“Estamos sobreexpuestos y es bueno también un poco de silencio”

La música se le escapa por los ojos. También se le escapan muchas palabras en inglés,   huella de su estancia de once años en Nueva York, aventura de la que ha regresado hace año y medio. Es vivaracha, entusiasta y disfrutona. También tiene alguna cicatriz de dolor intenso, esas cosas de la vida a veces, pero es difícil de intuir el dolor tras una enorme  y casi permanente sonrisa. Noemí es una de las almas que dan vida a esa institución cultural que es Clasijazz desde hace muchos muchos años, ahora de nuevo al frente de su coro Gospel.

¿Siempre ha sabido que quería dedicarse a la música?

En realidad no, pero desde muy pequeña empecé a cantar en el coro de la iglesia. Con mi hermano Ángel hacíamos pequeños teatritos para la familia, nos inventábamos canciones, nos disfrazábamos…lo que parecía un juego en realidad era lo que querías. Después me apunté a piano, con 13 años y ya me enteré de que existía una cosa que era el Conservatorio donde empecé danza y música, empecé también a cantar, Jade en realidad.

¿Hay que empezar de muy pequeña?

Bueno, yo creo que al final terminas siendo lo que tu ser es. Es importante empezar de pequeños porque la plasticidad del cerebro, la capacidad de absorber es mucho mayor.  En contraposición, cuando lo haces de adulto eres más consciente y tienes otra herramientas. Me habría gustado empezar con 8 añitos o así.

Se fue a Nueva York tras un momento personal muy difícil. Le habrá servido para muchas facetas vitales.

Sí, me fui después de dos años muy duros que necesité para reorganizar la cabeza. El año anterior a irme me dio la vida fundar el coro gospel en Clasijazz, las chicas me dieron vida.

Musicalmente la experiencia en EEUU ha sido total, ha cantado usted hasta flamenco.

También eso viene desde la cuna, de mi familia. Mi madre es una mujer que canta increíble que nos ha cantado siempre, toda la vida nos ha cantado copla, más que hablar te canta, es su manera quizá de conectarse con el mundo, tiene una voz muy bonita, estilo Antonio Molina, Diana Navarro. He preparado audiciones para cantar tangos, también he estado en grupos de salsa y mejicanos, de todo.

Para transmitir bien no hay nada como el humor. Tiene usted fama de hacer reír mucho. ¿Es natural o método?

Es mi manera de ser, lo que pienso lo suelto. Es importante que la gente se sienta feliz, yo les llevo a retos, a memoria mediante escucha sin hojas, sin móvil, y eso se queda grabado para siempre. Si estudias con partitura no interiorizas igual. Cuando tienes una experiencia y lo vives en un contexto eso se queda para siempre, no se olvida en la vida.

¿Tiene un grupo o cantante inconfesable? 

El año pasado me di cuenta de que estaba obsesionada. Hago viajes en coche a menudo algo lejos, me paso esas horas con música, y resulta que he estado cerca de dos años escuchando solo Luis Miguel. Esa  limpieza de voz, esa impostación natural que tiene, la manera de interpretar, los arreglos, su perfección…es un pedazo de músico. Sabe lo que hace, lo que quiere, me encanta y no me cansaré de escucharlo. Tiene todo mi respeto.

Fin del mundo, se escapa a una isla desierta y se lleva de música…

Es imposible escoger; quizás no me llevaría nada, escucharía las olas, los sonidos de los pájaros. Lo que necesitamos a veces es silencio. He tenido muchos años como de vacío que en casa no escuchaba nada de música.

¿Cómo interpreta esa fase de silencio?

Estamos sobreexpuestos entonces es bueno también tener un poco de calma, vamos siempre atropellados, la mente, el oido siempre van escuchando y analizando, a veces es necesaria la relajación y la paz. Todo el mundo va con auriculares pero hay que conectar con dónde estás, tú y tu esencia. Necesitamos estar más enraizados y conectados, hay que vivir y estar presente.