El vandalismo ha vuelto a hacer su aparición de forma despiadada en ese fatídico escenario en el que se ha convertido el entorno de la Alcazaba. El barrio más visitado, el lugar que mejor define a la ciudad, es precisamente el más descuidado y donde menos seguridad existe. La madrugada del domingo ha dejado un reguero de barbarie en lo que era la antigua calle Fernández, convertida hoy en la avenida principal de acceso al edificio del yacimiento arqueológico Barrio Andalusí, a los pies de las cuevas del Mesón Gitano.
Ocho vehículos, de los que se encontraban estacionados en el parking que en los últimos años ha improvisado allí el ayuntamiento, han sido víctimas de ataques salvajes que han dejado un escenario de ventanas rotas, cristales por los suelos y robos de documentos. El colmo de los destrozos lo ha sufrido un vehículo al que le han quitado las cuatro ruedas, dejándolo completamente inválido.
Las actuaciones de los gamberros en el barrio no constituyen una novedad, como tampoco lo es el robo de coches en el aparcamiento. El pillaje es el pan nuestro de cada día en la zona. No hay que olvidar los destrozos que se llevan cometiendo durante años en la explanada donde estuvo ubicado el Mesón Gitano, un escenario privilegiado que ha tenido que ser restaurado varias veces por culpa de la barbarie. Destrozaron las espléndidas puertas hechas con madera de Iroko que guardaban las cuevas antiguas.
Cuando rompieron la madera se clausuraron las cuevas con bloques, que también han sido arrancados y utilizados, piedra a piedra, para romper las cámaras de seguridad. Las paredes de las escaleras que comunican las dos alturas del recinto se encuentran cubiertas de pintadas y en la parte que comunica con la calle de Chamberí los rincones más escondidos están siendo utilizados como váter público. Los excrementos, las meadas, las pintadas, los restos de los botellones de los fines de semana, forman parte del paisaje de este remodelado escenario con vocación de ser un espacio cultural.
Si no se toman las medidas necesarias el dinero, que en este caso ha salido de las arcas de los fondos europeos y del propio Ayuntamiento de Almería, se habrá gastado en balde y en unos meses volveremos a hablar de la necesidad de recuperar otra vez el Mesón Gitano. De nada sirve la presencia de las diez cámaras de seguridad (muchas de ellas destrozadas) que vigilan el recinto si no se adoptan medidas disciplinarias y sobre todo, si no se dota al lugar de vigilancia real, si no se consigue que la presencia policial sea permanente.
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