Nuestra existencia es una porción de la historia de nuestra tierra. Trozos de vida que se pierden cuando nos vamos, de ahí la importancia de provocar que nuestros padres y abuelos nos cuenten relatos y experiencias vividas y de que nosotros las contemos a nuestros hijos.
Empezaré narrando cómo eran los días, las calles, las casas, la gente, cómo era una parte muy importante de Almería hace muchos años, no solo cuando era niño sino que me acercaré a épocas que muchos de nosotros probablemente desconocemos ya que no habíamos “venido al mundo”. Gran parte de estas crónicas me las cuenta mi padre, Constantino Rodríguez, nacido en la Calle Julio Vargas nº 11 de Los Molinos. Trabajó en La Asturiana y Entrecanales construyendo entre otras: La Biblioteca Villaespesa, Archivo Histórico, Puche, remodelación 18 de Julio y Actual Escuela de Hostelería. Con 84 años recuerda muy claramente sus vivencias.
Nací en este barrio, lugar donde resido desde hace 57 años. Esta barriada, con más de 100 años de historia, en 1991 fue catalogada por fomento como vulnerable y en 2010 perdió esta calificación. Estando a tan solo 2,5 kms del centro de la ciudad, debido a las pocas construcciones que había, nos parecía una distancia abismal, hasta el punto de que cuando nos desplazábamos al casco urbano decíamos: “Voy a Almería”.
Las Chocillas linda al este con las vías del tren y El Puche; al sur con Los Molinos y al norte con Villa Blanca y Torrecárdenas. Servía de paso único para dirigirnos hacía Huércal.
¿Y qué había en este lugar presumiblemente frágil para ser declarado vulnerable? Quizá no es el término más adecuado, valoradlo después de leer estas líneas.
El Camino Alhadra era la vía que nos llevaba hasta la Carretera de Níjar y de ahí hacia el Centro. Al final de esta calzada, en la parte denominada “La Pipa” se encontraba la finca de D. Emilio Pérez Manzuco, quien fue alcalde de Almería desde 1948 a 1957. Esta travesía terminaba en un portón pintado en verde que daba acceso a un impresionante cortijo en el que durante celebraciones familiares se llevaba a cabo una jornada de tiro al pichón, era entonces cuando varios niños, entre los que se encontraba mi padre, esperaban agazapados por si la suerte hacía que una de las palomas abatidas cayese fuera de las lindes en cuyo caso el más ávido de los zagales se llevaba un trofeo a casa. D. Emilio ordenó asfaltar la senda facilitando así el acceso a su propiedad y por ende a gran parte de la población de la localidad, pasó por tanto de ser Camino Alhadra a denominarse Carretera Alhadra.
Un poco más al este, hoy Sector 20, se encontraba el caserío del concejal de Cultura del Ayuntamiento D. Guillermo Verdejo Vivas, mandato que le llevó a ser alcalde desde 1965 a 1969. Verdejo era nieto de D. Juan Vivas Pérez, farmacéutico de Almería que propulsó la construcción del Manicomio… más adelante os comento.
Un poco más abajo, "Camino de Almería", a la derecha, estaba y está el colegio concertado La Salle y el Cortijo Romero o casa Balmas, una construcción de 1866 que en la actualidad es el Museo del Cine, pero que en su apogeo fue propiedad del Sr. Romero Balmas, cónsul de Bélgica. Contaba con vaquerizas, pista de tenis, piscina, huertas y frutales y que se unían al barrio de San Luis y las Minas de Gádor. Esta villa fue alquilada en los 60 y 70 al productor de 'Lawrence de Arabia', también a David Lean y a actores como Peter O'Toole y John Lennon. Posteriormente fue cerrada bajo la protección de unos hermanos, Paco y Antonio, que nos dejaban pasar a correr por sus pasillos e incluso disfrutar desde la torre de algún partido de fútbol disputado por el equipo Plus Ultra. Los bancales adyacentes durante muchos años fueron plantados de fresas inspirando la canción de Lennon, de los Beatles, 'Strawberry Fields Forever'.
A muy pocos metros, donde actualmente está el centro tutelar de menores Jesús Redentor, “reformatorio”, en la calle La Fuente, se encontraba la organización política de movimiento carlista “Cristo Rey”, que fue fundada en la segunda república. Esta fundación posteriormente se trasladó al Cortijo Cervantes junto a la actual Congregación Siervas de los Pobres. Los Hermanos Francisco y Evaristo todos los festivos recorrían las calles con las manos en oración implorando: “Que mi último grito en la tierra y mi primer cántico en el cielo sea “Viva Cristo rey”.
A un lado y otro de esta calle, La Fuente, se encontraban dos casas señoriales. Una aún se mantiene en pie, La Casa de los Molero o Villa Soledad. Construcción solariega que tuvo su esplendor a principios del siglo XX, dando alojamiento al Sr. Molero y a su esposa Dña. Soledad Levenfeld siendo también utilizado para cobijo y atención de soldados y celebración de reuniones de la Cruz Roja. Posteriormente, una vez fallecida Doña Soledad pasó a manos del Dr. José de Velasco. Al otro lado, un Palacio marcado estilo colonial al que se llegaba a través de un largo camino abrazado por huertas. La villa era propiedad de D. Manuel Echevarría, ingeniero del Ingenio de Montserrat, y su esposa Doña Maruja que al menos para los niños daba nombre a la casa. La parcela fue arrendada por mi abuelo que a cambio de poder cultivarla cuidaba del inmueble. Aquí pasé muchos momentos de mi niñez participando en alguna tarea agrícola, pero lo que más me interesaba es ver que había dentro de esa maravillosa mansión. Azorín, Luis de Tapia, Salvador Rueda son algunos de los escritores de los libros existentes en su biblioteca, que en aquel momento valían 50 céntimos y que hoy forman parte de mi librería.
La vida corría mientras los huertos de panizo y patatas abastecían gran parte de la población. En la zona Existían varias fabricas de harina.. la de Diego Rodríguez, la más famosa, situada en la antigua Avda. Calvo Sotelo, ahora Avda. de la Estación… fábrica que trasladó oficinas y parte de la molienda a la Carrera Alhadra de los Molinos; también la de Santa Adelaida en La Cañada o Manuel Gázquez. Esta última era la “panadería de los Gázquez”, tan solo pasar por la puerta alimentaba, te impregnabas del aroma a pan, rosca de aceite y torta de manteca.
No había calle sin al menos una vaquería. Tan solo en la mía se encontraba la de Juan Pastor, donde gané algunas pesetas recogiendo estiércol e incluso aprendí a ordeñar alguna vaca; otras importantes eran la de Alfonso, La de Piedra y la de Simón Caparrós, esta última al lado de las escuelas… Los carros bajaban por las empedradas sendas haciendo salir a los vecinos con sus cacharras de lata. El vaquero vaciaba tantas tazas como consumiciones diarias tuvieran en la casa. En la mía, la cacharra era grande, nueve hermanos. Recuerdo que el carro iba “tirado” por un burro que a su paso iba dejando las boñigas y llevaba mil moscas encima, hoy sería señal de insalubridad… antes, no pasaba nada.
Estas mismas moscas eran las que cuando mi padre jugaba al “subastao” en el “Bar Roillo” , se introducían en el chato de vino por lo que la dueña, Carmen, tenía que poner un platillo tapando el vaso en el que depositaba unos garbanzos o aceitunas. ¿Podría ser que la denominación “tapa” provenga de esta costumbre?
No puedo dejar de pasar por “Los pilones”. Cada barrio tenía lavaderos públicos que se utilizaban para facilitar el lavado y enjuague de las prendas del hogar. Las mujeres se reunían haciendo a veces de este menester una reunión entre vecinas . Quizá algún lector se sorprenda si digo que antes, los pañales eran “gasas”… Trozos de tela que se utilizaban una y otra vez para que los niños que aún no andaban hicieran sus necesidades. El tendedero de mi casa siempre estaba lleno de ellas, mi madre, como otras tantas, para criarnos a los nueve, ganó el cielo mil veces, tenía las manos desgastadas.
Quizá nos hagamos una idea de porque esta zona fue elegida por empresarios, políticos, médicos…. para tener su negocio o residencia. La tierra, el agua, las huertas… y la nobleza de sus gentes eran, y son sin duda su principal atractivo.
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