Difícilmente podría haberse dado un momento menos oportuno para que las deficiencias formales de la ley del solo sí es sí -esas que están permitiendo la reducción de penas a condenados por delitos sexuales- se revelaran de manera tan grosera. Resulta, claro está, muy inoportuno desde el punto de vista político, al haber generado un nuevo y muy serio encontronazo entre los dos partidos de la coalición de Gobierno (PSOE y Unidas Podemos), otro aún más profundo y de consecuencias imprevisibles en el seno de la propia UP y un nuevo foco de polémica agria -muy agria- entre el Gobierno y los partidos de la oposición parlamentaria, el PP especialmente. Pero sobre todo es inoportuno por haber estallado en la antesala de una fecha tan significativa como la que conmemora la lucha contra la violencia hacia las mujeres -y la sexual es una de las expresiones de esa violencia-, por lo que de temor y sensación de desprotección transmite el ¿error? legislativo a las víctimas, las que ya lo son y las que pudieran serlo.
Almería es una de las provincias con una mayor tasa de delitos sexuales de España: solo el año pasado se registraron 273 casos, una cifra superior a la del año anterior, y un hecho que preocupa desde el punto de vista social, judicial y policial. Ahora que estamos a pocas horas de los actos de conmemoración del 25N, una jornada en la que políticos de (casi) todo signo y condición acostumbran a prenderse en las solapas el lazo morado y se colocan en primera línea en los actos de rechazo a la violencia hacia las mujeres, sería recomendable que todos y todas contribuyeran a rebajar la tensión, a serenar el debate y a poner por delante el interés prioritario: el de proteger a las víctimas. Ni ayuda cargar contra la judicatura, así en general, para desviar el foco de lo que no se ha hecho bien, ni ayuda insultar y descalificar a quienes son responsables de las equivocaciones, si es que tales han sido. No vendría mal un 25N en el que, si el daño ya está hecho, se cerrara filas con los criterios jurídicos que se aporten para minimizar el impacto. Todo con tal de que en la ceremonia de la confusión los agresores sexuales no se crezcan.
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