Allá por 2005 se acercó por la sede de Cruz Roja para ofrecerse como voluntario. Sus inicios allí fueron atendiendo pateras con la unidad de emergencias sociales, la UES, una experiencia que tiene muy presente. Aunque ahora no está a pie de calle, siempre lleva en el coche su chaleco rojo por si en algún momento tiene que prestar su ayuda. Antonio es el presidente, pero en su interior aún late fuerte el voluntario que llegó de los primeros a Lorca en aquel fatídico 11 de mayo de 2011.
¿Qué le llevó a ser voluntario?
Hay tantas razones para ser voluntario…Yo detectaba que había necesidades y que podía ayudar. Me llamaba mucho la atención cuando veía las noticias de las pateras y que había personas ahí que querían tener una vida mejor, que no podían venirse tan sencillamente como es coger un ferry. Tienen que venir en unas condiciones infrahumanas jugándose la vida, y no le damos valor a eso, a la suerte que nosotros tenemos, a que no hemos hecho nada para nacer aquí o 200 kms. más abajo.
Esa unidad atiende a las personas sin hogar en las calles. ¿Hay un perfil específico para ser voluntario en esa labor?
Para ser voluntario de Cruz Roja solo hay que tener ganas. Después a la gente se le forma y se le va derivando al proyecto que más se adapte a sus necesidades e inquietudes.
Hábleme de cómo ayudan a esas personas.
La idea va más allá de dar una comida reparadora o ropa si tienen frío: es darles calor humano, atenderles, estar con ellos. Son gente que normalmente no habla con nadie en todo el día, cuando llegan los voluntarios de Cruz Roja es la primera cara amable que ven. Cuando dábamos las formaciones para esta unidad todos coincidían en que cuando ves a una persona sin hogar lo que haces generalmente es alejarte, separarte del banco donde esté, y cuando sales por primera vez a atenderles y te acercas a ellos y ven que les atiendes afablemente que quieren que estés un rato con ellos. Es sorprendente.
¿Les avisan los ciudadanos cuando ven a alguien que está en la calle?
Las personas sin hogar son invisibles normalmente. Cuando hay una alarma social porque ha aparecido una persona sin hogar muerta entonces se hacen visibles y recibimos una avalancha de llamadas, pero generalmente no es así.
He leído que quedarse en la calle nos puede pasar a cualquiera.
Sí, hay un estudio que dice que con 5 hechos traumáticos seguidos terminarías en la calle. De hecho vimos el cambio de perfil en 2008-2009. En la pandemia también lo hemos vivido, gente que se ha acercado a los servicios sociales, que no sabía que esa herramienta existía ni para qué. Eso del que quiere trabajar trabaja no es así, hay gente que quiere pero las circunstancias de la vida lo abocan a una situación de calle, de no tener ingresos.
Desde 2005 ¿qué experiencia le ha marcado?
Tengo muchas, lo que se te queda es la cara de satisfacción de la gente cuando les das ayuda, cuando ves que estás haciendo algo de manera desinteresada, y tengo muchas caras de satisfacción de ese tipo. Después tengo momentos más duros como cuando ha aparecido alguna de las personas sin hogar que habitualmente atendíamos y que aparece muerta. Piensas que esa noche no habíamos salido a atenderlo y que posiblemente habría muerto también pero en unas condiciones más dignas, que hubiéramos podido trasladarle a un hospital como hemos podido hacer en otras ocasiones eso se te queda grabado y es muy duro.
¿Echa de menos “tocar calle”?
Sí, lo echo de menos. Ahora las gratificaciones o satisfacciones me llegan “en diferido” . Cuando estás en la calle la gratificación es ver la cara de satisfacción, ayudar a alguien, quitarle el daño, quitarle el hambre, el frio. Cuando eres presidente te dedicas a estar en los despachos firmando documentos, hacer gestiones, las gratificaciones son el saber que lo que estás haciendo sirve para que otras personas puedan hacer eso
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