El 1 de marzo de 2021, Juan y David cruzaron la puerta de un viejo bar de carretera en la provincia de Toledo. La intimidad de aquella cafetería impersonal debía guardar el secreto del encuentro con Benetau, persona de confianza de Juan y futuro tripulante de un barco cargado de hachís.
Ambos habían establecido contacto antes gracias a un conocido y parecían destinados a cerrar un negocio muy lucrativo para todos. Pero Benetau debía pasar antes el filtro de David, mostrarse como un colaborador eficaz y cerrar los flecos de una operación de alto nivel. Se jugaban mucho.
La conversación profundizó en el convencimiento de David que, por primera vez, se reveló como “responsable de la organización en España”. El plan era muy ambicioso y se repetiría con descargas periódicas de hachís cada 15 días. “Tengo luz verde en la costa de Larache (Marruecos)”.
Las condiciones estaban pactadas. El acuerdo cerrado. El protocolo definidio. Y Benetau recibiría allí mismo un adelanto de 15.000 euros en metálico. Entonces David mostró reticencias y obligó a su ‘piloto’ a mostrar el DNI antes de pagar. No se podían dejar cabos sueltos. Los narcos no sabían entonces que su interlocutor era en realidad un agente encubierto de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil.
Los detalles de este caso aparecen en las diligencias del Juzgado de Instrucción número Seis de Almería, cuyo secreto se levantó hace meses, y en el escrito de acusación de la Fiscalía Antidroga, que informó favorablemente al uso de agentes encubiertos.
La operación incrimina a ocho presuntos narcotraficantes en una investigación con escasos precedentes en Almería. Un trabajo de precisión.
La Guardia Civil utilizó tres agentes para infiltrarse en el corazón de una presunta organización criminal con capacidad para introducir grandes alijos en la costa andaluza, desde Cabo de Gata hasta el Estrecho de Gibraltar, según documentos a los que ha tenido acceso en exclusiva LA VOZ DE ALMERÍA.
Benetau y su compañero Vismara trazaron el mapa de una operación de máximo riesgo, al menos, desde septiembre de 2020. Primero se ganaron la confianza de Juan y luego penetraron en otros escalones de la banda para boicotear sus envíos de hachís a España.
¡Alto, Guardia Civil! Después de Toledo, los narcos pactaron efectuar una operación en alta mar. Benetau y Vismara debían hacerse con un barco, navegar hasta unas coordenadas y cargar la droga en mitad de la noche. Para ello necesitaban más tripulantes, por lo que se añadieron el agente encubierto Lubina y un cuarto colaborador, no perteneciente a la Guardia Civil.
El 23 de abril de 2021, tras ocho mesdes de trabajo en la sombra, los tripulantes embarcaron en un pesquero, navegaron mar adentro y contactaron en mitad de la noche con dos lanchas neumáticas de 12 y 15 metros de eslora. Abarloados a babor, las gomas descargaron 155 fardos de arpillero sobre la cubierta del pesquero. A bordo de cada planeadora viajaban cuatro personas. Fue una operación de pocos minutos.
El pesquero tomó rumbo a tierra. El 25 de abril, en los aparcamientos de un restaurante de comida rápida de Conil de la Frontera (Cádiz), un grupo de presuntos traficantes recogió 20 fardos y los introdujo en una furgoneta, mientras Benetau recibía una bolsa con 192.000 euros sacada del maletero de un turismo.
La banda no coronó. En aquel mismo lugar, en aquel mismo instante, los agentes encubiertos sacaron sus armas y la Guardia Civil irrumpió en un despliegue en el entorno que acabó con los traficantes detenidos.
David fue detenido aquella mañana en una vivienda de un lujoso residencial de Marbella. Juan tardó un poco más. Cayó en Benalmádena el 12 de enero de este año. La droga intervenida superó las 4,6 toneladas.
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