La información de Alvaro Hernández el pasado lunes en este periódico no deja espacio para la duda: La Rambla ¨se come´ al Paseo acaparando las actividades del centro. Basta con leer la cadencia permanente de actividades que abandonan la que ha sido y es la principal calle de la ciudad para encontrar cobijo en La Rambla para constatarlo. Esta navidad es un ejemplo.
El encendido de las luces, el espectáculo que lleva consigo, la feria de Sabores Almería, el mercadillo, estas y otras actividades que antes encontraban cobijo en el pasillo de la casa de todos los almerienses han emigrado hacia la Rambla. Esta es la realidad. Y como cantó Serrat, no es amarga la verdad; lo que no tiene es remedio.
O sí. Sí puede haber remedio. Lo que hay que hacer es buscarlo con decisión.
Políticos, urbanistas, empresarios, comerciantes y ciudadanos llevan más de diez años escribiendo y describiendo con sus opiniones la crónica de una muerte anunciada. El Paseo acabará siendo una calle de segundo rango que, más temprano o más tarde, sufrirá una decadencia similar a la que viven las calles de la Almedina, de la Reina o Real, ejes, todas ellas, que vivieron sus decenios de esplendor y a las que el paso de los años, la demografía, la sociología y el crecimiento irremediable de la ciudad hacia levante las ha convertido en espacios en los que por sus aceras camina la nostalgia de un tiempo que no volverá.
¿Corre el Paseo ese riesgo? Doctores tiene el Colegio de Arquitectos y políticos la Política para responder de forma atinada a este interrogante que tanto y tan sinceramente preocupa a tantos almerienses.
Pero, al margen de escuchar a los que más saben- que esa es la clave cuando se tienen intenciones de aprender-lo que parece fuera de duda alguna es la necesidad de huir, y cuanto antes mejor, de la inactividad ante lo que es una decadencia irremediable. El proyecto que aspire al revitalizar el Paseo no puede trasladarse de una corporación a otra bajo la coartada sincera de la dificultad de acertar, ni bajo el paraguas inútil de la búsqueda de un consenso de imposible consecución.
Pasar a la historia de la ciudad como la alcaldesa que tomó la decisión de peatonalizar o no el Paseo es una decisión difícil. Como en toda encrucijada importante- y esta lo es- el acierto total no está garantizado. Lo que sí está garantizado es el error de mantener la situación actual. La duda es un espacio en el que hay que pararse, pero no acomodarse. Hay que pararse para pensar. No hay que cobijarse para que el paso del tiempo encuentre acomodo.
El proyecto del Paseo de las Plazas puede ser una solución esplendida cargada de futuro y así lo valoran quienes han tenido acceso a su contenido y planteamiento. Pero la base fundamental para que una decisión sea acertada es que, quienes la diseñen y la decidan, tengan una visión de futuro innegociable.
Ciudades vecinas como Málaga, Murcia o lejanas como Madrid, Barcelona o Bilbao hace años que tomaron la decisión de peatonalizar sus calles principales y, quienes las adoptaron, ven hoy, con satisfacción compartida con sus vecinos, el acierto de aquella decisión. ¿Dónde está escrito que la forma de actuar que ha conducido a nuestros vecinos al éxito aquí va a conducir al fracaso, por qué lo que funciona en Málaga o Murcia aquí no va a funcionar?
La toma de decisiones estratégicas hay que adoptarlas siempre bajo la búsqueda de acuerdos, cuanto más amplios, mejor. Sin duda. Pero esa búsqueda de acuerdos no puede estar mediatizada de forma decisiva por una élite rentista, especulativa o nostálgica que nunca, nunca, ha hecho nada que no haya ido más allá de sus cuentas corrientes. A la élite de la burguesía almeriense la ciudad, como espacio público compartido, le ha importado un carajo. Hora es ya de que sus opiniones sean escuchadas, pero no necesariamente obedecidas.
El consenso es un instrumento, no un fin. En política hay que tomar decisiones y es inútil pretender satisfacer a todos, todo el tiempo y en todo. La corporación municipal tiene ante sí un reto ineludible: ha llegado la hora de tomar decisiones sobre el Paseo. Cambiar por cambiar sería un error, pero no hacerlo sobre esa innegociable proyección de futuro sería suicida.
Déjense de una vez de innovaciones estrafalarias- somos la única ciudad del mundo con un permanente carril de emergencias en una de sus arterias principales- y tomen la decisión de futuro que más convenga a la ciudad y a sus ciudadanos. A todos los ciudadanos. A todos.
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