La Plaza de Pavía era una explanada a los pies de la Alcazaba, que formaba un balcón con vistas al mar. El lugar era una meseta deshabitada, antes de que en 1865 el arquitecto Joaquín Cabrera lo proyectara como plaza dentro del plan de urbanización del barrio del Reducto. Entre 1870 y 1880 se rodeó de viviendas, se instaló el primer alumbrado con farolas de petróleo y se levantó una fuente de agua para el abastecimiento de los vecinos.
La urbanización atrajo nuevas construcciones y a comienzos del siglo pasado ya no quedaba un solar libre en la Plaza de Pavía, que se había convertido en una de las plazas más importantes de la ciudad. En la lista de vecinos que fue dándole forma y prestigio al lugar aparecían empresarios importantes del comercio y armadores que destacaban en el negocio del mar. Ya formaban parte del padrón de la Plaza Pavía familias que después echaron raíces en el barrio: Andreu, Baldó, Castillo, Cerrudo, Estapé, Gallart, Mesas, García, Acosta, Escudero, Torreblanca.
Allí nació, en 1900, el poeta almeriense Fermín Estrella, que años más tarde, desde su ‘exilio’ en Argentina, recordaba su infancia y aquella plaza donde “las gentes vivían una vida simple y pura”. En aquellos años, la Plaza de Pavía estaba rodeada de viviendas típicas almerienses, casas, la mayoría de planta baja, con sus patios interiores y sus terrazas donde destacaban los miradores desde donde se podía disfrutar de las mejores vistas de la bahía: al sur el mar y al norte las murallas de la Alcazaba.
Esta imagen bucólica de la plaza se mantuvo hasta los primeros años sesenta, cuando todavía conservaba su estampa decimonónica, con sus casas de planta baja y sus azoteas llenas de sol, y con una gran explanada central donde montaban sus puestos los vendedores ambulantes los días de mercado. Aquella Plaza de Pavía fue escenario de fiestas, de circos y teatros ambulantes y también de partidos de fútbol.
En 1960, muchas de las familias antiguas arraigadas en el barrio todavía tenían su residencia en la plaza, que se mantenía intacta al paso del tiempo, antes de que el Ayuntamiento decidiera montar en el centro un mercado estable y antes de que empezaran a derribar las casas de puerta y ventana para levantar bloques de pisos.
El mercado estable le dio más negocio al barrio, un trasiego mañanero que no tenía, pero se llevó por delante la vida vecinal de la plaza y con ella su alma. Después llegaron los tiempos del Desarrollismo y los constructores empezaron a comprar las casas antiguas a buen precio para levantar sobre ellas el negocio de los pisos verticales. En diez años no quedaron más vestigios del pasado que dos o tres viviendas, las mismas que hoy se conservan, rodeadas de una arquitectura tan caótica como el mercado que ocupa el centro de esta querida plaza.
Antenas de telefonía
La Plaza de Pavía resume perfectamente la destrucción que sufrió la ciudad a partir de los años sesenta. Pasó de ser un espacio de una belleza insultante, con sus casas de planta baja perfectamente uniformadas, con su enorme espacio central donde reinaban los mercaderes por la mañana y los niños por la tarde, a convertirse en el fruto deseado de los constructores oportunistas que amparados por las leyes fueron levantando edificios, cada uno a su manera, sin respetar la historia. Esta estampa de lugar aniquilado se acentúa con las antenas de telefonía móvil que en los últimos años han instalado en las azoteas.
Consulte el artículo online actualizado en nuestra página web:
https://www.lavozdealmeria.com/noticia/12/almeria/254284/la-destruccion-de-la-plaza-de-pavia