpieza sus recoletas calles y típicas fachadas, sabiéndoles dar un toque armonioso con vegetación autóctona. Y, finalmente, más lejana, pero por su similitud con Almería, Santander, que nos ofrece otro referente.
Almería, por desgracia, no llega a tener los niveles óptimos de limpieza, a pesar de los esfuerzos de la administración municipal en cuestiones económicas, pero faltos, la verdad, en muchos casos, de una mayor y mejor estrategia y planificación. La correcta coordinación, puesta en marcha de ideas y programas eficaces, son imprescindibles afrontarlos conjuntamente con las empresas concesionarias que llevan directamente la limpieza viaria, los parques y jardines, las fuentes y los monumentos urbanos. Es importante exigir a quienes tienen la concesión, seriedad, diligencia y el cumplimiento estricto de los contratos y labores a realizar.
Capítulo por separado merecen los solares -públicos y privados- o zonas comunes que acumulan basuras y residuos en demasía. Hay que aplicar a rajatabla la normativa existente y, si es necesario, cambiarla y endurecerla. Hay superficies cerradas, o no, que son auténticos focos que atentan contra la salud de las personas y donde viven hombres o mujeres, en unas condiciones penosas. Se hace necesario vigilar y exigir el correcto vallado e higiene de esas zonas.
El almeriense suele ser muy descuidado en seguir las normas mínimas de convivencia, siendo muy dados a alimentar la suciedad, aún más, ante la falta de un buen mantenimiento en general de la ciudad. Hay despreocupación y, como tampoco hay ni la vigilancia, ni sanciones necesarias, algunos campan a sus anchas en lo de arrojar lo que pillan donde sea, como sea y a donde sea. Los unos porque ven que no hay limpieza real y sin escrúpulos aumentan el despropósito; y, los otros, gobierno municipal y empresas concesionarias, porque siempre hay a quien echar las culpas de la suciedad: a los ciudadanos que cometen ‘actos incívicos‘, como estamos hartos de escuchar. Tampoco olvidamos que echamos en falta una oposición que, en general, con responsabilidad y crítica constructiva sea capaz de denunciar sin populismos, ni alarmismos, que las cosas, en materia de limpieza, han de mejorar con la participación de todos.
Una campaña global, fundamental entre la población escolar y juvenil, de concienciación, conjuntamente con el asociacionismo vecinal y social, se hace imprescindible. Siempre en paralelo a un cambio radicar para mejorar la dinámica que permita, primero limpiar a fondo, y, luego, mantener la ciudad todo lo aseada que la queremos y merecemos, sin discriminaciones. Pero, tampoco hay que olvidar que la administración municipal tiene la obligación, emanada de la normativa existente, de vigilar y sancionar en la medida que marquen los reglamentos, de manera justa y equitativa. Solo así, con todo ese conglomerado seremos capaces de superar el grado de suciedad, deterioro y falta de mantenimiento que sufrimos en todo lo que es la capital. Es general, en el centro, en los barrios, en la periferia, en áreas rurales del municipio, hay demasiada mala imagen por este motivo, olores desagradables, condiciones higiénicas insalubres, mugre acumulada de mucho tiempo y, sobre todo, lo que observamos, dejadez por parte de todos. No se salva nadie en este maremágnum.
El mantenimiento brilla más por su ausencia y mientras no seamos capaces de conservar los logros y mejoras del entorno urbano, es mejor no acometer nuevos proyectos. Hay que esmerarse y mejorar lo que se tiene y, una vez consolidado, afrontar otras metas: más parques, jardines, árboles, fuentes, recintos infantiles, etc. Hay ciudades que han sido capaces de conseguir estos retos y donde poder mirarnos.
Muy cercano hay dos casos que nos pueden servir de modelo y de los que debemos tomar buena nota. La ciudad de Vera es una de ellas. Allí, propios y visitantes, disfrutan del casco histórico y zonas periféricas limpias, bien aseadas, sus monumentos brillan por el especial cuidado y respeto que se les tiene y la jardinería luce espléndida, las rotondas con motivos que atraen y agradan, etc. Los veratenses, a su vez, se esmeran en mantener el aspecto saludable de sus plazas y calles; y, quienes la visitan se llevan una imagen positiva que les hará volver, además de disfrutar de su historia, sus lugares culturales y patrimoniales y, como no, su gastronomía. La gestión en sí de la limpieza, desconociendo el modelo, es efectiva y traslada, sobre todo, el mensaje de ciudad saludable.
Y, más próximo a nosotros y como modelo de ciudadanos comprometidos con su espacio, en el mantenimiento y embellecimiento de sus recoletas y típicas calles y plazas, tenemos a Regiones Devastadas. Da gloria pasear por lo que es la esencia de la barriada cuyo eje forman las calles Alta y Baja de la Iglesia, donde se alza el complejo parroquial de San Isidro Labrador. Los vecinos miran por las fachadas de sus castizas casas, las embellecen con macetas y plantas originarias de la tierra que le dan un encanto especial, lo que, sin duda, mejora la convivencia y el bienestar. Aún perdura la costumbre de las tertulias a las puertas de las casas, tanto de día como al atardecer, lo que también estimula el cultivo de las buenas prácticas para mantener limpio el barrio. Importante también la labor de las asociaciones de vecinos San Isidro – San Gabriel – Regiones, que tienen su sede muy cuidada.
Si buscamos otro referente de buenas prácticas en una ciudad con un censo de población parecido a Almería, podríamos encontrar a Santander. Otra muestra representativa de un casco urbano limpio, desde la parte antigua a la zona costera y a los barrios de la periferia. Allí hay tanto viento como aquí, llueve con mucha frecuencia, pero la limpieza es una máxima por todas partes; la preocupación por las zonas verdes es extrema y lucen espléndidas plantas de todo tipo y color, tanto en los límites con la playa como en cualquier glorieta, parque o rotonda santanderino. Hay vigilancia y los vecinos suelen ser escrupulosos y respetuosos con el entorno. La gestión es modélica y bien podría servir para emular lo mejor y extrapolarlo hasta nosotros.
Vera y Regiones Devastadas, en la proximidad, y Santander, como población de similares circunstancias a la nuestra, deben servirnos de ejemplo de lo que queremos para nuestra ciudad y para nuestros barrios. Esos modelos hay que cultivarlos, copiar lo mejor de ellos y plasmarlos como meta para que la capital, con ciudadanos concienciados, logre los niveles de limpieza y mantenimiento que requieren las urbes modernas, preocupadas por el medio ambiente y la sostenibilidad. Hay que esforzarse, lograr una administración municipal ágil y transparente en estos temas, para que Almería sea un lugar agradable y seguro en el que vivir y al que desee volver todo aquel que nos visite. Solo así avanzaremos. Si otros lo han conseguido, nosotros también podremos. ¡Manos a la obra todos!
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