Francisco Balcázar atesora tres carreras: la de Derecho que terminó en Granada, la de notarías que ha sido su profesión y la de feriante, que ha desarrollado como una vocación en los últimos cuarenta años. No se puede entender la Feria moderna sin Paco Balcázar y la caseta de Los Cabales, que desde 1983 forma parte de esa memoria sentimental que nos une a los almerienses, generación tras generación, cada mes de agosto. “Creo que ya es suficiente con cuarenta años. Estoy deseando cobrar la jubilación de la caseta”, comenta entre risas para tratar de explicar su renuncia. Sí, después de media vida de casetero mayor, el notario por antonomasia ha decidido que es la hora del relevo y que sean las nuevas generaciones las que le den continuidad a un proyecto que sigue vivo a pesar de que las casetas hayan perdido una parte de ese componente místico que tuvieron hace décadas, cuando íbamos a las casetas en vez de a la Feria y cuando huiéramos podido emplear la frase de “dime a qué caseta vas y te diré quién eres”.
Su camino empezó en el verano de 1983, cuando a su grupo de amigos se le ocurrió la idea de montar una caseta privada en el Real de la Feria para poder disfrutar de ese ambiente familiar y de camaradería que caracterizaba entonces a nuestros festejos de agosto. Era la Feria del Paseo, del Parque, del puerto, esa Feria arraigada en la tradición que nos permitía acariciar la sensación de tener la Feria en el patio de nuestra casa. “Era cuando podíamos disfrutar del puerto, una posibilidad que nos quitaron a los almerienses. Una de las sensaciones más claras de felicidad que conservo en la memoria es cuando venía con mi mujer de dar un paseo por el faro y nos parábamos en el Club de Mar a tomar una cerveza”, recuerda el notario.
Fue en aquella década cuando empezó la revolución de las casetas, a las que montaban los principales partidos políticos se unieron las particulares que acabaron haciendo historia: Los Cabales, Montajes Miras, Caja de Ahorros, Antena 3, El Morato, Caja Postal, La Foca, ICA, Hipermueble, Europa Óptica Almería, fueran algunas de las cerca de cuarenta casetas que se montaron en la explanada del puerto en agosto de 1983. Muchas de ellas eran casetas silvestres, levantadas a fuerza de bloques y de palos y sin adelantos como los toldos o el aire acondicionado, que vino después de la mano de José Luis Moreno Caparrós, el gran promotor de casetas de nuestra Feria.
Cuando Paco Balcázar empezó su aventura con Los Cabales estaban de moda las actuaciones en directo y casi todas las casetas llevaban incorporada su pequeña tarima a modo de escenario y el equipo de megafonía que les montaba Faelmo. Esa revolución que trajo la caseta como punto principal de encuentro tuvo como gran aliada a las Sevillanas, que se convirtieron en la música oficial de todas las ferias y se extendieron como una epidemia por pueblos y ciudades. Aquello fue impresionante. La gente pedía Sevillanas a todas horas y a casi todos nos dio por bailarlas aunque no tuviéramos ni idea. Teníamos la sensación de que si no te defendías con las Sevillanas estabas en fuera de juego. Hasta en el arte del ligue, que tanto se cultivaba en las noches de Feria, aquél que se atrevía a salir a escena cuando sonaban los primeros compases del “algo se muere en el alma cuando un amigo se va”, tenía medio partido ganado. “Yo fui uno de los que se apuntaron a dar clases. Pasé por las manos de Quinita Giménez, que fue la maestra de Sevillanas de media Almería”, comenta Balcázar.
Ahora que se cumplen los cuarenta años de la aparición en escena de Los Cabales, el querido notario almeriense ha dicho aquello de “que organicen otros”, sabiendo que es preciso un cambio de ciclo con nuevas ideas y sobre todo, con menos años. No es que esté cansado de Feria, es que de todo, hasta de la juerga, hay que saber retirarse a tiempo.
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