Fue por culpa de los estorninos. Ellos fueron los responsables de que esta entrevista casi no se realizara. Allí estábamos, Jesús y quien les escribe, en ese mítico terrao de La Guajira, dándole la espalda a la Alcazaba y contemplando boquiabiertos la danza hipnotizante de esas aves en el cielo de Almería cayendo la tarde ya, con naranjas, rojos y amarillos enmarcando el baile de las avecillas. Finalmente conseguimos salir del embrujo y charlar reposadamente sobre cultura, proyectos y Almería.
¿Hablamos de los orígenes de esta icónica asociación para la sociedad almeriense?
La Guajira viene tras una época divertida que pasamos en Barcelona con música, proyectos. Vivimos muy de cerca el mundo de los colectivos, las asociaciones autogestionadas, ya que en Barcelona hay una capacidad grande de autoorganización. Eso nos inspiró mucho. La idea de volver a Almería no entraba en mis planes porque tenía inquietudes y Almería no era un sitio que en aquel tiempo ofreciera poder realizar las. Al final, después de un tiempo yo tenía la idea de lo guay que sería tener un sitio en Almería de etas características y como no lo había, decidimos crearlo.
La Guajira no sería lo que es sin este emplazamiento, es parte fundamental de su carácter, ¿Fue premeditado que se ubicara aquí?
Yo quería que fuera esta zona, eso era seguro. La idea que nosotros tenemos de la cultura es que supone una herramienta de transformación social. La cultura hace que la gente venga a este barrio, y eso elimina las barreras que hay, porque de la calle La Reina para acá hay como una barrera psicológica que los almerienses no pasan. Llevamos 10 años y esa barrera se ha eliminado bastante, aquí vienen cientos de personas al mes. Entonces la idea era esa, emplazarse en un sitio donde se pueda hacer actividades culturales pero además poner en valor la zona y el talento de los vecinos, de la gente. Tenemos ahí la Chanca, que es la cantera del flamenco y del arte en Almería en muchos sentidos.
En sus actividades siempre da la sensación de que el sitio se queda pequeño, que podrían llenar sitios más grandes.
Nuestro crecimiento no está tan enfocado a tener más público, no es el objetivo final. Se nos conoce mucho por los conciertos pero poca gente sabe que también hacemos un trabajo social de fondo. Sobre todo antes de la pandemia y ahora hemos retomado, afortunadamente. Por ejemplo tenemos un proyecto que se llama “Apoyo al toque” que pasa por buscar, seleccionar niños del barrio que tienen potencial como artistas a los que damos clase dos horas a la semana, una de guitarra y la otra de apoyo escolar, y les regalamos incluso la guitarra.
No es el único proyecto social que desarrollan.
También hemos llevado la cultura, la música, a residencias de ancianos en colaboración con un grupo del que también formo a parte, y hacemos proyectos de voluntariado europeo con jóvenes que vienen, están con nosotros un año y nos ayudan. También hay un proyecto de dos años en colaboración con otras seis organizaciones europeas, muy interesante que se llama Virtual y es una herramienta digital, un manual de autogestión para artistas, que a lo mejor hacen gloria bendita sobre las tablas pero no saben venderse, presentarse, comunicar.
Tiene usted una faceta de músico.
Soy percusionista, la música ha estado siempre presente en mi vida. No soy músico de haber tenido una dedicación exclusiva pero siempre ha estado presente. Estoy en un proyecto que se llama la Milonga Flamenca con el que llevamos unos 10 años ya, y fusionamos flamenco con tango. Me ha dado muchas alegrías. También voy a nuestros “hermanicos” Classijazz, al coro Gospel.
¿Qué encuentra en el gospel?
Dicen que el que canta su mal espanta (risas). Lo que me gusta de ahí es la vibración que se produce con todo el grupo, es algo que se te mete por la piel, es una sensación de elevación, y además el gospel que es tan espiritual es algo que me encanta, casi terapéutico, hace que sienta mi voz, la emoción de estar en sintonía con las voces de los demás, una sensación de compañerismo, de pertenecer a un sitio, nos reímos muchísimo y lo pasamos super bien, además Noemí la directora es muy buena y divertida, es genial.
Mucha gente daría lo que fuera por poder venir aquí en soledad, a este mirador privilegiado.
Eso es porque no vienen mañana, tarde y noche durante diez años (risas). No, se disfruta mucho, es un gran privilegio, eso es verdad. Aquí hemos hecho alguna sesión de yoga incluso. También hay gente que nos piden eventos privados, que es un recurso que está muy bien para nosotros, siempre que no interfiera en los días en los que tenemos programación.
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