Almería revive la celebración del Día de Todos los Santos acudiendo a los cementerios como manda la tradición. Familias completas cargadas con flores, muchas compradas a última hora en los clásicos puestos que se colocan a las puertas del camposanto y que dan ese especial bullicio a la obra de Trinidad Cuartara, recorrían las calles de este ‘otro barrio’ en el que almerienses ilustres y anónimos encuentran su eterno reposo.
En una jornada sin grandes colas ni aglomeraciones, son muchos los que han adelantado su visita desde el pasado viernes, todo transcurrió con la normalidad habitual en los últimos años. Lejos quedan los tiempos de camiones cisterna para que no faltara el agua y aquellos chicos que se sacaban una propina con el alquiler de escaleras. Han sido unos días sin grandes complicaciones, según explican desde la propia concesionaria, ya que al ir escalonándose las visitas la gestión del mantenimiento, la limpieza y control de la seguridad ha sido más sencillo.
Nada más entrar al cementerio de San José se comprueba como, tras años de reclamaciones y la mediación del Defensor del Pueblo, los aseos estrenan el acceso para personas con movilidad reducida. Se trata de una actuación que según la concejal de Servicios Municipales, Sacramento Sánchez, “fue la primera petición que se le hizo a la empresa ASV Funeser cuando se convirtió en la adjudicataria de la concesión administrativa de la gestión de los cinco cementerios y del tanatorio-crematorio”.
Música
Tras varios años, volvió la música en directo al camposanto y lo hizo de la mano de Da Music a través de los sones que salían del piano, el violín y el violonchelo ubicados a la entrada. Aportaban estos artistas solemnidad y paz a una jornada en la que regresó la celebración de la eucaristía al recinto de San José. El obispo de la diócesis, Antonio Gómez Cantero, decidió reubicar la misa en el Día de Todos los Santos (su antecesor solía hacerla el 2 de noviembre) y elegir el Jardín del Recuerdo en vez de la capilla del tanatorio Sol de Portocarrero. Fue una misa cercana y con un importante volumen de asistentes a pesar de las altas temperaturas que aún nos acompañan en este otoño veraniego.
Y bajo ese sol se repartían por las calles del cementerio las familias que ‘velaban’, aunque sin velas, a los suyos. Estaban los que subidos a las escaleras intentaban llegar a lo más alto para limpiar la lápida y colocar las flores, quienes desde el suelo colocaban con mimo de nuevo en su lugar esa pequeña virgencita que acompaña a sus padres, y hasta los que andaban como locos y medio perdidos buscando el nicho en el que está ese primo lejano al que solo visita de año en año.
Se escuchan conversaciones sobre los centros, algunos muy curiosos con flores azules y tonos metálicos, que dicen traen de Barcelona; se ve a gente emocionada porque este es el primer Día de Todos los Santos en los que le toca visitar a la abuela en vez de acompañarla de la mano a recorrer esas mismas calles; pero lo que más impacta es el silencio absoluto que preside los panteones y la llamada zona 1 de cementerio, allí donde están los enterramientos más antiguos. Son pocos los enterrados allí que tienen familiares vivos y en disposición de acudir a visitarles un día como el de hoy. En esta zona se escuchan los pájaros y se detiene el tiempo igual que el resto de los días en este barrio lleno de tranquilidad. Y es que, como decía Gustavo Adolfo Bécquer, es aquí donde nos damos cuenta de “qué solos se quedan los muertos”.
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