El Lugarico: Los toros

El planeta de los toros tiene algunas fechas señaladas en el calendario

Los toros, una tradición nacional.
Los toros, una tradición nacional. La Voz
Francisco Giménez-Alemán
20:20 • 08 abr. 2023

El planeta de los toros (definición de Antonio Díaz Cañabate) tiene algunas fechas señaladas en el calendario. Hoy, Domingo de Resurrección, es una de ellas, acaso la más importante, porque después de algunos festejos diseminados por la geografía nacional da comienzo la temporada con la tradicional corrida de toros en la Real Maestranza de Sevilla que es como el chupinazo para una fiesta que se extenderá por toda España hasta la Feria del Pilar de Zaragoza.



Si hay algo que identifique a España y a los españoles, por encima de cualesquiera otras características culturales, esto es las corridas de toros, perdidas en el fondo de los tiempos como uno de los rasgos ancestrales llegados al presente en manos de las bellas artes, de las que la lidia forma parte indisociable al menos desde los comienzos del siglo XIX cuando se empezó a conocer el toreo como el arte de Cúchares. Indefinible en su varia concepción teórica si no se acompaña de la práctica que no es otra cosa que la del engaño al animal para prepararlo ante la suerte suprema, los toros tienen tantas interpretaciones mitológicas, antropológicas, históricas, artísticas y culturales como escritores y estudiosos se han enfrentado a este fenómeno singular del ruedo ibérico.



Entre ellos, no podía faltar el gran filósofo español del siglo XX, José Ortega y Gasset, quien no sólo se ocupó con su pluma de la temática taurina, sino que puso las bases editoriales de Espasa Calpe para que José María de Cossío iniciase en 1935 la monumental obra Los Toros, diez volúmenes indispensables para el conocimiento histórico y enciclopédico de nuestra Fiesta más arraigadamente española. No deja de sorprender que los herederos intelectuales y periodísticos del autor de La rebelión de las masas hayan renegado de su memoria al evitar en sus publicaciones actuales toda mención a las corridas de toros.



Estas, en franca retirada en la política cultural de la España de hoy con su directa repercusión entre los aficionados, parecen estigmatizadas por el dedo de la progresía andante, pese a que siempre fueron seguidas por ilustres personalidades de la izquierda, cuyos nombres están en la mente de todos. Y de enormes artistas –citemos solo dos nombres, Goya y Picasso- que elevaron a la más alta categoría de las Bellas Artes ese juego sabio e inconmensurable del matador burlando a la fiera. Independientemente de las teorías animalistas, difíciles de entender desde nuestra concepción de la lidia como un encuentro de poder a poder, las corridas de toros son la sublimación del valor, la destreza y el arte para someter a la res hasta su muerte. Semejantes espectáculos o actividades, incluso cinegéticas, son aceptadas en otros países sin que nadie se lleve a escándalo. Pero aquí somos más papistas que el papa.



Arriesgo una línea de opinión personal sobre el hecho de que en determinados ambientes de la sociedad española sea políticamente incorrecta la defensa de los toros. Anida detrás de esas campañas antitaurinas el descarado afán de confundir al público al querer asociar el planeta de los toros a la España rancia, casposa y demodé, cuando no como resultado de un instinto criminal hacia los animales, argumento este último que figuras del pensamiento como el antes citado Ortega y Gasset no contemplan en sus variados escritos sobre el tema. La filosofía de delenda est tauromaquia está trufada sin disimulo con la idea abolicionista de buena parte de la Historia de España de la que no andan lejos los negacionistas del Descubrimiento y Evangelización de América a la que acaba de sumarse nada menos que el Vaticano. ¿Serán éstas algunas de las razones por las que Papa Francisco se resiste a pisar tierra española? 



Desde luego, la afición a los toros no pasa por su mejor momento. Movistar cerró su oferta taurina después de comprobar que los abonados habían pasado en pocos años de cien mil a veinte mil. Y la nueva plataforma que se anuncia, One Toro, está dando motivos para desconfiar de su viabilidad. Plazas como la de Almería que en la Feria de agosto llegó a llenar una semana de festejos, queda ahora reducida a su casi mínima expresión y ni siquiera llena el aforo. En Sevilla se pueden encontrar entradas para cualquier día excepto para hoy, cuyas localidades están en manos de la reventa antes incluso de la apertura de las taquillas. No podemos ignorar los aficionados que la en otros tiempos Fiesta Nacional está herida de muerte y de no mediar un revulsivo definitivo y mayoritario, el matarife le asestará el descabello sin grandes lamentos por parte de una sociedad acostumbrada ya a no ver toros en la tele ni a leer crónicas taurinas en importantes diarios nacionales. Todo es consecuencia de lo que se ha venido cocinando desde hace años. ¡Qué pena! 





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