La última gran estructura arquitectónica que decoraba el skyline de la carretera de Sierra Alhamilla y servía de puerta de acceso a Ciudad Jardín, o al centro, dependiendo del sentido de la marcha, le dedica una sentida despedida a sus vecinos. La pasarela de la estación inicia hoy su proceso de desmantelación, para dar paso (una expresión muy apropiada) al progreso. Cómo lo dio el lluvioso día del 30 de mayo de 1984 cuando fue inaugurada, conectando la población de los barrios del Distrito 7, que quedaban aislados por la separación de las vías con el resto de la ciudad.
“Supuso un hito para todos los vecinos de Ciudad Jardín, El Tagarete, Las 500 Viviendas y El Zapillo”, relata un veterano periodista que fue testigo de aquella jornada, resumiendo el sentir de los residentes de entonces.
La antigua estación de tren, las vías, el ‘Toblerone’ y la pasarela peatonal han sido parte inherente de la vida urbana de los barrios conformados alrededor del antiguo instituto masculino (IES Nicolás Salmerón y Alonso). Sus colores rojizos hacían juego con el polvo de mineral que cubría las casas y edificios cercanos, y sus colosales estructuras daban al entorno un aspecto diferente más propio de una película de ciencia ficción.
Antes de su construcción los vecinos debían rodear la estación hasta el Cable Inglés
La vía que conectó a los barrios costeros desde San Miguel a ‘La Térmica’ con el resto de la ciudad, como otros proyectos en Almería tardaría en llegar, y su construcción no estuvo exenta de polémica, demandas y anhelos. Tres corporaciones municipales municipales tuvieron que hacer frente a las negociaciones con Renfe y la empresa de minas operante en aquellos años para poder sacar adelante la vasta construcción.
El distrito séptimo de Almería crecía y las necesidades de ofrecer a los vecinos una alternativa útil a rodear todo el complejo ferroviario hasta el Cable Inglés, para luego volver a desandar todo el camino empezaba a ser una china en el zapato municipal que había que remover lo más rápido posible, pero las circunstancias no se daban. Al inicio de los años 70, cuando Ayuntamiento y Renfe llegaron a convenir que la corporación municipal asumiría el coste de la pasarela y la empresa estatal cedería los terrenos y diseñaría el puente peatonal, el proyecto descarriló por motivos varios, siendo el último de ellos un contratista “que dejó pasar los plazos sin ejecutar la obra”.
Objeto de críticas
El trazo de este vasto vecino de hormigón y acero de Ciudad Jardín fue diseñado por los ingenieros de Renfe ocho años de su inauguración y durante su concepción no faltaron voces discordantes que solicitaron modificar su trazado o moderar su altura. Cualquiera que se haya enfrentado cotidianamente a la dureza de las rampas de la pasarela, y haya sentido el vaivén de ésta bajo los pies en un día de viento o afluencia de viandantes, no solamente habrá albergado en su interior un temor ante un hipotético final trágico sino que sin saberlo, ha compartido ese reproche que ya se hacía en sus primeros momentos de vida.
Según los periódicos de aquellos días, la pasarela no sólo iba a ser el hito urbanístico que conectaría Ciudad Jardín o El Zapillo con el centro de una manera eficiente, sino que albergaba tras de sí un proyecto de zonas verdes e instalaciones deportivas desde la calle de La Marina, hasta la calle Vivar Téllez.
Para los niños de los 90 que crecimos en las calles Chile, La Marina o Brasil, este gigante era otro elemento lúdico del barrio. Los grafitis que lucían en el suelo de la pasarela eran entendidos como marcas y metas a batir que animaban a cruzar la estructura en en el menor tiempo posible, como las pinturas que exhortan a los ciclistas a dar lo mejor de sí en las grandes vueltas. Juegos de niños, pero esta historia crece en valor al saber que la pasarela realmente fue un circuito urbano para una competición extraordinaria de atletismo. La Asociación de Vecinos San Antonio de Ciudad Jardín, decidió organizar para las fiestas del patrón una prueba contrarreloj (ida y vuelta) con árbitro de la federación almeriense de atletismo incluido), episodio que sirvió para revitalizar las actividades de la asociación.
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