Como sus antepasados sefarditas, que comercializaban lanas y sedas en la antigua judería del arrabal de la Musalla, los Benarroch judíos permanecieron en Almería más de medio siglo vendiendo ropa de confección a las tiendas de tejidos.. Fueron durante varias décadas los únicos hebreos avecindados en el centro de la ciudad, ejerciendo una próspera actividad económica, relacionándose con naturalidad con la mayoría de sus habitantes, a pesar de no contar Almería con la más mínima comunidad judía que les permitiera llevar una observancia de su religión con comodidad.
Lo que más permanece en el recuerdo de los mayores almerienses sobre esta saga de pañeros hebreos, entre los que se encuentra la célebre peletera Elena Benarroch, es el nombre de Confecciones Febo, ubicada desde 1936 en la calle Granada esquina San Eugenio, frente al bar la Oficina, de Jerónimo, hoy desaparecido, y la talabartería de Pachín. La relación de los Benarroch, oriundos de Tetuán y Melilla comenzó, sin embargo, mucho antes: un Isaac Benarroch, pariente de los anteriores, llegó en 1915 a Almería procedente de Buenos Aires y montó una pequeña tienda de tejidos en el centro de la ciudad. Su hija, Perla Benarroch, fue uno de los mejores expedientes académicos del Colegio de Segunda Enseñanza que dirigía Rafael Fernández.
Posteriormente, los hermanos Benarroch Benzaquén abrieron delegación en Almería de su empresa mayorista Manufacturas Benarroch, con sede en Madrid y sucursales también en Melilla y Málaga. En Almería inician actividad en 1928 como proveedores de abrigos para el ejército en un almacén de la calle Obispo Orberá, 2, atendido por José y Alberto Benarroch. Posteriormente nombran apoderado a David Sultán y se trasladan a Méndez Núñez, 16, donde instalaran unos modernos talleres de corte de tejidos que eran posteriormente confeccionados a domicilio por una nómina de más de un centenar de costureras. El trabajo finalizaba en una máquina de regular potencia que realizaba los retoques y la colocación de los botones y que era capaz de alistar 500 uniformes completos y mil piezas de ropa interior. Unos años después, en 1936, los hermanos Benarroch Benzaquén disolvieron la sociedad conjunta y es José el que se queda con el negocio de Almería fundando en 1936 Confecciones Febo, con fábrica en la calle Granada número 37. Pero a los pocos meses falleció el progenitor de un accidente de carretera, quedándose a cargo de la empresa de Almería Enrique Benarroch Benoliel, el primogénito, que en unos meses volvió a Melilla y cedió el testigo a su hermano Carlos (Salomón) Benarroch a quien le sorprendió, recién llegado, el estallido de la Guerra Civil, siendo requisada la fábrica por el denominado Control Obrero al cargo de los milicianos Francisco Muñoz Ramírez y Cayetano Rodríguez López.
Finalizada la Guerra, Benarroch recuperó su centro fabril e inicia con ímpetu la producción de prendas de abrigo baratas para unos almerienses, en algunos casos, en situación de extrema pobreza. El ambiente de Confecciones Febo era el de una pequeña fábrica donde olía a lana y viscosa, de unos 150 metros. Constaba de una sala central con dos grandes mesas para el corte de la tela por la máquina, más las zonas de administración, oficina y acopio. En la plantilla había cortadores, viajantes y una nómina de más de 50 costureras a domicilio que cosían las prendas a partir de la tela que les hacían llegar los recaderos. Entre los empleados María Ramallo Padilla, Josefa Rull González, Antonio Garrido Martínez, María Salinas Moreno, Francisca Núñez que atendía el mostrador, Francisca Aguilera, que supervisaba el trabajo de las costureras, Rafael Carmona, Ricardo Pareja y Ramón, que eran oficinistas, y en corte José Marfil, Francisco Belmonte y Emilio. Se cortaba con cuchillas verticales y horizontales poniendo el patrón y marcando con el jaboncillo. Se confeccionaba con tejido chéster que llegaba de Alcoy, sobre todo pantalones, chaquetas y pellizas para trabajo. Era una tela rígida muy económica que se vendía a tiendas como La Pajarita o Tejidos Barcelona. El empleado más emblemático de esta añeja fábrica fue Juan Antonio Ruiz, que entró de aprendiz, a través de su abuelo, el cosario Antonio el Obispo, y terminó de gerente. Don Carlos, el propietario fue un empresario respetado y querido en Almeria. Vivía con su mujer Mery Bentolila y sus tres hijos -Simy, Sara y José- en la planta tercera del edificio de Las Mariposas. Estaba bien relacionado en la ciudad con gente como Enrique Ibáñez, director del Banco de Bilbao, Antonio Canales, ingeniero de Caminos y Baltasar, jefe de la alhóndiga y con Celia Viñas, quien le escribía poemitas a sus hijos recién nacidos. Su pasión era ir a la playa de Las Almadrabillas en coche de caballos y beber zarzaparrilla. Confecciones Febo se fue quedando obsoleta, ante la competencia creciente de nuevos tejidos y los Benarroch emigraron a Barcelona donde abrieron una próspera fábrica de trajes de novia. En la factoría almeriense dejaron de encargado al pariente Moisés Beniflá y sobre el año 1980, Juan Antonio Ortiz, el antiguo recadero, bajó para siempre la persiana de esa pequeña fabriquita almeriense que hoy solo permanece en el recuerdo de los más veteranos de la ciudad.
Consulte el artículo online actualizado en nuestra página web:
https://www.lavozdealmeria.com/noticia/12/almeria/264249/los-judios-de-la-fabrica-de-la-calle-granada