Los bares han ido conquistando los solares que dejaron yermos las tiendas de barrio en el centro de la ciudad. En plena crisis del comercio familiar, cuando ya es complicado encontrar una tienda de comestibles de las de toda la vida y las de ropa sobreviven con dificultad, la hostelería ha montado un imperio que ha transformado la imagen comercial de la ciudad.
Aquella costumbre tan almeriense de pasarse la tarde de los domingos viendo escaparates ya no sería posible, porque los escaparates que quedan se pueden ver en media hora, por lo que la única alternativa sería disfrutar de alguna de las terrazas, que se han convertido en las flores de un tiempo nuevo. En la manzana que va desde la Plaza Vieja y sus calles adyacentes al entorno del Mercado Central y la Puerta de Purchena se pueden contar ya más de sesenta terrazas plantadas en las aceras. El fenómeno es una auténtica epidemia que han cambiado la fisonomía del casco histórico.
Nada más que en el entorno de la Plaza de Abastos se juntan ocho establecimientos de hostelería. Al Habibi, que lleva toda la vida allí dando desayunos y tapas, se han unido media docena de bares modernos de los que se nutren del tapeo, pero sobre todo de las copas de la tarde. Ese tipo de ‘marcha’, que hasta hace años ocupaba la zona de las Cuatro Calles, se ha desplazado ahora a la sombra del Mercado Central, en cuyo interior, en poco tiempo, también está previsto que desembarquen los bares.
La última terraza que ha aparecido en pleno corazón de la ciudad ha sido la del restaurante ‘Alquímico’, en la Puerta de Purchena, que se ha colocado en un punto estratégico, junto a la estatua de don Nicolás Salmerón y el popular cañillo del agua. Los bares han tomado locales donde antes había tiendas de solera, como era el caso de los Almacenes Segura de la Puerta de Purchena. Han llegado hasta puntos impensables hace una década, como la estrecha calle de las Tiendas donde ahora mismo compiten tres bares con sus terrazas correspondientes.
En la calle de Jovellanos se pueden contar cinco terrazas que se extienden a lo largo de la acera, todas ellas creadas en la última década, al igual que las que se han abierto en la calle de San Francisco, paralela al Paseo. Afloran bares por todos los rincones, como si ya no fuera posible otro tipo de negocios. Hasta en la misma fachada de la iglesia de Santiago han montado una terraza.
Hay lugares, como la calle del Padre Alfonso Torres, detrás del antiguo edificio de Correos, donde solo reinan las mesas y las sillas. Más que una calle es una inmensa terraza. Esta fiebre por la hostelería en plena calle se ha convertido también en un buen negocio para el Ayuntamiento, que está sacando tajada con el invento. Habrá que ir comprobando también si se cumplen con rigurosidad las ordenanzas municipales.
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