¡Qué lástima de nuestra iglesia!

Es patético, triste y doloroso contemplar el estado de nuestro templo parroquial

Gaspar Flores Castellón
00:10 • 14 jun. 2023

Para un cuevano, para un nacido en Cuevas del Almanzora, es patético, triste y doloroso contemplar el estado de nuestro templo parroquial, “nuestra Iglesia”, la Iglesia de Nª Sª de la Encarnación (XVIII), esa joya arquitectónica construida hace más de 250 años, con unas proporciones que la hacen grandiosa (es el segundo mayor templo de la provincia, después de la Catedral), con un estilo neoclásico y elementos de un barroco avanzado, a la que recordamos otrora hermosa, fascinante y orgullo de la gente de nuestra tierra, ofrece hoy a sus visitantes la imagen del abandono y de la desidia. Un templo en cuyas naves laterales están los altares que ocupan nuestras imágenes tan queridas y objeto de nuestra admiración y devoción, imágenes algunas de ellas de belleza extraordinaria atribuidas a artistas imagineros de prestigio. Ese templo donde todos los hijos de esta tierra hemos vivido, como cristianos católicos, los momentos más trascendentes de nuestra vida (nuestro bautismo, nuestra comunión, nuestra confirmación, nuestra boda…) y donde solemos presentar a Dios en solemne ceremonia a nuestros seres queridos cuando dejan esta vida terrenal.



Además de esta consideración anterior como lugar donde los católicos practicamos el culto y la liturgia en general, este monumental edificio es la pieza que ocupa, junto con nuestro “Castillo del Marqués de los Vélez” (XVI), el lugar de honor de nuestro Patrimonio Arquitectónico Artístico y Cultural. Es como la guinda que culmina el pastel que configuran el conjunto de edificios palaciegos de nuestro hermoso pueblo.



Pues bien, queridos amigos, ese diamante bien tallado cuyo esplendor destacaba como fulgurante estrella con luz propia en la constelación de obras hermosas de nuestra ciudad tan solo hace unas décadas, fue perdiendo su brillo víctima del paso del tiempo, del abandono, de la desatención en su necesario mantenimiento, de las condiciones sísmicas de la zona, de la naturaleza del subsuelo, de la intensificación del tráfico rodado, etc. Y mucho me temo que, si se sigue descuidando, en un tiempo no lejano su suerte podría no ser muy distinta a la que han seguido otras iglesias en nuestro municipio (San Sebastián, San Francisco y Hospital). Deficiencias en la cimentación ya dieron lugar a la inclinación progresiva de la torre derecha. La falta de impermeabilidad de una parte importante de su tejado y la inexistente canalización adecuada de las aguas vertientes en las propiedades colindantes han provocado filtraciones que, junto con el efecto de humedad por capilaridad que se da en la parte baja de todos los edificios de esta zona como consecuencia de la naturaleza del subsuelo, han dado lugar, aparte de innumerables puntos afectados, al deterioro progresivo (casi un 40% de su extensión está perdido) del fresco maravilloso que decora, en forma de bóveda simulada, el fondo del altar mayor. En la techumbre de las naves central y laterales, y también en la fachada principal, se pueden apreciar grietas cada vez más pronunciadas consecuencia de la falta de firmeza en sus cimientos (hace unos años, y como intervención excepcional de urgencia, se procedió a una actuación de consolidación de la cimentación mediante pilotaje de hormigón en distintos puntos críticos). El suelo de mármol ha llegado a tal estado de desgaste, soltura y rotura de piezas, que hacen peligroso el tránsito de personas, sobre todo de edad, por cualquier zona. Los retablos y los frescos que configuran su ornamentación se encuentran bajo la influencia de estas condiciones y ello limita la posibilidad de su conservación y vistosidad. La instalación eléctrica ha de ser objeto de total renovación. El baldaquino de mármol que corona el altar mayor también empieza a resentirse y está en situación de peligro como toda la marmolería del conjunto. Sus fachadas son un adelanto fiel del estado lamentable del interior, etc.



Despreocupación



Este templo está catalogado como BIC (Bien de Interés Cultural) y declarado Monumento Histórico Artístico (1983), es, por tanto, un edificio protegido por estas dos condiciones y por cuya conservación habrían de velar tres entidades: Obispado, Junta de Andalucía (Consj. de Cultura) y Ayuntamiento de Cuevas. Y curiosamente, a pesar de tanta gente en quienes, en teoría, recae el compromiso de mantenerlo en condiciones dignas, es pública y notoria la aptitud de despreocupación de la que han hecho gala, hasta la llegada del actual alcalde, todas las partes implicadas, desembocando, como consecuencia, en el estado penoso de abandono actual de este monumento.



Cabría pensar que esta situación está justificada por una carencia de recursos económicos en base a la crisis generalizada que ha afectado a todos los sectores y estamentos que pudieran verse comprometidos, por ley, en la guarda, custodia y conservación de edificios amparados y protegidos como éste; pero tal justificación y planteamiento quedan totalmente descartados ante el hecho de que otros monumentos de inferior entidad y valor arquitectónico, y en modo alguno afectados por la protección y calificación que caracteriza a éste, han sido objeto de atención y restauración durante este mismo periodo sin que de ello conozcamos justificación alguna, y creando un “agravio comparativo” que nos hace sentir a los dolientes ciudadanos de Cuevas olvidados y discriminados por quienes sobre el particular han tenido anteriormente toda la capacidad de decisión y la facultad de repartir los recursos disponibles.



No han sido pocos los intentos que, en un alarde de buena voluntad, se han llevado a cabo en las últimas décadas por grupos de personas de Cuevas sensibilizadas ante esta triste realidad, intentando sintonizar la acción de las tres partes implicadas (Obispado, Consejería de Cultura y Ayuntamiento) en pos de una actuación conjunta para atajar este proceso continuado de deterioro del monumento en cuestión. Pero todo ha sido en vano. Desencuentros entre las partes, desidia, carencia de interés (más que carencia de recursos materiales), posiciones políticas opuestas, gestión económica nefasta por parte del Obispado ,y un largo etcétera, han dado lugar a llegar a la situación actual triste y lamentable.



Pero hay un noble empeño por parte del pueblo de Cuevas en poner freno a esta situación. Queremos que este monumento, “nuestra Iglesia”, recupere su esplendor, su belleza, ese aspecto que otrora hacía sentirnos orgullosos de ella.


Es un proyecto complicado y amplio, cuya cuantía es difícil de precisar ya que se trata de un edificio antiguo y grande, y en su ejecución aparecerán un sinfín de defectos ocultos que sobre la marcha habrá que afrontar y solucionar. 


Contamos, de entrada, con la sensibilidad del actual alcalde, Antonio Fernández Liria, quien, consciente del interés y el valor de este edificio para nuestra ciudad, a pesar de la lamentable situación económica de la entidad que preside, ha aportado una cantidad de dinero que ha permitido afrontar las actuaciones inaplazables de reparación de cubierta y zonas o puntos exteriores con necesidad de impermeabilizar para evitar las filtraciones de agua cuyas consecuencias han afectado negativamente a una serie de elementos del edificio.  


¡Pero, hay tanto por hacer…!

Por ello, quien escribe estas líneas y una serie de personas (Comisión para la Restauración de la Iglesia de Cuevas) llevadas por una férrea voluntad de poner coto a esta situación y recuperar para la posteridad el esplendor de este monumento, recurrimos a las posibilidades de este medio para hacer una llamada, una súplica, un ruego a las partes implicadas que hasta ahora han descuidado sus obligaciones (Obispado y Consejería de Cultura) para que dediquen la atención y los recursos materiales necesarios que faciliten la solución del estado de este monumento.


A los ciudadanos católicos practicantes de Cuevas queremos hacerles recordar que es nuestra Iglesia, nuestra Iglesia, la casa de nuestro Nazareno, nuestra Macarena, nuestra Virgen de las Angustias…

Imágenes tan queridas y veneradas que merecen estar en un lugar digno y hermoso. En el caso de aquellos vecinos de nuestra ciudad que no sintonizan con este sentimiento religioso, nos permitimos instarlos a una  reflexión sobre el valor y la importancia de esta joya de la arquitectura local y la necesidad de que siga coronando el conjunto de nuestro Patrimonio Artístico Arquitectónico y, con ello, favorecer la apuesta de nuestro municipio por conseguir convertirse en un destino digno de visitar por nuestra historia, por nuestra riqueza cultural y por el celo y amor depositado en la conservación de los elementos que dan fe y testimonios de un pasado esplendoroso.


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