Un informe elaborado por la Unión Europea sobre el fenómeno de la desertización ha puesto de manifiesto que esta cuestión, que apenas había sido tratada por los países comunitarios, se ha convertido en un problema de grandes proporciones, sobre todo como consecuencia del cambio climático.
Llama la atención que, entre las conclusiones de ese trabajo, elaborado por un panel de expertos, se reconozca que apenas si disponen de una información veraz y coordinada entre todos los territorios de la Unión Europea. La consecuencia es que, hasta la fecha, no exista una política claramente definida sobre cómo abordar los problemas que lleva aparejada la desertificación.
El ‘caso Almería’
Ante esa tesitura, Almería se convierte en un auténtico laboratorio, en primer lugar porque es, desde hace mucho tiempo, una de las áreas europeas en los que de una forma más patente están desarrollándose fenómenos como la erosión o la desertización.
Y en segundo lugar porque, a consecuencia de lo anterior, ha sido uno de los pocos lugares del continente en los que se han desarrollado a lo largo de las últimas décadas acciones concretas destinadas a frenar el avance del desierto y a tratar de revertir un problema que es, en realidad, una amenaza para el territorio y para el crecimiento de las actividades productivas vinculadas con la tierra.
El problema, que inicialmente fue considerado hasta cierto punto anecdótico, ha entrado ahora de lleno en las agendas de los representantes comunitarios que, para intentar hacer frente a este fenómeno global, han decidido poner en marcha el programa Horizonte Europa, encaminado a alcanzar la ‘degradación neutra del suelo’ para 2030.
Las fórmulas
El informe recoge algunas de las prácticas que han servido para hacer frente a la erosión de los suelos en la provincia, entre ellas la utilización de técnicas ciertamente ancestrales como la de los ‘balates’, que consigue reducir la pérdida de suelos a causa de la lluvia en zonas de montaña.
En las visitas realizadas por los técnicos de la Comisión Europea no sólo han podido comprobar la eficacia de esos balates, sino que han conocido además cómo la utilización en los cultivos de plantas adaptadas a la escasez de agua o a suelos empobrecidos se muestran eficaces en esa batalla contra la desertificación.
Los usos del agua, o los sistemas de acumulación, desde las balsas a los aljibes, son otras formas de hacer frente a las sequías, así como, en los últimos años, la utilización al máximo de sistemas de regadío localizados que precisan hasta veinte veces menos agua que los sistemas de riego convencionales.
Plan de choque
En Europa se calcula que en la actualidad en torno al 20 por ciento de la superficie terrestre total está sometida ya a importantes problemas de erosión, un porcentaje que está lejos del que se presenta en Almería y el conjunto del sureste español,donde supera el 75 por ciento.
La gran diferencia es que mientras en la provincia de Almería ese problema está prácticamente estabilizado, en el conjunto de la UE está aumentando de una forma acelerada a medida que las temperaturas medias suben y las precipitaciones se van haciendo más escasas..
A falta de un plan concreto sobre la desertización, las medidas ya han empezado a llegar a varios de los planes de ayudas que emanan de Bruselas, en unos casos vinculados con la política agraria, que en la nueva PAC ya incluyen medidas agroambientales para frenar la degradación de los suelos.
En otros, vinculados con los fondos para desarrollo rural porque se considera que el abandono de tierras o la despoblación tienen efectos negativos en la lucha contra el desierto o contra los incendios forestales, que dejan la tierra al albur de las lluvias torrenciales.
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