El Lugarico: Almería y la memoria democrática

Es inmoral que el Gobierno se enfrente a la historia reciente de España con desigual criterio

El Paseo de Almería, años antes de la II República.
El Paseo de Almería, años antes de la II República.
Francisco Giménez-Alemán
20:04 • 10 jun. 2023

Pertenezco a la generación de la transición, el amplio segmento de la población española que vivimos el paso de la dictadura a la democracia, que aceptamos y asumimos el pacto por la reconciliación nacional que llevaba en su espíritu y en su letra la Constitución de 1978. Quiero decir que estoy encuadrado entre los millones de compatriotas que pensamos que la ley de Amnistía de 1977 es la piedra angular para terminar de una vez por todas con los dos bandos de la guerra civil y para empezar a construir una nueva convivencia en la que cabríamos todos los españoles.



Desdichadamente no ha sido así. Tanto la ley de Memoria Histórica de 27 de diciembre de 2007 como la de Memoria Democrática de 25 de octubre de 2022, normas plenamente vigentes y de obligado cumplimiento, continúan discriminando en la práctica a las víctimas de una u otra ideología, es decir no hay trato igual para españoles de distinta posición política. Es un hecho realmente clamoroso al que el almeriense Fernando Martínez López, secretario de Estado de Memoria Democrática, debería poner remedio para que el recuerdo histórico de unos no padezca ante el de otros. Y, sobre todo, para que el espíritu de la transición prevalezca y brille como el hito memorable que supuso con el aplauso y la admiración de todas las naciones.



Estas reflexiones vienen a cuento de que en estas semanas se cumplen ochentaicinco años de los asesinatos de más de un centenar de almerienses en el llamado campo de trabajo de Turón, localidad alpujarreña fronteriza con Granada, cuya sola mención provocaba escalofríos años atrás a las gentes de Almería conocedoras de las atrocidades que allí se cometieron hasta que la Cruz Roja Internacional lo hizo saber al Gobierno británico y el presidente de la República, Manuel Azaña,



intervino, puso fin a la secuencia de crímenes y fue detenido el responsable de su gestión, el teniente coronel José María Galán, que desde el 6 de mayo y hasta el 30 de septiembre de 1938 consintió y alentó un centenar de asesinatos, en su mayor parte de almerienses, sin juicio –ni siquiera sumarísimo-, detenidos por pertenecer a la CEDA o por sus prácticas religiosas, como en el caso de José Cassinello Barroeta y otros muchos miembros de la Adoración Nocturna muy conocidos en la ciudad por sus obras de caridad. Andrés Cassinello, hermano del anterior, fue asimismo torturado hasta la muerte en el barco prisión Astoy Mendi, el mismo del que fueron sacados para el martirio los obispos de Almería y de Guadix, Diego Ventaja y Medina Olmos. Apellidos como los de Almansa, Oliveros y Alemán también están en la nómina de aquel genocidio del que la izquierda almeriense no quiere acordarse.



Se nos dirá que el bando franquista fusiló también a cientos de almerienses. Nadie lo pone en duda. Y es asimismo condenable que después de ganar una guerra Franco se dedicase a firmar sentencias de muerte. Ninguna de las dos partes tenía razón. Ahí quedan para la historia (mudos testigos en la piedra) la playa de la Garrofa, Turón, los pozos de Tabernas y de Tahal, el barranco del Chisme y sin solución de continuidad los numerosos fusilamientos en las tapias del cementerio de San José cometidos por el ejército vencedor. Todo un ejemplo cainita de una guerra civil que esta ley de Memoria Democrática no solo no ha enterrado sino que contribuye a reverdecer en el recuerdo de los españoles. Doy por descontado que seremos millones los que apoyaremos la derogación de esta ley inicua si Feijoó gana las elecciones y cumple lo prometido. Y asisto con esperanza a los cambios que se están operando en el seno del Partido Socialista donde cada vez suenan con más fuerza voces contrarias a muchos de estos dislates. Personalidades que fueron incluso ministros en los Gobiernos de Felipe González se manifiestan en desacuerdo con la nueva deriva de Pedro Sánchez, de manera especial con sus pactos con los independentistas y con los herederos de Eta.



Es de todo punto inmoral que el Gobierno de Sánchez se enfrente a la historia reciente de España con tan desigual criterio, con lo que parece que los asesinatos del bando republicano deben ser honrados, mientras que los millares de muertos en las filas conservadoras están condenados al olvido. No hay muertos de primera y de segunda. Al recordar hoy el ochentaicinco aniversario de las matanzas de Turón-Murtas no me inspira otro motivo que el sentimiento cristiano de hacer memoria de todos aquellos almerienses tan injustamente sacrificados y asimismo oficialmente olvidados por el actual Gobierno de España.





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