Todos los nombres del Cable Inglés

Fue el coloso de su tiempo y aún lo es, ideado por Robert Russell, un escocés multimillonario

Los directivos de la sociedad Minas de Alquife visitando la construcción del Cable que fue inaugurado en 1904 por Alfonso XIII.
Los directivos de la sociedad Minas de Alquife visitando la construcción del Cable que fue inaugurado en 1904 por Alfonso XIII.
Manuel León
23:14 • 01 abr. 2023 / actualizado a las 23:16 • 01 abr. 2023

Dentro de 48 horas miles de almerienses ansiosos comenzarán a desfilar de forma frenética -hay más de 20.000 reservas- por una pasarela de metal y madera africana a veinte metros de altura, como si no hubiera un mañana; dentro de unos días, los almerienses descubrirán, reconquistarán, ese ciempiés de Las Almadrabillas apodado Cable Inglés que en realidad se pagó con capital escocés; serán sesiones maratonianas para subirse a bordo de ese ingenio industrial que lleva ahí varado como un galeón pirata 120 años adentrándose entre las olas.



Es cuestión de perspectiva: no es lo mismo observarlo desde abajo, desde sus pilotes, como hemos hecho siempre, que subirse arriba, recorrer esa nave que olerá a taller de carpintero y dominar la bahía con solo un golpe de vista. Ha habido que esperar décadas, después de aquel enconado duelo de esgrima entre montescos y capuletos, entre defensores de su conservación y paladines de derribar ese scalextric herrumbroso; han tenido que pasar muchas cosas, tras su declaración como Bien de Interés Cultural en 1998, la celebración de su centenario en 2004 y el inicio de las obras de rehabilitación en 2010 con Paulino Plata de consejero de Cultura para llegar hasta aquí.



Se han tardado 13 años en recuperar este coloso de medio kilómetro como icono turístico, como nuestra ‘Torre Eiffel’ acostada sobre los vientos de Las Almadrabillas, y sin embargo, solo se invirtieron 20 meses en levantarlo hace más de un siglo, cuando la burocracia, el papeleo, las broncas entre administraciones no habían contaminado aún los proyectos luminosos de progreso. En la intrahistoria de este británico cable, que está a punto de descorrer de nuevo el telón, hay muchos nombres; mucha lucha societaria por hacerse por el control de la ruta del mineral de hierro granadino. De hecho, Almería consiguió antes su ferrocarril gracias a la coartada del transporte del mineral de Alquife, si no, quizá aún lo estaríamos esperando.



A finales de siglo XIX compañías inglesas empezaron a explotar el mineral de hierro del Marquesado del Zenete granadino, eligiendo el puerto de Almería para su carga en vapores por ser el más cercano. La sociedad  The Alquife Mines and Raiway adquirió, a principios de siglo, las concesiones de la sociedad Minas de Alquife y construyó el ramal que enlazaba la mina con la vía férrea Linares-Almería, a la altura de la estación de La Calahorra. Al comienzo el mineral llegaba a la Estación de Almería y se transportaba en carros hasta los muellecillos de madera donde marineros de ese barrio lo embarcaban en gabarras hasta las bodegas de los vapores fondeados en la bahía.



Hasta que los accionistas ingleses pensaron a lo grande y decidieron construir el mayor cargadero de mineral de Europa, el embarcadero de Alquife -hasta muchas décadas después no se le empezó a llamar Cable Inglés- en unos trabajos que se prolongaron desde 1902 a 1904 y que contaron con la  visita para su inauguración del monarca Alfonso XIII, entonces un adolescente que aún no habían cumplido los 18 y que, cuentan las crónicas, costó convencerlo para que subiera porque no había peligro en recorrer el Cable subido en una locomotora. La zona del nuevo embarcadero, que fue puesto de ejemplo en pasquines especializados de Europa, estaba en esa época dominada por el barrio de Pescadores de Las Almadrabillas donde de madrugada echaban el copo y lo recogían tirando de la tralla lleno de sardinas y jurel. Allí funcionaba la fábrica del gas y la fábrica de La Maquinista del ingeniero alemán Carlos Bahlsen y  poco tiempo después el Balneario Diana de los hermanos Jover.



El embarcadero vino a dotar todo ese territorio de marengos y jabegotes de una nueva actividad mecanizada en las alturas que llegó a exportar algunos años más de dos millones de toneladas de hierro para las acerías del norte de Europa. El artífice de que Almería atesore uno de los artefactos más singulares en Europa de la arqueología industrial fue el presidente de la compañía explotadora de las minas de Alquife, Robert Russell, quien fue el que más creyó en el ahorro económico que suponía la construcción del embarcadero almeriense. El diseño se le encargó al ingeniero John Harrison, con estudio en Glasgow y a Andrés Monche y Ríos su tramitación administrativa. El cargadero se construyó como un gran muelle metálico de agua profunda al que accedían los vagones cargados de mineral de hierro, procedentes de la Estación de Almería situada a unos 900 metros del ingenio.



Las obras se realizaron bajo  la supervisión del ingeniero británico Boyle y los contratistas fueron Alexander Findlay la compañía Motherwell. Aunque la concesionaria del mineral se constituyó en Manchester, el origen de los inversores del mineral de Alquife era un grupo siderúrgico de capitalistas escoceses. Para su construcción, se emplearon un total de 3.824 toneladas de acero y 8.000 metros cuadrados de madera. Cientos de obreros almerienses e ingleses intervinieron durante casi dos años en la construcción del gigante de Las Almadrabillas. Al frente de los trabajos como director del montaje estaba Mister Chapman, protegido por un perpetuo bombín. El primer vapor en cargar mineral fue el bilbaíno Zortzirat Bat y el último, en el año 1973, fue el  buque  Kim, cuando ya el Cable era propiedad de Altos Hornos de Vizcaya. La competencia de otras zonas mineras en Europa con precios de mineral más competitivos hizo sucumbir la actividad de este vestigio único de la edad del hierro que ahora vuelve a resucitar como espacio de recreo.




Temas relacionados

para ti

en destaque