El cura que controlaba la prensa

Rafael Ortega Barrios fue mano derecha de Diego Ventaja y Gobernador eclesiástico

Eduardo de Vicente
09:00 • 13 ene. 2023

Nada se escapaba de su control. La Iglesia estaba en sus manos. Tenía tanto poder que cuando al acabar la guerra civil la ciudad estuvo cerca de cuatro años sin obispo, asumió todos los poderes con los cargos de Gobernador eclesiástico y Vicario General. Dicen, que esa capacidad de control le permitió dirigir los hilos del periódico La Indepedencia, tanto o más que su director, el recordado Fructuoso Pérez, asesinado en la guerra. 



Rafael Ortega Barrios mandaba en el obispado, en el seminario, en las sacrisitías de todas las parroquias y en la prensa, a la que visitaba puntualmente para ejercer su labor de censor. Acumuló tanto poder como cualquier obispo y llegó a convertirse en la figura clave de la Iglesia almeriense hasta su muerte en el año 1948.



Aunque sólo tenía sesenta y nueve años cuando falleció, tuvo una vida intensa en la que se vio obligado a superar pruebas muy duras en tiempos difíciles para la religión católica. Su inteligencia y su capacidad diplomática le permitieron conservar su puesto de Arcipreste de La Catedral y hombre fuerte de la diócesis con cinco obispos  distintos: Vicente Casanova y Marzol, Bernardo Martínez Noval, Diego Ventaja Milán, Enrique Delgado Gómez y Alfonso Ródenas García.






Sus buenas relaciones en la ciudad y sus amistad con personas ligadas políticamente a la izquierda, le sirvieron para escaparse de la persecución religiosa que se desató durante la guerra civil.






Rafael Ortega Barrios nació en Tabernas, el 19 de octubre de 1878.   Siendo un niño ingresó en el Seminario de Almería donde destacó  por su expediente académico y por   una capacidad oratoria fuera de lo común que le hacía sobresalir del resto de los alumnos. 



Tras ser ordenado sacerdote fue coadjutor de la iglesia de Tabernas hasta que consiguió una beca para viajar a Roma y seguir ampliando sus estudios. Allí se doctoró en Sagrada Teología, Filosofía y Derecho Canónico y en 1917 obtuvo por oposición la plaza de Arcipreste de la Catedral, tomando posesión del cargo el dos de julio de ese mismo año, en presencia del Obispo Vicente Casanova y Marzol. 


Rafael Ortega Barrios se convirtió en fiscal eclesiástico y en el censor oficial del obispado, participando en la labor diaria de la redacción del periódico católico ‘La Independencia’. Escribir era una de sus grandes pasiones y a la vez una obligación para desarrollar sus ideas religiosas en épocas de marcado anticlericalismo.

El periodismo constituyó una de las facetas más destacadas de su función sacerdotal, convirtiéndose en un redactor jefe en la sombra, que controlaba los contenidos del periódico y participaba en la elaboración de artículos que siempre aparecieron firmados con seudónimo.


A Rafael Ortega Barrios le tocó vivir en primera línea de ‘combate’ los primeros años de la República, cuando tuvo que desarrollar una incesante labor apostólica y de relaciones públicas por las principales parroquias de la ciudad para que se siguieran manteniendo los cultos y para que los fieles continuaran acudieron a los actos religiosos sin temor a altercados o represalias. 


Cuando en junio de 1931 las autoridades ‘aconsejaron’ que la procesión del Corpus no hiciera su recorrido tradicional por las calles, fue Rafael Ortega el que convenció al Obispo Bernardo Martínez Noval de la necesidad de cambiar los planes y celebrar la procesión con todos los fieles en el interior de la Catedral y convertirla en un acto religioso y reivindicativo. 


Uno de sus mandatos más duros coincidió con la llegada al cargo de Obispo Diego Ventaja Milán. Fue con el que menos tiempo pudo trabajar, tan sólo un año, pero la relación llegó a ser tan estrecha, su influencia en el nuevo prelado fue tan importante que cuando Rafael Ortega fue detenido, en vísperas del uno de mayo de 1936, Diego Ventaja le mandó una carta llena de desesperación a su hermano contándole que: “Tengo en la cárcel al Provisor y Vicario General, lo cual quiere decir que hay medio Obispo encarcelado”.


Diego Ventaja había llegado a Almería el 16 de julio de 1935. Fue Rafael Ortega Barrios el que se encargó de organizar todos los actos del recibimiento y darle la publicidad necesaria para que la ciudad se volcara con el nuevo Obispo. +


Una de las anécdotas de aquel día en el que el nuevo Obispo hizo su entrada en la ciudad, fue que en su recorrido hasta el templo casi todas las calles que atravesó tenían nombres republicanos: Parque Nicolás Salmerón, Avenida de la República (Paseo), Calle del General Riego (Real), Pablo Iglesias (Mariana) y José Litrán, nombre que le dieron a la Plaza de la Catedral, recordando  al que fue médico republicano y masón. 


En agosto de 1936 fue asesinado Diego Ventaja. El Vicario General se salvó gracias a la ayuda de varias familias que lo escondieron y planificaron su huida posterior. Regresó tras la guerra para reorganizar el Seminario, iniciar la reconstrucción de los templos y convertirse de nuevo en el hombre fuerte del Palacio. Desde abril de 1939 a noviembre de 1943, gobernó la Iglesia de Almería que entonces estaba sin obispo.


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