A veces cuando una recorre las calles de Almería tiene la sensación de que vive sumergida en una cuenta de Instagram. Es cierto que la luz de nuestro cielo es difícilmente igualable en ninguna otra ciudad hasta cuando está nublado. Hay barrios que muestran el crecimiento de una ciudad que hasta la crisis del ladrillo era un auténtico foco de negocio y otros que son capaces de transmitir esa esencia de la Almería de antes. Es aquí, en estos, donde una se queda mirando las fotos, las amplía y descubre que tiene truco, que esas imágenes también son ‘postureo’.
Y es que en estos tiempos en los que la gran mayoría de los almerienses están convencidos de que la poca historia que nos dejó el desarrollismo urbanístico hay que conservarla para no perder la noción de quiénes hemos sido para trazar quiénes seremos, seguimos contando con un sistema de protección que aboga por conservar fachadas y que, en muy pocos casos, los que se consideran verdaderamente importantes, guarda con celo el resto de la edificación se encuentre en la situación en la que se encuentre.
Siendo absolutamente legal da pena aquellos espacios en los que la protección no obliga más que a mantener en pie esta visión externa que hace las veces de trampantojo para los que caminan por la calle, esos que van convencidos de que eso que ven es una casa del XIX y por dentro es todo pladur y parquet. Muchas veces eran auténticos tesoros lo que guardaban en su interior. Quizá, ahora que la apuesta por la protección de la arquitectura tradicional se ha convertido en una máxima, que llevamos años buscando fórmulas para revitalizar el llamado Casco Histórico, que se marcan planes estratégicos para ver hacia dónde vamos, no estaría de más darle una vuelta a eso de que con mantener la fachada de un edificio tenemos suficiente.
Son muchos los ejemplos que podemos contemplar por las calles de la ciudad. Desde aquella eterna fachada de la calle Eduardo Pérez que parece, por fin, que se va a reactivar; el vaciado del edificio en el que estuvo Springfield en el Paseo de Almería o, en estos últimos días, la vivienda burguesa de finales del XIX que desde 1951 hasta 2005 fue la sede del bar ‘La Oficina’ en la calle Granada. Allí, cumpliendo con todos y cada uno de los requerimientos legales, se están realizando obras para reconvertir esta vivienda y la contigua en pisos de uno a tres dormitorios. Estos trabajos ya han metido la piqueta en el edificio moderno y sin protección alguna que hacía esquina con la calle Relámpago, y tras arrancar en noviembre las demoliciones manuales poco a poco, ha dejado esa casa tradicional solo en su fachada.
Es cierto que, a pesar de guardarse con celo esa 'portada' todo aquel que acabe viviendo en este inmueble siempre dirá que lo hizo en La Oficina aunque de lo que fue aquella bodega no quede ni el letrero de la puerta. Es lo que tiene que al final este sistema convierta a Almería en lo que es, una ciudad de fachadas, no tanto de interiores.
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