La portavoz del Partido Popular en el Congreso de los Diputados hizo muy bien al manifestar que su grupo se abstendría por respeto a Ramón Tamames. Cuca Gamarra conectaba así con muchísimos españoles, entre los que me encuentro, que no estando de acuerdo con la estrambótica moción de censura contra Pedro Sánchez presentada por Vox, reconocemos la autoridad intelectual del candidato propuesto y su papel relevante con un discurso que a muchos no ha gustado pero que estaba lleno de críticas acertadas y de propuestas asumibles por el conjunto de la sociedad.
La Estructura Económica de España, que va por su 26 edición, es ya un clásico que desde 1960 se utiliza en las Facultades como manual imprescindible para desentrañar la complejidad de nuestra economía, y de la que el profesor Tamames tiene una visión de conjunto como ni antes ni después se ha podido describir. Es una obra fundamental en el panorama editorial de las Universidades no solo españolas, sino también de aquellas que quieren acercarse al conocimiento de nuestra economía, sus antecedentes históricos y su resultante en el tiempo presente. Ramón Tamames demostró con este tratado su profundo conocimiento de la economía, lo que le catapultó al parnaso universitario al lograr Cátedra primero en Málaga y desde finales de los sesenta en Madrid.
Con tan impresionante currículo y una vida intensa en su profesión y en la política, Tamames tiene todo el derecho a equivocarse, como muy probablemente ha ocurrido en esta descabellada moción de censura, de la que nos hemos quedado sin saber si al final ha servido a alguien y para algo. El derecho a equivocarse es tan constitucional como el derecho a acertar, y nadie tiene por qué negar una u otra posibilidad a quien lo ejerce estando convencido de su efectividad. Así ha sido en el caso que nos ocupa, pese a que muchos admiradores de la obra de Tamames preferíamos que se hubiese quedado en casa leyendo a Raymond Carr, su historiador preferido.
Conocí y traté como periodista al concejal Ramón Tamames Gómez cuando resultó elegido primer teniente de alcalde de Madrid con Enrique Tierno Galván, después del pacto entre socialistas y comunistas que arrebató la vara municipal al candidato más votado, José Luís Álvarez de UCD. Era Tamames en aquellos tiempos un gran agitador de la vida política madrileña que daba constantes titulares a los periódicos, desde su renuncia al carné del PCE, la creación del nuevo partido Federación Progresista, cofundadora de Izquierda Unida, y su posterior triple salto al afiliarse al CDS de Adolfo Suárez y apoyar la moción de censura contra el socialista Juan Barranco que dio la Alcaldía a Agustín Rodríguez Sahagún. No pasaba un día sin que el hijo del médico de Manolete y de Luis Miguel Dominguín no fuese noticia relevante.
Muchos años pasaron hasta que volví a verlo. Y fue en una casa señorial de Sotogrande, invitados a una cena con gente importante de los negocios, en cuyo ambiente Ramón se desenvolvía como pez en el agua. Y me di cuenta entonces de que no es que Tamames hubiese evolucionado hacia posiciones moderadas, sino que siempre había estado en ellas, incluso en su tiempo de militante del PCE. Ahora lo ha explicado él mismo con motivo de su candidatura en la moción de censura patrocinada por Vox: “No éramos comunistas, éramos personas que queríamos luchar por las libertades en la época de Franco”. Fue el caso de cientos de jóvenes que en los años sesenta no veían otra forma de oponerse a la dictadura que afiliarse al Partido, que así nombrado en singular no era otro que el Partido Comunista de España.
Debió ser en aquella ocasión cuando tuve una larga conversación con el ya ex político y el tema derivó hacia la agricultura de invernadero de Almería. Se la sabía de memoria, con datos y referencias puntuales de los mercados hacia donde se dirigían nuestras hortalizas. Y me pronosticó que el crecimiento exponencial de la exportación de estos cultivos sacaría a Almería, como así está siendo, del papel de cenicienta que arrastraba en la economía española desde siempre. Eran tiempos todavía en los que no cabía imaginar la evolución del producto interior bruto que la agricultura podría aportar al desarrollo de la provincia, pero la propiedad con la que manejaba datos y proyecciones a medio y largo plazo terminaron por convencerme de algo que hoy día es una realidad inapelable.
Ramón Tamames es un sabio de la Economía, no solo por su indispensable Estructura, sino por el conocimiento certero que tiene de todo lo que se mueve a su alrededor. Y acaso por eso, y porque la condición humana no es infalible, ahora ha ejercido el derecho a equivocarse, sin que por ello desmerezca su figura y su ejecutoria entre quienes siempre le admiramos como un intelectual de primera fila.
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