Al cruzar la Rambla de Belén por la calle de Granada, mirando al norte, se formó una humilde barriada que le fue ganando lentamente terreno a ese universo rural que se extendía a lo largo y ancho del entorno de los cerrillos de la Molineta. Aquel barrio fue bautizado con el nombre de ‘el Inglés’, recordando el origen de su promotor.
De lo que fue el barrio del Inglés quedan en pie dos de sus calles: la calle llamada del Ingles y la calle de Marchales, que en esencia son dos cuestas que van ascendiendo desde la Carretera de Granada hasta el cerro de la Molineta. Son el único recuerdo vivo de un pequeño barrio que nació en los días de apogeo del esparto, allá por el año 1873, cuando el súbdito británico Guillermo Hall se estableció en Almería y construyó un gran almacén y cuarenta viviendas para sus obreros y encargados.
Alrededor de la fábrica, Mister Hall fue construyendo una gran manzana de pequeñas viviendas para los obreros. Entre 1873 y 1877 se levantaron cuarenta y dos casas, que formaron un pequeño poblado en las afueras de Almería. En aquellos años de esplendor, más de cuatrocientos obreros de ambos sexos trabajaban en el almacén en las faenas de limpieza y selección del esparto, sin contar al equipo de carreros que se encargaban del transporte desde los campos al almacén y posteriormente hasta el Puerto. A pesar de la competencia, la fábrica del inglés fue la que permaneció durante más años activa y la que más propietarios tuvo. Después de Guillermo Hall, su fundador, estuvo dirigida por Guillermo Lindaray, posteriormente la compró el exportador Jhon Murison y por último, en las dos primeras décadas del siglo veinte, perteneció a la casa Symington, de Glasgow, que estaba representada en Almería por su apoderado, Mister Mc Glasham. En 1916, la empresa sufrió un grave incendio que anticipó el final de su larga historia.
Allí, en la misma calle del Inglés existió durante dos décadas un criadero de cerdos que llegó a ser el más importante de la ciudad en los años treinta. El negocio era conocido como el corralón de José Díaz y era el principal que abastecía de carne a las barracas del mercado central. Traían los cerdos de todos los puntos de la provincia y una vez al año, sus dueños cogían el tren y se marchaban a Iznallor y a Moreda para regresar con un vagón repleto de marranos. La tarea de José Díaz y su equipo consistía en criar a los animales como reyes y cuando estaban a punto de reventar los llevaban hasta el matadero, allá por las Peñicas de Clemente, donde eran sacrificados.
A medida que el barrio del Inglés fue creciendo y las construcciones de viviendas y la apertura de calles fueron cubriendo los espacios baldíos, el corralón se fue quedando acorralado en medio de la civilización. Las visitas de los inspectores municipales empezaron a ser frecuentes lo que obligó a los dueños del negocio a mantenerlo en unas condiciones tan extremas de limpieza que había quien afirmaba que más que un criadero de cerdos aquello parecía un palacio.
Cerca del corralón de José Díaz existió otro próspero negocio de ganado, la vaquería de José Guirado Rosa, rodeado de huertas, enfrente del lavadero donde las mujeres del entorno de la Carretera de Granada iban a hacer la colada. Por la vaquería pasaban muchos de los lecheros que bajaban a Almería repartiendo la leche recién ordeñada de casa en casa.
Jose Guirado, además de ganadero, era muy célebre en la ciudad por sus inquietudes artísticas. Promovió la sociedad recreativa La Ideal, y cedió una de sus viviendas en la zona para que el barrio del Inglés tuviera su propio teatro. El local fue utilizado en los años de la guerra civil para reuniones políticas y asambleas vecinales.
El barrio del Inglés seguía creciendo. La llegada de nuevas familias hizo necesaria la creación de centros escolares para que los niños no tuvieran que cruzar la rambla a diario par asistir al colegio. El 23 de febrero de 1929 empezó a funcionar la escuela de niños del barrio del Inglés, dirigida por el maestro don José Martos. Desde sus orígenes, el centro tuvo que enfrentarse a las carencias del edificio, que era de pequeñas dimensiones y no reunía las mínimas condiciones para desarrollar la labor educativa. Un año y medio después de su puesta en funcionamiento la escuela fue trasladada a la entonces llamada Plaza de San Blas, junto al antiguo convento de Belén, una decisión que estuvo rodeada de polémica, ya que fueron muchos los padres que se opusieron al traslado.
En los años de la República las autoridades dotaron al barrio de dos nuevos colegios, uno de niños, bautizado como la Graduada Marcelino Doningo, y otro de niñas, la Graduada Ramón y Cajal.
La apertura de los centros escolares dinamizó la vida de aquel distrito, aunque el viejo barrio del Inglés seguía manteniendo esa mezcla entre rural y urbano que tuvo hasta la aparición, treinta años después, del actual barrio de los Ángeles.
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