Son las nueve de la noche y uno de los vehículos de la unidad de emergencia social, el que conduce Juan y en el que también van montados Carmen y Diego, acaba de salir de la CASA (Centro de Atención Social) de Cruz Roja en Almería, en Piedras Redondas, para hacer la ruta con la que acercarán alimentos y ropa de abrigo a personas que se ven obligadas a pasar la noche a la intemperie, resguardados en soportales o escondidos, protegiéndose del frío y la humedad almeriense, en parques o jardines de la capital.
El recorrido los llevará por la ruta del interior de la ciudad. Al mismo tiempo, un segundo vehículo ha partido para hacer la ruta de la playa. En total, esta noche atenderán a cerca de 80 personas en situación de alta vulnerabilidad, ofreciéndoles una primera respuesta inmediata para conseguir que luego, durante el día, puedan acercarse a la CASA para cubrir algunas de sus necesidades básicas.
“La Unidad de Emergencia Social somos los primeros en reconocer a las personas en situación de alta vulnerabilidad, aquellas que duermen en la calle, a las que damos una respuesta inmediata”, explica Mati, que es voluntaria referente, con más de diez años de experiencia como voluntaria y cuatro en la unidad de emergencia.
“Nuestra labor es hacer de puente entre la calle y el Centro Social CASA, para que durante el día puedan venir para tener una higiene, bocadillos, café, ropero y hasta un servicio de lavadora y secadora. También hay un médico y una enfermera que vienen todas las mañanas”, cuenta.
Al centro de día acuden no solo personas sin techo, sino también otras que viven en sus domicilios pero cuentan con pocos recursos, algunos de ellos que no tienen luz en casa, inmigrantes o personas con algún tipo de adicción. En la CASA encuentran a trabajadores sociales y de familia, monitores y voluntarios, más de una decena de personas cada día, de lunes a viernes, en horario de 8:30 a 14:00 y de 16:00 a 19:00 horas.
“Aquí cubren sus necesidades básicas y nuestra intención que vengan los que están en la calle, algunos vienen y otros no porque son personas que están muy desarraigadas, son perfiles complicados, pero queremos darles calor para que vengan aquí”. Un día cualquiera, por este centro CASA de Almería, que fue pionero en España, pueden pasar entre 120 y 140 usuarios.
Las rutas nocturnas se pusieron en marcha hace tres lustros por iniciativa del presidente de Cruz Roja en Almería, Antonio Alastrué, y salen tres veces en semana: lunes, miércoles y sábados, para dar una mejor atención a las personas. Se suele respetar siempre el mismo recorrido, aunque en ocasiones se producen cambios porque estas personas, a pesar de estar sin techo, suelen cambiar de sitio. En invierno, los que suelen estar en la zona de costa, la mayoría de nacionalidad española, comienzan a irse a otros puntos más al centro o en otras zonas de la ciudad, donde cada vez hay mayor presencia de inmigrantes. Soportales de edificios, cajeros o parques y jardines suelen ser los lugares más recurrentes en los que se ubican, aunque también los hay que directamente duermen en bancos.
Una de estas personas sintecho lleva nueve años, los mismos que lleva en Almería, en la misma ubicación y allí, donde antes solo había tierra y piedras, hoy hay un arco sujetado por dos balones de fútbol que hace de entrada a la que ha hecho su casa con jardín incluido, en la que le acompañan varios gatos. Es la primera de las personas de la ruta que está en el punto esperado, después de que los primeros tres intentos hayan sido infructuosos.
En cada ruta hay cerca de 80 usuarios a los que atender, aunque no siempre están todos en el punto indicado, por esta movilidad. También hay casos en los que no se molesta a estas personas, si a la hora de llegar se encuentran dormidas. El motivo, “les cuesta mucho coger el sueño, debido a la tensión que acumulan durante el día y también debido a las temperaturas del invierno”, comentan Juan, Carmen y Diego.
Este último es uno de los voluntarios más jóvenes. Apenas lleva cuatro meses en la unidad de emergencias. Estudió Desarrollo y Cooperación, “que va ligado al voluntariado, y quería aprovechar el tiempo que estaba aquí y qué mejor manera que echando una mano”. Con anterioridad, formaba parte también de Cruz Roja, “pero haciendo proyectos y actividades, solo ahora”. “Estuve de voluntario en Bilbao y desde que llegué siempre hay algo que hacer, y siempre intento salir todas las noches que puedo”, cuenta.
En otro punto, otro usuario espera en lo que él mismo llama su “chalé”. Anteriormente ya estuvo cuatro años en la calle, en el mismo sitio en el que hoy se ubica, y tras diez meses en el “albergue” (Centro Municipal de Acogida) ha vuelto a la calle. “En el albergue me estuvieron arreglando los papeles, ahora me han dado una paga y estoy buscando una habitación, pero no hay habitaciones en ningún lado y por eso estoy aquí, he buscado por todos lados y no hay. Después de cuatro años, tengo mis cartoncillos y una manta y con eso me apaño. El servicio lo tengo enfrente y ya me conocen después de tantos años. Ya tengo 56 años y se va notando, pero todavía tengo el pellejo duro y aguanto”, cuenta.
Bajo una tienda, en otra ubicación, encontramos a tres usuarios más. También por encima de los 50 años, uno llegó desde Granada y el otro viene de Marruecos, pero lleva toda su vida en Almería. “Nos conocimos aquí en la calle”, explica el segundo, que afirma que no tiene “otro sitio”. “He trabajado como oficial, como agricultor, maquinista, gruista… ahora mismo estoy con la chatarra”, añade.
Trabajos temporales también ha ido enganchando un nuevo usuario que se acerca por primera vez a la unidad de emergencia. En su caso, tiene vivienda y vive con su esposa y su hijo. Otra hija se ha casado y marchado a Italia. “Vengo de Marruecos, llevo cuatro años en Almería y antes estuve once en Algeciras, trabajando en una finca. Aquí no hay mucho trabajo, me llaman un día para recoger tomates o para trabajos temporales, pero para poder vivir necesitas 1.000 euros al mes. Pago 330 euros de alquiler de casa, 120 o 130 de luz y unos 70 u 80 de agua. Ya con eso pagas más de 500 euros. Y hay que comer. Pero bueno, poquito a poco”, relata.
A cada usuario se le hace entrega de sándwiches. “Es una comida reparadora. Tenemos muchas personas de religión musulmana y no comen cerdo, y siempre llevamos pavo y queso”. También se les hace entrega de zumo, bollería y agua, pequeños kit de higiene y un táper de emergencias con profilácticos, cuchillas de afeitar o productos de higiene femenina. En invierno se añaden mantas, sacos de dormir, café y caldos. “Estamos pendientes de recibir otra remesa de mantas y sacos”, cuenta Mati, que se encarga también de la logística, entre otras muchas funciones dentro de la estructura de voluntarios de Cruz Roja.
“Ver a estas personas en esta situación da mucha rabia y mucha impotencia, de que las cosas tengan que ser así”, explica Diego, “pero intentamos hacer lo máximo posible y ayudar todo lo que esté en nuestra mano”. Tres noches en semana, durante todo el año, y así ya más de quince. Una atención de emergencia cuyo fin es el de acercar a personas sintecho a CASA.
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