Como decía Miguel Hernández, así nos ha dejado nuestro Jose Andújar a raíz de su muerte tan “llena de agujeros”. El mar del Zapillo tardará en recuperar para nosotros el azul celeste y su olor mediterráneo. ¿Qué le has hecho a nuestro compañero Jose? ¿Por qué has tenido que elegirlo a él para hacer realidad lo que ha sido siempre literatura? Porque la Coplas fueron siempre eso que aprendimos de niños y soltábamos de carrerilla sin más complicaciones. Imposible recitarlas ya sin que la congoja nos arrase la garganta. “Los ríos que van a dar a la mar” ya no serán plurales; serán a partir de ahora ese río seco que de tarde en tarde se desborda en un mar desagradecido. ¿Cómo caminar descalzos por la orilla, avanzar hacia el agua y zambullirnos limpios y serenos sintiendo en la piel la luz de los atardeceres? Todas las puestas de sol han cambiado en este mar de ahora. Y el sabor y el aroma y el deambular de la gente yendo y viniendo por la playa.
Sus amigos poetas han escrito sobre el genio del saber y de la intuición críticas, de la precisión, de la grandeza de la palabra. En los comentarios que hemos leído en estos días apreciamos al intelectual cuyos libros resucitaron y descubrieron los versos de hombres y mujeres tocados por el don de la poesía. Gracias a las muestras de cariño y de admiración habidas, sus compañeros y compañeras conocemos mejor la faceta que Jose desarrollaba fuera del Instituto, que siempre redundaba para bien de todos dentro de las aulas y en el interior de nuestro Departamento de Lengua y Literatura. Solo cuando le preguntábamos sobre los quehaceres literarios que lo ocupaban, nos los exponía, nunca por iniciativa propia. Lo hacía de forma natural, como el que no quiere la cosa, sin alarde, casi siempre envueltos entre chascarrillos y ese peculiar registro suyo ausente de prejuicios con el que hablaba de forma directa y punzante de cualquier cosa, de poesía, de novela, de arte, de música, de cine, de fútbol. Adoraba el fútbol. Era un madridista empedernido. Los lunes, la sala de profesores ardía con los goles del Madrid. Describía las jugadas, analizaba cada uno de los pases, detallaba los gestos de los jugadores de uno y otro bando con el mismo ojo clínico con que comentaba los versos de tal o cual poeta. Todo ello envuelto entre ademanes y graciosos improperios que distendían el inicio de la semana. En los recreos nos deleitábamos con los debates futboleros y volvíamos a clase con una sonrisa. Gustaba de participar en las bromas más atrevidas con el fin de echar un rato de risas que a veces tenían segundas y terceras partes, e incluso podían durar una semana.
¡Cuánto vamos a echar de menos la gente del Alborán a nuestro Jose Andújar! No se nos ha ido solo el crítico literario, el del ojo avizor, el intelectual de la poesía. Se ha despedido el compañerocon el que compartíamos horas y confidencias. Adiós, amigo, que el Parnaso te acoja con la paz que te mereces. Nosotros nos quedamos aquí un ratito más con el corazón derramado, “vestido de difunto”.
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